Nova Star

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Dicho y hecho, Anna entrenó conmigo cada madrugada.

No, no hablamos mucho, la realidad era que gran parte de las veces tenía un insulto en la punta de la lengua cuando me decoraba la piel de moretones de golpes, patadas o lo que fuera, y tampoco teníamos por qué. Si bien estábamos peleando, las dos por fin habíamos establecido un límite en el medio; ni ella me ahorcaba, ni yo le atravesaba la pierna con una cuchilla. Sano, en los términos que ambas aceptábamos de la otra.

Tom no podía creérselo cuando se lo conté, y Luna estaba que se descojonaba de la risa cada vez que se encontraba con algún golpe en el rostro de Anna que yo podría haberle atinado en la madrugada. Podríamos haber ido cada una a la enfermería y hacer que desapareciera en un brillar de manos, pero supuse que el orgullo de ambas dependía en superarlo naturalmente. Fui yo la primera que terminó siendo tratada, no quería que mi hermana frunciera su nariz en preocupación cada vez que me veía algún moretón en mi cuerpo o rostro.

A pesar del dolor, de la fatiga muscular, y de a veces salir más frustrada de lo que podría haber estado antes, empecé a dormir. Pocas horas al principio, algunos sueños atormentándome, pero tan sumergida en él que ya estaba dejando de afectarme como antes. Incluso empecé a tomarlos de otra forma, disfrutando de ver el rostro frente a mí, de pensar que estaba a poca distancia y simplemente disfrutar de verlo. De que, en mi sueño, estuviera sano y salvo, más allá de haberlo ubicado en medio de un bosque, en la noche y que encima estuviera sólo. Era ese el pensamiento que a veces lograba despertarme por más cansada que estuviera.

Se volvió nuevamente una rutina, el madrugar, entrenar, que me doliera todo el cuerpo al salir, ir a visitar a Claire, leer los libros que Tom ya casi no podía leerle (con suerte llegaba a pasar por su habitación y dejarle un beso en la cabeza) y después volver justo cuando mi hermana salía de la escuela y comenzar nuestra rutina de noche. El pobre gemelo llegaba más tarde que nosotros, igual o más cansado que yo, y tras cenar, cada uno colapsaba en su cama.

Tom estaba siendo llamado una y otra vez en los entrenamientos, el ocupar los zapatos de su hermano siendo más agotador de lo pensado, y encima con constantes reuniones con Julia para tratar de recuperar cierta seguridad y confianza en la ciudad. Por lo que él me contaba, no estaban llegando a mucho más que tratar de rescatarlos, incluso si no supiéramos donde estaban, al menos intentar. Hasta que recaían en la pregunta; ¿con qué? ¿Cómo? ¿A dónde? No estaban dispuestos a sacrificar lo poco que quedaba y la indecisión estaba agotando a todos, el trabajo siendo más pesado, y mi pobre amigo tratando de adaptarse a él de una forma tan agobiante que lo veía arrastrarse todo el día.

Mi hermana parecía ser la única que lidiaba mejor que el resto. Sus dibujos eran lo único que me había preocupado, y estaba muy tentada a poder preguntarle sobre ellos, para que pudiéramos hablar de ello. El problema era que cada vez que intentaba sacar el tema, ella siempre estaba sonriendo o riéndose de algo, tratando de levantar el ánimo. ¿Cómo era que trataría de traer un tema a la mesa que sabía que podría afectarla para peor? Si no me había mostrado sus ilustraciones antes, había sido por una razón, y lo único que podía hacer era esperar a que ella me lo mencionara. Cuando estuviera lista.

En lo que esperaba, seguí en mi rutina, acostumbrándome a una versión un poco más ordinaria de lo que antes tenía, hasta que, en una mañana, en lo que estaba en pleno complot del libro que estaba leyéndole a Claire, Tom entró tan apurado que se tropezó contra el marco de la puerta.

Tragué la risa al verlo levantarse de un salto.

—¿Qué pasó...?

—Van a decidir sobre el futuro de Marla.

El nombre salió de su boca y sentí que en toda la habitación bajaba la temperatura. No por él ni nada que Tom estuviera produciendo, sino por el hecho de que sólo escuchar la causante de todo me helaba la piel, me congelaba cada músculo, aparte de, irónicamente, hervirme la sangre.

No había pensado en su paradero, siendo honesta. Me había centrado más en los resultados que ella había conseguido antes de lo que podría pasarle. Podrían comerla las ratas y a mí me daría lo mismo, nos había dañado muchísimo, me había roto. En todo tipo de sentido. Lógicamente quería que sufriera y se pudriera en, suponiendo que seguía en la prisión, sin que nadie le tuviera piedad.

Hasta que me acordaba que eso sería lo que ella querría. Y no iba a imaginarme su deseo más preciado sucediendo.

Mis dedos se habían enterrado inconscientemente contra las hojas. Tuve que cerrarlo y dejarlo en la cama antes de volverme hacia el gemelo. Si había puesto el separador del libro en dónde me había quedado, no tenía idea.

—¿Tienen alguna idea?

Tom puso sus manos a cada lado de su cadera—: Matarla es la opción que más suena.

—No hagan eso.

—Se los dije —aclaró—. Pero... Entonces, ¿qué? ¿La seguimos manteniendo con vida, consumiendo parte de nuestro alimento y energía de personas que tienen que estar de guardia en su celda?

Alcé las cejas.

—No me digas nada, esos fueron los planteos de Julia, ¿no? —peleé el rodeo de ojos cuando no contestó, sólo dejándose caer en la silla frente a mí. De soslayo la miré a Claire—. Matarla solo la enviaría con su hermano, sea cual sea la religión que cada uno crea. No quiero eso para ella. Está lejos de merecerlo.

Por ella, media ciudad había sido capturada. Por ella, muchísima gente había terminado herida y separada de sus familiares y conocidos. Por ella, mis amigos se habían separado de mí. Por ella, Noah había terminado herido con ese artefacto que me daba pesadillas. No, ella no merecía ni la más mínima piedad. De las pocas veces que podría estar de acuerdo con Julia, pero la solución no nos llevaba por el mismo camino.




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