Novia Comprada

Capitulo Once: Cerca

Valeria Gregor

Pietro cerró la puerta del coche tras ayudarme a bajar, y su gesto no delató ni un atisbo de emoción. Observé la mansión con detenimiento mientras avanzábamos hacia la entrada principal. Las enormes columnas blancas y las puertas dobles de hierro forjado parecían pertenecer más a un museo que a un hogar. Era un monumento a su estatus, a su poder, y a todo lo que yo no entendía de él.

La mansión se alzaba frente a mí como un castillo, con su fachada blanca reluciendo bajo el sol y rodeada de jardines llenos de flores y árboles que parecían sacados de un cuento de hadas.

Una mujer mayor con uniforme impecable se adelantó hacia nosotros. Su postura era perfecta, y sus manos se juntaron frente a ella en un gesto profesional. Debía de tener unos 50 o 60 años, no lo sé con exactitud. Sin embargo, su forma de pararse. Su uniforme bien planchado, Podría hasta jurar que lleva maquillaje puesto.

Parece sacada de una caricatura d ellos años cincuenta de esas películas de millonarios en blanco y negro.

—Bienvenidos, señor y señora Vanderweed —dijo con voz medida—. Sra Vanderweed, Mi nombre es Agnes. Soy la encargada del personal. Por favor, permítame acompañarlos a su habitación para que puedan acomodarse. — Es un placer volver a verle Sr Vanderweed.

Antes de que pudiera responder, o corregirle a la dama que yo seguía siendo Gregor y que no tenía intenciones de cambiarme el apellido y asumir el de Pietro, el susodicho asintió con un leve movimiento de cabeza y colocó su mano en la parte baja de mi espalda, guiándome hacia dentro. Sentí su control constante, como si todo en su mundo estuviera diseñado para cumplir su voluntad.

Y no dudo que así fuera.

—Vamos, querida. —dijo y supuse que tampoco la encargada del personal debía saber que yo fui comprada como un objeto en el mercado.

Suelto un suspiro y sigo detrás de mi esposo en silencio.

Cuando crucé las enormes puertas, sentí que estaba soñando. Pero jamás imagine lo que me encontrara al entrar. Todo era más grande, más brillante y hermoso de lo que jamás imaginé.

Al cruzar el umbral, me detuve en seco. El interior era inmenso, con techos tan altos que parecía que no tenían fin. El suelo de mármol brillaba como un espejo, y el aire olía a algo fresco, como flores recién cortadas.

Pero lo que más me impactó fue la escalera en el centro del vestíbulo. Era enorme, hecha de madera oscura, con una barandilla tallada que parecía contar historias de otro mundo. Subía en dos direcciones desde un rellano, como si te estuviera invitando a explorar los secretos del piso de arriba.

A mi alrededor, cada detalle parecía perfecto: los ventanales enormes que dejaban entrar la luz del sol, los muebles elegantes, las alfombras suaves. Nunca en mi vida había visto algo así. No podía creer que este fuera mi hogar ahora.

Mientras avanzaba hacia el salón principal, sentía un nudo en la garganta. La piscina infinita afuera parecía unirse con el mar, y más allá, el horizonte brillaba como una promesa. Por un momento, casi tuve miedo de moverme, como si algo tan hermoso no pudiera ser real, como si no perteneciera a este mundo.

Ese día me di cuenta de cuánto había cambiado mi vida. Yo, que venía de un lugar donde todo era pequeño y sencillo, ahora caminaba por una casa que parecía hecha para la realeza. Pero en el fondo, me preguntaba si algún día podría sentir que realmente pertenecía aquí.

La habitación que nos asignaron era enorme. Las ventanas cubrían una pared entera, ofreciendo una vista impresionante de los jardines iluminados por la luz tenue del atardecer. El mobiliario era de una elegancia sobria, con tonos neutrales que no lograban hacer el espacio más acogedor.

Pero era obvio que no era la habitación de Pietro. Alli todo estaba tan bien organizado y decorado que se notaba que nadie se había hospedado jamás.

—Espero que esto sea de tu agrado —dijo Pietro mientras observaba la habitación con ojos críticos—. Si necesitas algo más, no dudes en pedírselo a Agnes. Ella se asegurará de que estés cómoda.

—Gracias —respondí con un hilo de voz, sintiéndome insignificante en medio de toda aquella opulencia. —esta no es tu habitación…digo…si es la que nos están…

—Agnes, se puede retirar. —dijo y yo miro hacia atrás para darme cuenta de que la mujer me mira azorada. —te llamaremos si mi señora o yo necesitamos algo. —mis mejillas se tiñeron de rojo.

—Lo siento…no sabía que ella seguía aquí…

—Ella siempre estará cerca si le necesitas.

—No respondiste….

—No me has hecho ninguna pregunta, Valeria. —dijo sin sonreír.

Me quito la chaqueta porque de repente un calor abrazador a comenzado a apoderarse de mi cuerpo.

O quizás el nerviosismo de tenerle tan cerca.

En una habitación.

Solos el y yo.

Como si el leyera mis pensamientos cerró la puerta y me dijo

—Quiero que sepas algo, Valeria —, girándose para mirarme directamente—. No estoy aquí para hacerte la vida difícil. Lo que sea que hayas pensado antes de este momento, olvídalo. Ahora somos socios, y este matrimonio, aunque poco convencional, puede ser beneficioso para ambos si lo manejamos correctamente. No pretendo hacerte daño y espero que tu no intentes siquiera hacérmelo a mi.




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