Novaheim: Yvalar-Orígenes

Acto I- Parte 1.1

Después de apartar a la mujer de encima suyo, Yvalar sabía que ya no podría llevar al capitán Jarom. Antes de fundirse en la oscuridad, intercambió una mirada de confusión con la mujer que yacía en el suelo paralizada. Sus ojos, llenos de preguntas sin respuesta, le quedaron grabados en la memoria mientras desaparecía entre las sombras.

Yvalar llegó a su casa con el brazo ensangrentado, la herida palpitando con cada paso. El olor metálico de su propia sangre llenaba sus fosas nasales, mezclado con la frescura de la noche. Al abrir la puerta, fue recibido por Elysia.

Elysia lo vio con preocupación y fue corriendo hacia él. Sus ojos se abrieron de par en par al ver la herida, y su rostro reflejaba una mezcla de miedo y angustia.

—Hermano, ¿qué te pasó? —preguntó Elysia con voz angustiada, mientras le tocaba el brazo con cuidado, notando el virote aún incrustado.

Yvalar, con un pequeño chasquido de dolor cuando Elysia le tocó el brazo, respondió: -Rápido, Elysia, trae las vendas y ungüentos. Tengo que sacarme el virote.

Elysia asintió. Mientras tanto, Yvalar pensaba en la mujer y las consecuencias que tendría el hecho de que ella había visto su rostro. Se preguntaba quién era realmente, ya que nunca la había visto antes. Se mantuvo en silencio mientras su hermana curaba sus heridas, sacando el virote con cuidado.

Elysia le indicó con urgencia: —Haz presión con esta venda. Voy a ir a buscar a Tobias.

Yvalar, arqueando una ceja y con una mueca de dolor, preguntó: —¿A Tobias? ¿Para qué?

Elysia puso los ojos en blanco, exasperada. —Es un clérigo de Eranthor y sabe curar, ¿o ya se te olvidó?

Con un suspiro de resignación, Yvalar asintió y presionó la venda contra la herida, sintiendo cómo la tela se empapaba rápidamente con su sangre. Mientras Elysia salía corriendo de la casa para buscar al joven clérigo, Yvalar se sumió en sus pensamientos en silencio, esperando a que volvieran.

Así, Elysia salió corriendo de su casa para buscar al joven clérigo Tobias y pedirle ayuda para su hermano. Mientras tanto, Yvalar se sumió en sus pensamientos en silencio, esperando a que volvieran.

Al llegar Tobias, rápidamente empezó a revisar el brazo de Yvalar y a rezar a Eranthor, invocando su poder. Posó sus manos sobre la herida y, con unos rezos, la herida comenzó a cerrarse poco a poco, aliviando el dolor y parando el sangrado.

Tobias, con una sonrisa cálida hacia Yvalar, le dijo: -Ya está, pero no muevas mucho el brazo. Te voy a poner esta venda; la herida se puede volver a abrir si haces fuerza.

Yvalar agradeció a Tobias por la ayuda, mientras Elysia se cruzaba de brazos y observaba a su hermano con suspicacia.

—¿Nos vas a decir qué te pasó? —preguntó ella.

Yvalar, sonriendo, respondió: -Tuve una pelea en los callejones, eso es todo.

Pero la astucia y perspicacia de Elysia le hicieron notar algo rojo en los labios de su hermano. Pasó su dedo por ellos y lo olió, mientras Tobias e Yvalar la observaban con atención.

Elysia, con una mirada de reojo y llena de suspicacia, exclamó: -Un momento...

Elysia, con los ojos entrecerrados y una expresión de asombro, exclamó: -¡Esto es lápiz labial de mujer! -Su voz denotaba una mezcla de sorpresa y entusiasmo.

Tobias no pudo contener la risa al escuchar la revelación de Elysia, mientras observaba la escena con diversión.

Yvalar, al darse cuenta de lo que su hermana había descubierto, se limpió apresuradamente los labios con la otra mano, dejando restos de lápiz labial en su manga. Sus ojos se abrieron como platos al ver la evidencia en su propia ropa.

Elysia, con una mirada suspicaz y una sonrisa pícara, bromeó: -No me digas que andabas de don Juan y su novio los pilló -soltó una risilla burlesca, disfrutando de la incomodidad de su hermano.

Yvalar, tratando de mantener la compostura, respondió con una sonrisa forzada: -No es eso, solo tuve una pelea, como te dije.

Elysia y Tobias intercambiaron miradas cómplices, alzando los hombros en un gesto de fingida credulidad.

-Sí, sí, una pelea que involucró un beso apasionado en medio de la noche -replicó Elysia con sarcasmo, levantando las cejas sugestivamente.

Yvalar, sintiendo que la situación se le escapaba de las manos, decidió poner fin a la conversación. Se levantó de la silla y, con un bostezo exagerado, anunció:

-Bueno, me voy a dormir. Estoy un poco cansado. Gracias, Tobias, por la ayuda. -Luego, dirigiéndose a su hermana, añadió-: Y la doña metiche también debería irse a dormir.

Elysia, lejos de sentirse ofendida, le sacó la lengua a su hermano en un gesto juguetón, cruzando los brazos en un fingido enfado.

Yvalar, aún con restos de lápiz labial en su rostro, se dirigió a su habitación, dejando atrás a una Elysia risueña y a un Tobias que trataba de contener la risa. La noche había sido larga y llena de sorpresas.

 

Al día siguiente Yvalar y Elysia se preparaban para ir al mercado y a la tienda médica, siguiendo las recomendaciones de Tobias para comprar vendas y otros suministros necesarios. Caminaban por el centro de la ciudad, con Elysia abrazada del brazo de su hermano, explorando cada puesto y realizando las compras pertinentes.

El mercado estaba lleno de vida y color. Los puestos de frutas y verduras mostraban una amplia gama de productos frescos: manzanas rojas brillantes, racimos de uvas moradas, zanahorias de un naranja intenso, y montones de hierbas aromáticas que llenaban el aire con su fragancia. Los comerciantes gritaban sus ofertas, atrayendo a los compradores con promesas de los mejores precios y la mejor calidad.

Elysia, con su habitual curiosidad y energía, se detenía en cada puesto, examinando las mercancías con interés.

De repente, Elysia se detuvo frente a un puesto de armas atendido por un enano herrero. Sus ojos se iluminaron como estrellas al posar su mirada sobre una guadaña con grabados hermosos y un filo espectacular.




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