Novia Comprada

Prologo

Me observo en el espejo del salón de mi casa, la luz suave de las lámparas de cristal acaricia mi rostro. El vestido de gala, blanco como la nieve, resalta mi figura y me hace sentir extraña. Hay algo en la tela, en los bordes del corsé que me aprietan, que no me deja respirar tranquila. No es solo la incomodidad física, sino el peso de una decisión que no tomé yo. Mi futuro, mi vida entera, ha sido trazada por otros. Mi padre ha decidido que me casaré con un hombre al que no conozco, un hombre multimillonario al que solo he visto una vez, en una fiesta de caridad a la que asistí sin querer, como si fuera una invitación obligada.

Ahora, mi nombre está vinculado al suyo, y soy una pieza más en su juego de poder.

—Relájate, Valeria. Ya verás que todo saldrá bien —dice mi madre, mientras ajusta el velo sobre mi cabeza.

Probando todo antes del día de mañana.

Ella insiste en que me pruebe todo hoy, como si el simple acto de verme vestida de novia pudiera calmarme. No entiende lo que siento. Mi alma se hunde cada vez que veo el reflejo de esa mujer que ni siquiera reconozco, que está a punto de convertirse en esposa de un extraño.

—No entiendo por qué esto es lo único que se puede hacer —murmuro, aunque ya sé que mi opinión no cambiará nada.

En menos de veinticuatro horas estaré casada con este hombre al que no amo, con quien no tengo historia. Aún no he hablado con Leo, al que le pedí que nos viéramos esta noche para explicarle lo que está pasando.

Tengo dos años saliendo con Leo Mielkinis, un hombre caballeroso, aunque poco detallista, sin embargo me acostumbre a eso. Y me gusta, enserio me gusta. Su sonrisa, su forma de mirarme tan cálida. Es un buen hombre.

El no merece esto.

Mi padre se detiene en el marco de la puerta y mira hacia mi, en el reflejo del espejo nuestras miradas se cruzan.

Lo miro, veo su rostro en el reflejo del espejo. No es que quiera que me miren con pena, no es eso, pero no puedo evitar sentir que nadie entiende la gravedad de lo que me han obligado a hacer.

Mi padre esta ahí, parado mirando a su hija mayor de veintiséis años, probándose un vestido que no quiere, para casarse con un hombre que tampoco quiere, en una boda que el y mi madre han concertado.

—Sabes que no hay otra opción, Valeria. Si no te casas con él, perderemos todo. La casa, la empresa, todo—dice mi madre, tratando de convencerme con un tono que no me deja espacio para discutir. Mi padre carraspea y con una última mirada, se marcha. —Ese pobre hombre la tiene difícil con su empresa, su hermano, sus padres…es un acuerdo bueno para ambos. Estarás muy bien.

Me duele, pero aun así enfrentó a mi madre.

—No es un hombre pobre, es un multimillonario, mamá —replico, ya harta de la situación. —y no es mi culpa que papá tomara muy malas decisiones y ahora estemos en esta situación.

—¡Valeria! No hables así de él, por favor. No es apropiado. —Mi madre siempre ha sido muy recta, demasiado rígida en su forma de pensar. —tu padre hizo lo mejor que pudo con todo…la muerte de tus abuelos en aquel vuelo…

—¡Fue hace dos años!

—Sabes muy bien que eso destruyó a Jean—dice mi madre excusando como siempre a papá—, ningún hijo esta listo para perder a ambos padres de esa manera.

—Fue su decisión caer en el alcoholismo y las apuestas, fue su decisión atrasarse con la hipoteca de la casa y peor aún, fue su decisión aventarle aquel florero a la recepcionista que ahora lo esta demandando. ¡Su decisión! —grito. —¡como es que ahora también es su decisión arruinar mi vida y obligarme a esto?

Para ella, siempre seremos sus hijas pequeñas, aunque tengamos años y un mundo propio. Siempre seremos las niñas que ella crió, y nunca tendremos el derecho de decidir lo que queremos para nuestras vidas.

—¿No te duele que le arruine la vida a Leo? —pregunto, con la voz rota, pero con la firmeza de saber lo que esto representa. —¿De verdad no te importa que haga esto por una cuestión de negocios? —le cuestiono. —¿No te molesta que tu hija sea vista con un hombre durante dos años para luego casarse con otro de la noche a la mañana?

Mi madre baja la mirada, como si las palabras se le hubieran quedado atascadas en la garganta. Es consciente de lo que está pasando, pero no sabe cómo reaccionar.

Y, sin embargo, sé que no hace falta que hablemos más. Todo esto está mal, y lo sabe. Mi futuro ha sido vendido por un poco de dinero, por una estabilidad que ni siquiera puedo tocar con las manos.

El vestido, tan hermoso, fue hecho a medida por una diseñadora de renombre. Cuando me lo entregaron, supe que no se trataba de una boda planeada de un día para otro. No. Mi familia ya sabía que este matrimonio se vendría. Ya lo habían decidido mucho antes de que yo siquiera lo supiera. Mis deseos, mis temores, mis anhelos... todo eso no importó en lo más mínimo.

No puedo decir que estoy enamorada de Leo, pero después de todo lo que hemos vivido, él no merece que lo deje por un hombre al que no conozco.

Un hombre que me miró en algún momento sin que yo me diera cuenta hasta que no fue tarde, con esos ojos fríos y calculadores, como si estuviera evaluando algo, como si ya me tuviera en sus manos.

Esa mirada helada que recorrió mi cuerpo como una corriente gélida, la misma que me sigue persiguiendo cada vez que pienso en él.




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