Novia Comprada

Capitulo doce: noche de bodas

Capitulo Doce

Pietro parecía cómodo en su papel, como si estuviera acostumbrado a manejarlo todo con precisión y sin margen de error.

—Gracias Agnes. —dijo él una vez que llevaron todo a la mesa, desde tzatziki; pero no cualquier tzatziki. La crema de yogur era tan suave y ligera que parecía una nube. Sobre ella, láminas finas de pepino enrolladas como rosas y gotas diminutas de aceite de oliva que reflejaban la luz como oro líquido. Lo acompañaron con triángulos de pan pita recién horneado, perfumado con hierbas y un toque de ajo. Luego trajeron un dolmadakia, pero estos no eran los simples rollos que recordaba. Las hojas de parra estaban dispuestas como una flor abierta, y en el centro, un pequeño cuenco de porcelana contenía una reducción de limón y miel. Cada bocado era un contraste perfecto entre lo ácido y lo dulce.

El plato principal fue un espectáculo: moussaka, servida en una fuente individual de cobre martillado. Las capas de berenjena, carne especiada y bechamel parecían talladas, tan perfectas eran sus líneas. Encima, un adorno de flores comestibles y hierbas frescas. La primera cuchara reveló un aroma cálido a canela y nuez moscada que me envolvió, transportándome a otro tiempo.

—Wao…—susurré mientras mi copa de vino blanco era servida por uno de los mozos, o no se ni como llamarles.

Yo estaba absorta.

Este mundo…yo no sabia nada de este hombre ni de su mundo.

Había cuatro personas allí; Agnes, la encargada de personal y tres hombres más.

Todos parecían contentos con su trabajo.

Yo, en cambio, apenas podía concentrarme en los detalles de la conversación.

Mi mente divagaba mientras él hablaba de la reunión de mañana, mencionando nombres y temas que no me sonaban familiares. Sentí una punzada de frustración. Estaba claro que esperaba que simplemente me adaptara, que encajara en su mundo sin cuestionar nada.

Pero me era imposible.

Parecía como si el creyera que yo había investigado su vida como estoy segura que el ha investigado toda la mía.

La cena transcurrió en silencio la mayor parte del tiempo. Aunque los platillos eran exquisitos, no tenía apetito. Cada bocado me recordaba que estaba rodeada de lujos que no me pertenecían. Observé a Pietro mientras comía con la elegancia de alguien que había sido criado en ese entorno. Parecía tan ajeno, tan inaccesible.

Tan inalcanzable.

Y así mismo es como me sentía.

Como si jamás yo fuera a estar a su altura.

—¿Estás bien? —preguntó de repente, su voz rompiendo el silencio. —¿pasa algo con la comida? ¿hay algo que no sea de tu agrado?

Sacudo la cabeza y le doy un sorbo al vino blanco que me ha servido uno de los caballeros vestidos de camisa blanca y pantalón negro.

—todo está bien. —digo después de un momento. —todo esta perfecto. —susurro.

Pero nada lo está.

Así no me imaginaba mi noche de bodas.

Todo lo contrario a esto.

Casad por dinero….jamás entró en mis planes matrimoniales

Ni es mis más grandes sueños.

—¿Qué es lo que sucede? ¿siempre estas así de callada en las cenas?

Asentí, incapaz de encontrar las palabras adecuadas para describir lo que sentía. ¿Cómo le explicas a alguien que te sientes como una extraña en tu propia vida?

¿Qué no tiene idea de que hacer o decir sin sentir que va a ofender a su nuevo esposo?

—Sé que esto es... mucho —continuó, dejando su copa de vino sobre la mesa—. Pero te prometo que no será siempre así. Solo necesito que tengas paciencia. La paciencia, querida Valeria, es una virtud. Y te aseguro que puedes ser feliz aquí.

—supongo que si. —añado sin mirarlo y viendo de reojo al personal.

El, al parecer siguió mis ojos y sin el menor miramiento los mandó a salir del comedor.

—¿te sientes mejor ahora?

—Gracias. —digo soltando un suspiro. —no estoy acostumbrada a que me miren mientras como.

—Aquí ellos están para servirte.

—No soy una princesa, aunque esto parezca un castillo.

—Están bajo tu servicio ahora. Eres la señora de la casa. Te lo he dicho. Este…matrimonio, necesito que te sientas cómoda aunque fue planificado con poco tiempo.

—No pasa nada…—digo restando importancia. —la verdad es que…—comienzo a decirle que hasta el día anterior ni siquiera sabía de su existencia, pero el me interrumpe.

—No pretendo meterme en tu camino. No me interesa concoerte, al menos no tanto como un marido convencional. Con que me respetes a mi como tu esposo y respetes nuestro matrimonio tengo más que suficiente.

—Yo…

—Mi madre siempre ha dicho que la base de un buen matrimonio es el respeto y la confianza. Lo demás se logra en el trayecto.

—tu madre parece haber hablado con la mía. —digo. —es justo lo que mi madre me ha dicho antes de ponerme el vestido esta mañana.

—Pues por algo ha de ser.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.