Rafaela
Me levanté con la sensación de haber tenido un mal sueño. Miré la hora de mi teléfono, para luego asegurarme que estoy en mi habitación y en mi departamento. Recuerdo la idea boba del gerente y luego me excuse con que tenía hora con el doctor para salir de ahí. ¿En serio pensara hacer lo que me dijo? No estoy preparada para un rol de asistente personal, menos para alguien tan “perfecto” como él. Por eso suspiro mientras camino al metro, suspiro dentro del carro aplastada como sardina, y suspiro al subir por el ascensor a las oficinas.
—¿Qué te pasa? —me preguntó Sofia sentándose a mi lado.
Suspire.
—Quisiera irme a la Luna y no volver —le respondo desanimada, y me mira alzando sus cejas.
—¿Tan mal? ¡Vamos amiga, animo, aun eres joven y bella! Si te pusieras más maquillaje y ropa con más estilo tendrías un par de hombres detrás de ti —sonrió.
La verdad que lo que menos quiero son más hombres cerca. Cada vez que uno se ha cruzado en mi camino ha sido sinónimo de problemas. ¿Por qué Dios no mejor me manda dinero en vez de hombres sexys, guapos e inalcanzables?
—Buenos días, señoritas —nos saludó nuestro jefe Daniel sonriendo radiante.
Verlo así, con esa aura de tranquilidad y felicidad, es como la cura a mi alma atormentada, me hace olvidar al gerente, que es todo lo contrario de nuestro dulce y angelical jefe.
—¿Con que él te gusta?
—No lo sé, pero cuando está cerca es como si un ángel del cielo ha bajado a consolarme —respondo sonriendo embobada.
Pero… un momento, esa no era la voz de Sofia, incluso era una voz demasiado masculina. Me quede paralizada al darme cuenta de que lo peor es que he respondido en voz alta, al girarme veo al gerente general mirándome con seriedad. Doy un salto hacia atrás espantada ¿Piensa acaso aparecerse hasta en la sopa?
Su rostro luce tan serio como siempre, pero veo que su ceño está más arrugado de lo usual. Creo que he quedado como una tonta, y suerte que mi jefe Daniel no me escuchó ya que se había ido a su oficina antes de decir aquella bobada.
—Supongo que si Daniel es un “ángel” ¿Qué soy yo entonces? —alzó una ceja al preguntarme.
—Por esa mirada suya y que no suele sonreír, su seriedad y su ceño siempre arrugado, un demonio… uno cruel y despiadado—mascullé para mí misma.
Me contempló sorprendido luego solo entrecerró los ojos dándome la espalda.
—Bien señorita Torres, quiero que venga a mi oficina en una hora más, tengo una reunión importante y necesito de su presencia.
Y sin decir más se alejó caminando por el pasillo. Siento que lo que acabo de decirle le ha molestado, pero alguien tenía que decírselo, es tan joven, incluso dos años más que yo, pero va camino a ser una fiel copia de su padre. Cruzo los brazos moviendo la cabeza en forma afirmativa, solo espero que no se lo tome personal. Suspiro, desanimada. No puedo evitar ahora arrepentirme de lo que dije, porque lo de “cruel y despiadado” estuvo demás.
—Vaya, no pensé que ustedes se tenían esa confianza —me habló Sofia y ahí recién recordé que ella estaba cerca—. Yo con solo ver al gerente general siento que mi alma se congela, no puedo decir ninguna palabra y tú en cambio le dijiste hasta lo que piensas de él, eres muy audaz.
“¿Audaz? Más bien dicho una boba que habla sin pensar en las consecuencias.
—Pienso que solo he provocado que me anoté en su lista negra —señalé.
Al escucharme Sofia se rio desconcertándome, no entiendo por qué, no dije nada gracioso. Me miró divertida.
—No lo creo, cuando el gerente te dio la espalda sonrió y se fue así a su oficina —me indicó para luego preguntarme si quería ir por un café.
Le dije que por ahora no mientras tomo asiento en mi lugar y enciendo la computadora sin dejar de pensar en las palabras de Sofia ¿De verdad se fue sonriendo? Habrá pensado que lo que le dije fue un halago, no, no, se supone que con lo inteligente y dotado que es no se confundiría de esa forma. Y conforme con esta conclusión moví la cabeza y me puse a trabajar.
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Leonardo
—Luces muy alegre hoy ¿Todo salió bien? —me preguntó Daniel entrando a la oficina con unos documentos para la reunión.
—No, el agua de la ducha volvió a estar fría, y mi auto, aunque no se quedó botado en el camino tiene ahora problemas con el motor —le dije sin evitar sonreír.
—¿Y por qué sonríes?
—Siempre han dicho que tú y yo somos dos puntos contrarios, tu eres el angelical gerente del área de Marketing y Documentación, y yo el demonio de Gerencia General —indiqué cruzando los dedos de mis manos mientras apoyo mis brazos en el escritorio—. Pero nunca pensé sentirme alabado por eso.
Me miró sorprendido y luego se rio.
—No entiendo mucho de lo que estás hablando, pero si eso te pone feliz, me alegro mucho, últimamente te he visto más estresado de lo usual y temí que había problemas con tu madre y tu padre —me habló sonriendo.
Me levanté de mi asiento.
—Sí, aunque temo que mi madre está jugándome sucio y aun no puedo llegar a la conclusión de que es lo que busca —le indiqué con seriedad—, la última vez fue capaz de obligar a Rafaela a venir a cenar con nosotros y la emborrachó con el único propósito que tuviera que llevármela a mi casa por no saber en dónde vive ¿Desde cuándo yo tengo que saber dónde vive cada una de las personas que trabajan para nosotros?
—Te diría que busca emparejarlos, pero… —se tocó la barbilla colocándose serio— Rafaela es una chica humilde, y tu madre siempre ha intentado relacionarte con modelos top o mujeres de familias ricas.