Novia Comprada

Capitulo Nueve: Futuro ciego

—Es hora de que te pongas los zapatos, Valeria —dijo la modista, cortando mis pensamientos. Había algo en su tono que no me dejaba lugar para dudas. Era el momento de avanzar. Las puertas se habían abierto y ya otra vez la habitación estaba llena.

Con mi madre encabezando el proceso. Juzgando cada mirada entre Sierra y yo.

Me senté en una silla junto al espejo y observé cómo me colocaban los zapatos. Eran unos stilettos blancos, con detalles en cristal. Me dolían los pies solo de verlos, pero de alguna manera sabían cómo completar el look. Mi madre siempre había sido una mujer que valoraba la apariencia, que nunca permitía que una de sus hijas se presentara ante el mundo sin la perfección que se esperaba de nosotras. Todo debía estar en su lugar.

Las horas parecían desmoronarse lentamente mientras el reloj avanzaba, y con cada segundo que pasaba, mis nervios se acrecentaban. El maquillaje estaba perfecto, el vestido ajustado como un guante, los zapatos tallados para la ocasión, pero había algo en mi interior que me decía que no estaba lista. ¿Cómo podría estarlo? Apenas conocía a Pietro. Estaba aquí, en este momento, y en unos minutos sería mi esposo, el hombre con quien pasaría el resto de mi vida. Y sin embargo, lo único en lo que pensaba era en …

No.

No puedo seguir en este circulo vicioso..

Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando la puerta se abrió con suavidad y una de las modistas entró, seguida por un pequeño ejército de otros asistentes que traían más accesorios. Mi madre sonrió de manera casi satisfecha.

—Vamos, Valeria. Es hora de que nos vayamos a la oficialía. Tu futuro esposo está esperando.

El comentario me hizo sentir un vuelco en el estómago. Mi futuro esposo.

El coche llegó hasta la entrada de la Oficialía, y mi madre me miró, dándome una última mirada evaluadora antes de que me ayudara a bajar. El peso de mis zapatos me hacía caminar lentamente, como si fuera incapaz de dar un paso sin sentir que todo era un acto de teatro. De alguna manera, mi alma no estaba allí, no estaba presente, pero mi cuerpo obedecía, como una marioneta que seguía una rutina preestablecida.

Mi hermana Sierra se adelantó para entrar en la oficialía, su rostro radiante con una sonrisa de nerviosismo y emoción. Yo, por mi parte, sentía como si el mundo estuviera demasiado quieto. Los pasos resonaron en el silencio mientras me dirigía hacia dentro.

Es entonces cuando lo veo. Ahí estaba él. Pietro Vanderweed, con su elegante traje oscuro, de pie frente a todos, esperando que yo llegara. En su rostro no había una expresión visible de emoción, solo una máscara de seriedad, como si todo estuviera sucediendo de acuerdo a un plan perfectamente establecido. No pude evitar preguntarme si él también sentía el nudo en su estómago, si él también estaba pensando en algo o alguien que no fuera yo.

Pero no podía permitirme distraerme. El momento había llegado. Con cada paso hacia él, el peso de mi futuro se hacía más palpable, y la imagen del hombre en la playa se desvanecía lentamente. Estaba aquí para casarme con Pietro, y esa era la única verdad que debía abrazar.

El aire estaba pesado cuando entré en la oficialía de registro, el lugar frío y rígido que me aguardaba para sellar mi destino. El sonido de mis tacones retumbaba en el silencio de la sala, como un recordatorio de lo irrevocable que era todo esto. Mis manos temblaban de forma incontrolable, y, por más que trataba de ocultarlo, era imposible. Podía sentir cada latido de mi corazón, acelerado, en mi garganta.

Pietro estaba allí, de pie junto a una mesa, acompañado por su hermano Nikolas, supongo. Mi hermana se encargó de googlearlos antes de llegar a la oficialía en la limosina que el propio Pietro había enviado. Su figura se erguía con una distancia que me hacía sentir ajena, como si estuviéramos en dos mundos paralelos. La sensación de estar frente a un desconocido me invadió al instante. Su presencia estaba marcada por la frialdad, por la profesionalidad que tan bien había aprendido a adoptar para cubrir sus verdaderos sentimientos.

Mis padres estaban a un costado, en silencio, con esa mirada calculadora que siempre tenían cuando se trataba de cuestiones formales. Y mi hermana Sierra, tan parecida a mí en muchos aspectos, parecía estar sufriendo una mezcla de tensión y nerviosismo, pero de alguna manera, me transmitía una cierta calma, como si tratara de convencerme de que todo esto terminaría bien, aunque mis propios pensamientos se rebelaban contra esa idea.

Me acerqué con pasos vacilantes y, cuando mis ojos se cruzaron con los de Pietro, sentí una incomodidad que no podía explicar. No era el Pietro que había imaginado, el que había intentado pensar que me amaría nada mas verme, una tonta idea absurda para restar un poco de importancia al hecho de que me estaba casando con un completo extraño. Era como si en este momento él no estuviera aquí realmente. Estaba distante, pero esa distancia era algo más profunda. Algo en su mirada me provocó una extraña sensación, una que no había experimentado antes, y eso solo hizo que mi ansiedad creciera aún más.

—Ven. —dijo, extendiendo su mano y yo la tomé seducida pro su voz y porque en verdad necesita apoyarme en algo.

Sin embargo, no fue solo su mirada. Fue algo en su tono de voz lo que me desconcertó. La forma en que me habló para confirmar que tomaba mi mano, para darme su apoyo… había algo familiar en ese tono, algo que me erizó la piel. Mi corazón dio un salto.




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