Nova Star

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Claire flexionó su pierna por delante de ella, manteniendo todo su equilibrio en la otra y estirando sus brazos hacia adelante. Olivia frente a ella empezó a revisar la que estaba flexionada, queriendo asegurarse de que todo estaba en orden, que no había nada que Olivia no hubiera cubierto con sus manos iluminadas y que no haya, incluso, hasta repetido. Ya había vuelto e ido al cuarto arriba de treinta veces.

Mi pobre amiga estaba haciendo ejercicios de elongación y equilibrio desde hacía media hora. Yo, en cambio, estaba cómoda sentada en su camilla y riéndome de ella cuando tambaleaba, cansada del mismo ejercicio.

Lanzó una mirada fulminante en mi dirección cuando se me escapó una risa.

—Liv, me parece que Tay tiene un golpe en la cabeza...

—¿Eh? Yo no tengo nada —le saqué la lengua y ella alzó las cejas.

—Sigue riéndote y me aseguro de dártelo.

Olivia rodó los ojos al escucharnos, también sonriendo. Había un aura tan distinta no sólo en el cuarto, sino en todo la enfermería. Ojos curiosos atravesaban el marco de la puerta, dirigidos primero a Claire y después a mí. Cada rostro que veía compartía la misma incredulidad, la confusión y sorpresa, la esperanza que crecía en Costa Norte al paso que la palabra se corría de boca en boca. De que una buena noticia, después de semanas sufriendo, se hacía paso por todos los ciudadanos.

Que una caída había despertado. Que teníamos una cura. Que podíamos despertar a los caídos.

Que yo era esa cura.

Todavía no terminaba de asimilarlo, ver a Claire frente a mí me distraía con tanta felicidad que era recordar el cómo había despertado, lo que había tenido que hacer, y todo volvía a refrescarse en mi mente. La responsabilidad, la libertad, que ya no dependía de mis errores. Al fin dependía de algo bueno, que podría iluminar la oscuridad que nos había rodeado tanto en el último tiempo. La sonrisa que se me escapaba era porque estaba emocionada, porque me sentía relajada, de poder causar esa misma emoción. Esa alegría.

Olivia soltó su pie y le dijo que vuelva a pararse derecha, Claire obedeciendo, y rodeándola con su haz blanco como por quinta vez en la última hora, terminó suspirando.

—Bueno... —alargó, sus comisuras levantándose—. Ahora sí. Toda perfecta.

Claire levantó sus brazos en triunfo.

—¿Estás segura? —pregunté, claramente bromeando—. Creo que su rodilla estaba un poco torcida cuando la levantó-

Sentí su cuerpo impulsarse sobre el mío antes de poder verlo, las dos cayendo contra la camilla que chilló por el peso de ambas y ahogué la carcajada cuando el brazo de Claire se apoyó en mi cuello. No hizo fuerza, pero fue el mensaje claro de que dejara de hablar.

Olivia juntó sus cosas, bufando en lo que nosotras nos removíamos sobre la camilla.

—Quedó claro que, con ese salto, sus rodillas están en perfecto estado —suspiró, en lo que Claire y yo nos levantábamos a suaves empujones, y una vez que nos terminamos de reincorporar, Olivia ya estaba frente a nosotras. Mejor dicho, frente a mí, con su vista fija contra la mía. Se quedó callada por un buen rato, tragando unas cuantas veces, hasta que sonrió—. ¿Cómo te sientes tú? ¿En general?

Sabía con qué intención lo preguntaba.

—Bien, Liv, no tienes por qué preocuparte —contesté, levantándome de la camilla y estirando mis brazos. Se rio en lo que rodaba sus ojos—. Un poco cansada, no he dormido en las últimas treinta y seis horas. Con unas horas de sueño, seguro esté como nueva.

Dudaba poder dormir, si era honesta. Con la presencia de Claire y con todo lo que había pendiente por hablar, por recuperar entre nosotras, vaya a saber si lograría dormirme. Estaba acostumbrada ya a las horas escasas de sueños, incluso entrenando con Anna, yo seguía sin dormir las ocho horas diarias, o seis, o cuatro. Mi cuerpo me cobraría factura más adelante.

Estaba de espaldas a la puerta cuando escuché el carraspeo, al apenas girarme, la sonrisa de Drea me heló en mi lugar. No la veía desde el suceso. No me había dado cuenta de que la tenía encima hasta que la atrapé por la cintura.

—¡Oh, Tay! ¡Salvando el día una vez más! —fue lo primero que me dijo. Sentí su cuerpo más pesado, habiendo recuperado los kilos que había perdido durante su embarazo y después. Se separó de mí para agarrarme las mejillas y palmeó ambas con suavidad—. Tenía ganas de verte desde hace semanas, pero quise darte tu espacio. Espero que no te moleste que haya decidido acercarme hoy.

No podía no sonreírle.

—En lo absoluto, Drea, lamento no haberme acercado yo. Estuve ocupada y... —a mis espaldas, sentí la presencia de Claire al estirar su cabeza para llegar a Drea y sonreírle. Di un paso hacia atrás para que ambas se miraran—. Drea, ella es Claire. Claire, ella es Andrea, o Drea.

Estrecharon sus manos, las dos sonriéndose genuinamente.

—Recuerdo tu nombre —le dijo Claire, sus cejas frunciéndose al pensarlo—. Mellizos anómalos, ¿no? ¿Taylin te ayudó a tenerlos?

—Sí, esa soy yo —se acomodó su pelo oscuro detrás de sus orejas, sus mejillas tomando cierto color. Ojeé detrás de ella para ver si los bebés estaban cerca y para cuando volví, Drea se había dado cuenta de lo que buscaba—. Están en el otro cuarto, es día de revisión y... y necesito ayuda para que dejen de volverse de piedra en cada llanto.

Logré atajar la risa que se me escapó, comenzando a notar ciertos moretones en su piel, mayormente en sus brazos y mentón. Me había olvidado, sorprendentemente, que sus hijos ya cargaban con una anomalía. Eso significaba que, en cada berrinche descontrolado, podría o no surgir. Por lo visto, los episodios ya habían comenzado.

Olivia, que se había quedado acomodando unas máquinas cerca de la camilla, vino para unirse a la conversación y palmeó el hombro de Drea. Viviendo con ella, debió de haber presenciado muchas escenas con los mellizos.




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