La plaza de la ciudad era un punto de encuentro bullicioso y animado, rodeado de edificios de piedra y madera que albergaban tiendas, tabernas y casas de habitación. En el centro de la plaza, se alzaba majestuosa una fuente de mármol blanco, adornada con figuras talladas que vertían agua cristalina en una amplia pileta circular.
Los alrededores estaban bordeados por bancos de madera donde los ciudadanos se sentaban para descansar o charlar, mientras que vendedores ambulantes ofrecían sus productos desde coloridos puestos dispersos por la plaza. El suelo empedrado resonaba con el eco de los pasos de transeúntes y el bullicio de las conversaciones creaba una cacofonía constante.
Tobias, con su túnica verde de clérigo y su semblante sereno, se destacaba entre la multitud mientras predicaba desde un estrado improvisado, utilizando su voz resonante para difundir las enseñanzas de Eranthor entre los presentes. Sin embargo, el rumor que alcanzó sus oídos lo sacó momentáneamente de su discurso, llenándolo de preocupación y angustia
-¿No supiste? Lord Barren fue asesinado y dicen que fue el aprendiz de molinero -dijo un aldeano con indignación.
-¿Lord Barren? Por Virtandra, era el único noble que se preocupaba por nosotros. ¿Cómo ese muchacho descarado se atreve a hacer eso? Espero que lo ejecuten -respondió una aldeana, con la voz cargada de ira y tristeza.
Los murmullos y las palabras se extendían por la plaza como un zumbido incesante, llevando la noticia del asesinato de Lord Barren a todos los rincones de la ciudad. Era como un polvorín a punto de estallar, alimentado por la indignación y el dolor de la gente.
Tobias, con el corazón encogido, pensaba para sí mismo: "¿Yvalar? ¿Será Yvalar?". La idea de que su amigo pudiera estar involucrado en algo tan terrible le resultaba inconcebible.
Entonces, escuchó algo que le heló la sangre:
-Sí, dicen que tenía una casa cerca de los muros. La gente se está reuniendo, clamando venganza. Van a ir a quemarle la casa -dijo un aldeano con voz sombría.
En ese instante, un escalofrío recorrió el cuerpo de Tobias y la imagen de Elysia se apoderó de su mente. Sin pensarlo dos veces, dejó todo lo que estaba haciendo y se lanzó a correr hacia la casa de Yvalar, con el corazón agitado y la angustia creciendo en su pecho. "Elysia, Elysia, por Eranthor", repetía en su mente, desesperado por llegar a tiempo, aterrado por lo que los aldeanos enfurecidos podrían hacerle a la hermana del supuesto asesino de Lord Barren.
Cuando Tobias llegó a la casa,el olor a humo y madera quemada impregnaba el aire, mezclado con el penetrante aroma de los productos químicos utilizados en la ignición del fuego. El calor intenso de las llamas abrasaba el ambiente, haciendo que el sudor perlará la frente de Tobias ,sus rodillas cedieron y cayó al suelo, con lágrimas brotando de sus ojos. La visión que tenía ante él era desgarradora: la casa estaba envuelta en llamas, y una turba furiosa de aldeanos la rodeaba, lanzando piedras y más objetos para avivar el fuego. El crepitar de las llamas y los gritos de ira se mezclaban en un coro infernal que parecía consumir todo a su paso.
-No... Elysia... -murmuró Tobias con la voz entrecortada, sintiendo cómo su corazón se partía en mil pedazos.
La desesperación se apoderó de él, mientras veía cómo las llamas devoraban la casa, sin saber si Elysia estaba atrapada en su interior. La impotencia y el dolor lo inundaban, al pensar en el destino cruel que podría haber sufrido la dulce y inocente hermana de Yvalar.
Con las manos temblorosas y los ojos nublados por las lágrimas, Tobias se quedó allí, de rodillas, contemplando la escena de destrucción ante él. Su mente se llenó de recuerdos de Elysia, de su sonrisa cálida y su espíritu alegre. ¿Cómo podía el destino ser tan cruel? ¿Cómo podía arrebatarle a alguien tan puro y bueno?
Tobias cerró los ojos, elevando una plegaria silenciosa a Eranthor, rogando por un milagro, por una señal de que Elysia estuviera a salvo. Pero el crepitar de las llamas y los gritos de la multitud parecían ahogar cualquier esperanza.
Con el corazón destrozado y la mente nublada por el dolor, Tobias se quedó allí, impotente, viendo cómo el fuego consumía todo lo que alguna vez había sido un hogar lleno de amor y calidez. Y en medio de ese caos y destrucción, un solo pensamiento se aferraba a su mente: "Elysia, por favor, que estés a salvo. Que Eranthor te proteja".
Tobias permaneció allí hasta el anochecer, observando con impotencia cómo la casa de sus amigos se consumía por las llamas, reduciéndose a cenizas.
El aroma acre del humo persistía en el aire, mezclado con el olor a madera carbonizada y la sensación de cenizas flotando en el viento. La oscuridad de la noche envolvía la escena, interrumpida únicamente por el resplandor anaranjado de las llamas moribundas que se extinguían lentamente.
Tobias sentía el peso del desaliento sobre sus hombros, como una losa que amenazaba con aplastarlo. Cada llama que se apagaba era como un suspiro de resignación, un eco de la desesperanza que se aferraba a su corazón. Mientras observaba el espectáculo dantesco ante sus ojos, sus plegarias se elevaban en un clamor desesperado, buscando consuelo en un mundo desgarrado por la violencia y la injusticia.
Poco a poco, la multitud enfurecida comenzó a dispersarse, especialmente cuando llegaron los guardias. Sin embargo, ya era demasiado tarde. La casa estaba completamente quemada y la ira de los ciudadanos estaba a flor de piel. Algunos aldeanos reconocieron a Tobias como amigo de Yvalar y le escupieron insultos y maldiciones, culpándolo por asociación. Pero otros, que conocían la bondad de Tobias, lo defendieron y alejaron a los más furiosos, alegando que el joven clérigo no tenía nada que ver con el crimen.
Tobias, sin embargo, parecía ajeno a los insultos y las agresiones. Su mente estaba consumida por la preocupación por Elysia e Yvalar. No podía entender qué había llevado a su amigo a cometer un acto tan terrible, y el destino de Elysia le pesaba en el corazón como una losa.
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Editado: 12.06.2024