Vi a mi mamá por un momento.
Fue lo primero que vi, en contraluz sobre mi cabeza. No llegaba a ver sus rasgos, pero sabía que era ella. Su voz, su calor materno, su cercanía y protección con la que me acunaba en sus brazos. Otra cabeza se pegó contra la de mamá, los anteojos de mi papá identificándolo al instante, y en dónde sea que yo estuviese, les sonreí. Estiré mis manos hacia ellos, más pequeñas de lo normal, y con mi cerebro disfrutando de la imagen frente a mí, de volver a verlos, decidió seguir el trayecto mucho más rápido.
Vi mis primeras comidas, mis primeros pasos. Mi primer tropiezo, la primera vez que se me cayó un diente. El nuevo recuerdo de mi tercer cumpleaños, cuando conocí a los gemelos. Cuando Noah degolló mi muñeca. El nacimiento de mi hermana, la pequeña Morgan en mis brazos (también pequeños) y con poca fuerza para mantenerla tanto tiempo en ellos. Sus primeras comidas, sus primeros pasos. Mi primer día en la primaria, el día que decidí odiarla y llevarme como el demonio con ella. Cuando llegué a la secundaria y conocí a Jamie, después a Asher, y mi amistad creciente con Tom.
El día que Noah empezó a faltar y después se supo que había pasado. El seguir creciendo junto a mi hermana, mis papás llenándonos de amor. Jamie y Asher volviéndose pareja, mi relación tóxica con la escuela, las ayudas de Tom. Y llegué al cumpleaños de mi hermana, la supernova atravesando y entrometiéndose en todas nuestras vidas hasta cambiarlas por completo.
Miré las demás escenas con un dolor punzante en la espalda. El despertar sin mi hermana, el encontrarla, el ir al hospital y hallar a Tom por descompensarse. Los días que siguieron, las semanas que padecimos las nuevas reglas, hasta llegar al día que descubrí que yo era una anómala. El haberme chocado a Noah y no haberlo reconocido, el querer esconderme de mi familia y tener que huir con Tom al día siguiente. El campamento, Noah, Claire, Sue Lee, Luna, Jacob, Anna, el Doc, hasta Logan. Mi primera pelea, el primer ataque frontal con los militares, mi primer beso. Enterarme que mi hermana era anómala, el ir a buscarla y causar una masacre de vuelta en el campamento. La caída de Claire y de muchos más.
Llegar a Costa Norte. Julia, Enzo, Zafira, Troy, todos apareciendo en mi vida con diferentes fortalezas y debilidades. El pelear con quién quería ser por meses, el odiar el miedo que causaba en tanta gente. Volver a entrenar, criando a mi hermana, visitando a Claire todos los días. Javier llegando y adelantando mi evolución. Las peleas con Noah, los desacuerdos con los demás, el poder de Marla por sobre nosotros. Su locura y destrucción que causó en la ciudad, la ida de Noah. El despertar de Claire, el cambio y esperanza que fue el poder hacer aquello. La conexión con Noah.
Mi mente había pasado todos los momentos importantes de mi vida, tan rápidos como para no poder procesarlos por completo, pero lo suficiente para no apagar del todo la cabeza. Las imágenes seguían produciéndose, lentamente volviendo hacia atrás, hasta que la última imagen, de mi mamá en mi nacimiento, se borró y frente a mí, aparecí yo.
No yo, Taylin Reed. Frente a mí estaba la gran Supernova, cómo la habían bautizado. Para mí, era...
—Tay.
—Hiro.
Rodó los ojos—: Odio ese nombre y lo sabes.
Era mi reflejo, algo que no había visto de vuelta en muchísimos meses. Estábamos en un lugar oscuro, y la única luz que había nos iluminaba a las dos, perfecta para poder encararnos una a la otra. Yo sentía todavía el pinchazo en la espalda, mis hombros caídos, rendida ante la situación y habiendo disfrutado de esas escenas como un despido. Se decía que veías toda tu vida pasar antes de morir, ¿por eso lo habré pasado? ¿Por qué ese era mi fin?
Hiro frente a mí rio.
—No es tu fin, Tay —dijo—. No aun.
Mi voz sonaba distinta en ella, más monótona, rígida. Lo único que nos diferenciaba, además de sus ojos totalmente consumidos por la luz de su anomalía, era que ella se movía con mucha más confianza de la que yo podría sentir. Se paraba recta, inhumana para ser honesta, y respiraba con tal tranquilidad como si una anti-navita no nos hubiera atravesado la espalda.
—¿Cómo lo sabes? —mi voz tembló al hablar, totalmente contraria a ella—. ¿Qué no es nuestro fin? ¿Qué ahí afuera no siguen lastimándonos?
Se encogió de hombros—: Porque estoy yo contigo. No pueden hacerte daño, no en tu mente.
—No pude protegernos a tiempo...
—No me refiero a eso. Pueden herirte, pueden tirarte abajo, pero; ¿destruirnos? ¿Tratar de apagarnos? —ladeó la cabeza, decepcionada. No sabía si de mí o de la situación—. En este milisegundo, estás cayendo al suelo... momentáneamente. Aproveché esta inconciencia para hablarte.
Fruncí las cejas.
—¿Ahora? ¿Te parece un buen momento? —inquirí, acelerada por toda la situación—-. ¿Nos están masacrando y ahora se te ocurre venir a tomar una tacita de café y hablar?
—No es como si me lo hubieras permitido antes. Siempre tenías prioridades, pensando en el resto, y en las pocas veces que pensaste en mí, no hice más que hacerte caso y ayudar —frunció su boca en una fina línea—. Es sólo un momento de tu tiempo.
—Podrías haberte tratado de comunicar por mis sueños, ya lo has hecho antes.
—Lo estaba haciendo. ¿Quién crees que buscaba a Noah en lo que tu dormías? —estiró una de sus manos y acomodó mi pelo por detrás de mi hombro en un gesto amistoso—. Estaba comunicándome, sólo que no lo que yo quería. Si no lo que tú sí.
Era verdad, ella me había dado las actualizaciones constantes de Noah. Ella era la que tenía el poder de hacer eso. Me hizo sentir egoísta, incluso cuando no verdaderamente pensaba en mí, pero pocas veces había pensado en Hiro como debería.
—Gracias...por lo de Noah. Sé que eres tu la que lo permite, después de todo —adulé a su energía rodeándola, haciéndola sonreír—. Y no es que no quiera pensar en ti, te juro que estoy agradecida de lo que me otorgas y... y que me has protegido incluso de nuevas anomalías que tuviste que batallar.