Nova Star

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Las mentes eran un laberinto. En el peor sentido.

Lo que uno conforma de su persona, más allá de sus emociones, decisiones, pensamientos y personalidad; todo se rige a base de los recuerdos, de las experiencias de uno para aprender, crecer, entender y tener más de ellas. Con eso es lo que uno arma su carácter, con su crianza, con sus caídas y triunfos. En cada decisión, cada trayecto de vida, hay miles de vueltas y suposiciones que se mezclan, que se desvían. Y yo, tratando de recorrer esos caminos, iba a terminar siempre girando en círculos.

No pude esconderme de la gente cuando la noticia se volvió primicia, cuando vieron a Claire caminando alrededor de la ciudad cuando sabían, no sólo quién era, sino su estado anterior. Mi nombre volvió a sonar de boca en boca, siendo la razón de la novedad, y fue cuestión de dos días tras el primer despertar, que ya tenía golpes en la puerta de familias que esperaban por sus caídos. Su desesperación llegó a asustar a Morgan, la forma en la que se habían abalanzado contra mi apenas había abierto la puerta, y entre lágrimas me rogaban que por favor despertara a los demás.

Tuve que convencerlos de que fueran a la enfermería, donde estaban todos los demás, en lo que yo trataba de no sentir el ahogo de sus ruegos y lágrimas. Mi hermana parecía espantada, Tom había logrado cerrar la puerta con seguro y Claire sólo fruncía la boca en una fina línea.

Compartimos una mirada pesada, ambas sabiendo que yo no iba a poder escapar de aquello y que mientras más tardara, peor sería la situación.

Ese primer día fue un desastre, las familias recriminando cómo iría el orden, gritando sus nombres que desconocía, y en lo que la pobre Olivia trataba de contener la multitud, una vez que llegué junto a Claire, todos no sólo se habían calmado, sino que Julia estaba con Enzo parados con la multitud como público. Reconocí la lista en mano, la líder tratando de controlar la conmoción, y en parte, tener una participación en la decisión.

No era tonta, menos cuando había decidido que dicha votación sería la siguiente semana.

Ya no podía ocultarlo, le faltaba un representante dentro de su grupo y toda la ciudad lo sabía, sabían que Sue Lee había sido una de las capturadas y que faltaba alguien que ocupara su lugar dentro del entrenamiento. No sabía que haría yo en ese puesto, la verdad es que lo que yo entrenaba era más por Anna que por mi cuenta o mis conocimientos. Sin embargo, el Doc y Tom peleaban por meterme dentro. Ya había habido suficientes discusiones sobre el tema.

El tener que encargarme de los caídos fue tanto una virtud como una tarea muy pesada. Me distraía de mis pesadillas, siendo que me tomaba mucho tiempo, y en lo que seguía entrenando con Anna —que la descarada se aprovechaba de mi cansancio y no se guardaba ningún golpe—, siquiera llegaba a soñar. Seguía de largo como un tronco y ni cerca estaba de poder pensar en un sueño.

Pero era más pesada de lo pensado, de lo que había hasta yo pensado. A Claire la conocía, había sido afortunada de acordarme algo tan mínimo cómo el pequeño encuentro en el supermercado antes de la catástrofe y fue eso lo que logró que juntara los puntos de la teoría. Ahora, ¿con gente desconocida? Era toda una misión nueva que no sabía ni por dónde empezar.

El Doc me aconsejó preguntar. Primero datos importantes, cómo nombre, edad y un poco de la persona. Después, un poco de su historia, de qué hacían, algún logro o acontecimiento importante. De vuelta, todo lo que conformara a la persona para que yo pudiera entenderla, lidiar con ella dentro de su propia mente. Y, por último, dónde estaban toda la mañana del suceso y el después.

La mente también es un órgano... personal. Esconde más que solo recuerdos, si no secretos, revelaciones nunca dichas, cicatrices que uno no termina de sanar. Yo no era un libro abierto en ese sentido, tenía mis reservas, pero meterme en el de un desconocido era como pisar propiedad privada y sentir que ya vendrían los escopetazos por metida.

No había muchas personas caídas en la lista, eran más sus familiares y conocidos reclamando que los que verdaderamente necesitaban mi atención. Conté los veintiocho reconocidos aquel primer día, leyendo sus nombres al paso que Olivia me señaba quien era quién. Había otros desconocidos, nadie habiendo reclamado por ellos. No era lo peor, sino que mi corazón se apretó al reconocer cinco niños entre toda la lista. No pude evitar ponerlos como prioridades.

Fueron los primeros cinco con los que intenté levantar. Me costó tres días. Algo que había podido diferenciar de la mente de Claire a con ellos, era que su mente tomaba las cosas con diferente perspectiva. Su bloqueo no era un miedo que me atacó, era una sensación distinta. Con uno de ellos, un niño de nueve años que le temía a la oscuridad, la sombra debajo de su cama se estiraba en una silueta que lo aterraba. Mi solución fue encender todo mi cuerpo con mi anomalía, sin atacar ni nada, sólo dándole la luz que necesitaba para salir de ese cuarto.

Despertó después de unos minutos de convulsión, su madre esperándolo y llorando de la emoción al ver que había vuelto.

Los demás no fueron distintos. Una niña tenía miedo a los payasos, habiéndose encontrado con uno en un carnaval (no voy a mentir, yo tampoco les tenía aprecio), y en consecuencia tuve que ridiculizarlo a él para que ella se riera. Otro le tenía miedo al agua, una lluvia escandalosa que inundaba su cuarto y la solución fue cerrar su ventana (la mente era ilógica con los miedos, tenía que recurrir a lo que no tenía sentido a veces). La siguiente tenía miedo a la soledad y su mente la había encerrado en su casa sin nadie cerca, y fue la más sencilla de los cinco. Apenas aparecí frente a ella, su miedo se evaporizó. Y el último odiaba el dentista, justamente esa mañana de la supernova tenía que ir a uno, y el truco fue que, en lo que yo distraía al dentista, él podía huir de la sala.



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En el texto hay: poderes, revolucion, evolución

Editado: 10.07.2023

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