Novia Comprada

Capitulo seis: Compromiso de Pietro V.

Pietro Vanderweed

Me senté, frotándome los ojos, intentando ordenar mis pensamientos. Recordaba fragmentos dispersos de la noche: la risa, la conversación, el alcohol que no dejaba de fluir… y, por supuesto, la mujer.

"Una mujer."

Pero, por más que lo intentaba, no lograba recordar quién era. Algo en su rostro, en su cuerpo, me era familiar, pero la neblina de la resaca nublaba mi memoria. Sentí una frustración creciente, no porque me arrepintiera de haber estado con ella, sino porque no podía recordar detalles importantes. ¿Con quién había estado? ¿Qué había pasado exactamente? Mi cabeza seguía dando vueltas alrededor de esa incógnita.

La última vez que dejé que una mujer se acercara demasiado a mí, pagué un precio muy alto. Serena, que parecía perfecta al principio, que ganó mi confianza con el tiempo. Pero, al final, su amor no fue suficiente para evitar que me traicionara. Sus mentiras estaban tan cuidadosamente tejidas que nunca las vi venir, y cuando la verdad salió a la luz, todo se rompió. Desde entonces, aprendí a protegerme. Confiar en alguien era un lujo que no podía permitirme. Y ahora, el matrimonio era solo otro contrato, otro acuerdo. Un pacto de negocios, claro y sencillo.

Apreté los puños. No importaba. Lo que había hecho anoche no podía deshacerse. La realidad era que tenía un compromiso que cumplir. Esta noche no importaba, no más que lo que venía después. Hoy, a las doce en punto, me casaría con Valeria. Un matrimonio concertado, sí, pero uno necesario, parte del acuerdo familiar y de lo que se esperaba de mí. No había espacio para sorpresas, no más incertidumbre.

Valeria era una mujer que, aunque apenas conocía, encajaba perfectamente en el papel que debía desempeñar en mi vida. Sabía que no la amaba, pero eso no importaba. Yo necesitaba estabilidad, y ella sería esa estabilidad. Este pacto se hizo semanas atrás, y no había espacio para dudas ni equivocaciones.

El matrimonio ya no debía ser sobre el amor. Ya no debía ser sobre la pasión ni la confianza. Era un contrato, un acuerdo firmado por ambas partes para garantizar seguridad. No más sorpresas, no más engaños. Solo una vida construida sobre el entendimiento mutuo, donde las emociones no tenían cabida. Lo había aprendido por las malas. Mi confianza estaba reservada para pocas cosas, y ninguna de esas cosas eran las mujeres.

Si ella estaba de acuerdo, yo estaba de acuerdo. ¿Qué más podía importarme?

Me levanté con dificultad y comencé a caminar de regreso a la casa. El aire fresco me ayudó a despejar un poco la cabeza. Al llegar, vi a uno de los sirvientes de la familia, que ya había traído los trajes para el matrimonio. Tres opciones cuidadosamente seleccionadas por mi madre, como siempre. Me entregó los trajes con un tono casi reverente.

—Elija el que prefieras, Señor Pietro—me dijo, sonriendo con respeto.

—Tráigame algo para la resaca uy para el dolor de cabeza, Metwus. —le dije al hombre de escaso cabello que se estaba hospedado en el otro extremo del hotel, parte del espacio que había reservado para nosotros. Tres sirvientes. Dos habitaciones para Nikolas. Un salón privado para la despedida de solteros. Cuatro habitaciones para los invitados de la fiesta y tres habitaciones para mi.

Este hotel quedaba bastante cerca de la costa y de la casa de Valeria. Lo suficiente para que me permitiera estar cerca de la oficialía y también de la casa de Valeria para concretizar los detalles mas importantes del contrato.

Su padre, un hombre subido de peso con poco cabello en su cabeza, se encargó de tramitar casi todo.

Yo a Valeria solo la he visto en fotos y por lo que lo que los detectives, tres en efecto, me han contado. Profesora de artes que recientemente inicio sus vacaciones de verano. Amante de los animales. No sale mucho a fiestas ni tiene amigos. Su hermana menor se llama Sierra y es quien la acompaña a casi todas partes, ella sí que es la contraparte de Valeria.

Y gracias a Cielo no es con quien voy a contraer matrimonio.

—Claro, Señor Pietro. Ahora mismo. —la voz de Metwus me hace volver al presente y asiento. El hombre se va y cierra la puerta tras su salida.

Miro los trajes y pienso en mi madre.

Mi madre no estaba, pero ella sabía mis gustos. Y yo la dejaba.

Ella había esperado demasiado porque su hijo se casara. Mi madre, Ariadna, nombre griego al igual que el de Nikolas y el mío, que en realidad es Petros, pero que lo odie y cambien nada mas llegar a los dieciocho años. Para mi madre, para nuestra familia, las raíces eran importantes, así como también lo era tener una esposa, una compañera de origen griego. Mi madre estuvo sumamente feliz cuando supo de la cancelación del compromiso con Serena. Para mi madre, nunca fue la mujer perfecta.

Así que una pequeña mentira piadosa no podía hacer daño.

Un acuerdo que mi madre no tenia idea.

Me voy a casar con Valeria hoy pero mi madre no tiene idea de que ha sido un pacto.

Un convenio.

Mi padre si.

Pero a él, le da igual lo que sus dos hijos hagan con su vida con tal de no molestarles ni estorbarles en su retiro espiritual en alguna parte del desierto del Sahara.

No le importaba no estar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.