Novia desafortunada

Una noche juntos

Rafaela

 

—¿Podría saber qué hace en mi casa? —me preguntó el gerente mientras entra a su hogar encontrarse de frente a mi incomoda presencia.

 

Suspiré sin ánimos de responderle, todo lo que pasa es su culpa y mínimo debería ser más amable a estas alturas. Entrecierro los ojos ante su confusión. Y por mi silencio lo noto inquieto, se quita la corbata y se desabrocha los primeros botones de su camisa. 

 

—Escuche, señorita Torres, no quiero sonar grosero, pero en estos momentos no busco tener una relación, solo enfocarme en mi trabajo, aunque usted venga a mi casa no espere nada de mí, la respeto como para no ponerle un dedo encima —señaló con una cortesía tan abismante que me dieron ganas de abofetearlo, no es por ser violenta, pero acaba de rechazarme cuando ni siquiera estoy aquí por las conclusiones que ha sacado. 

 

—En serio te has casado con tu trabajo —musitó Daniel apareciendo en el lugar con una leve sonrisa—. Tranquilo, fui yo quien trajo a la señorita Rafaela a tu hogar, no tiene donde más ir.

 

Leonardo arrugó el ceño sin quitar la mirada de nuestro gerente del departamento de marketing, quien solo alzó sus cejas con inocencia antes de volver a sonreír. 

 

—El tema es que no puedo volver a casa, no puedo quedarme en la oficina, no puedo siquiera ir donde una amiga, y menos al supermercado ¡Porque todos esos periodistas no dejan de acosarme sobre ese beso que jamás fue beso! —me senté en el sofá ofuscada rechinando los dientes de solo pensar que me sigue molestando estar metida en todos este lio sin siquiera que valga la pena. 

 

Ambos guardaron silencio antes de mirarse. 

 

—Leonardo, creo que por lo menos deberías darle ese beso, digo por último porque creo que la señorita Rafaela está molesta por eso —le susurró, aunque igual pude escucharlo y sentí que el calor se me subía a la cabeza. 

 

—No digas eso —refunfuñó el gerente cruzando los brazos—. Lo que quiere la señorita Torres es respeto y eso le daré...

 

Juro que en ese momento lo que menos quiero es ese respeto de caballero del siglo pasado, pero en todo caso tampoco es el instante para pensar en un beso que no fue. Suspiré con ganas de enterrarme dentro del sofá y desaparecer. 

 

—Lo que no entiendo si podías llevarla a tu casa ¿Por qué la has traído aquí? —le preguntó como si yo no estuviera presente, no hace unos segundos hablaba de respetarme. 

 

Se acercó más a él y colocando un dedo sobre su frente le dio un pequeño golpe ante la sorpresa del gerente, que se tocó por el dolor sin entender las razones de Daniel para hacer algo tan infantil. Pero este sonrió luego de mover la cabeza a ambos lados. 

 

—Y se supone que el ingenuo e inocente era yo, bueno cuídala, nos vemos señorita Rafaela —y sin más salió de la casa pese a los reclamos del gerente que lo siguió hasta la misma puerta sin dejar de pedirle que le explicara que quiso decir. 

 

Tomé mi pequeña maleta incómoda para luego mirar mi teléfono y pensar que hubiese sido mejor pedirle el favor a Sofia, incluso durmiendo en el suelo era mejor que estar en este lugar. Más cuando ahora veo al gerente volver de mal humor. Sus ojos se quedaron detenidos en los míos arrugando el ceño e hice lo mismo.

 

—Bien, en todo caso tenerte cerca mejora mi suerte de cierta forma —suspiró despeinándose—. ¿Quieres darte una ducha? 

 

—¿Perdón? —dije sin entender sus intenciones. 

 

—Debes venir cansada y con todo esto tal vez ni siquiera pudiste ducharte en casa, voy a buscar unas toallas, luego te mostrare la cama —agregó dándome la espalda mientras se dirige a una habitación. 

 

—Pensé que en esta casa solo había una cama ¿Tiene un cuarto de visitas? —le pregunté en cuanto apareció con las toallas. 

 

Movió la cabeza en forma negativa, con tranquilidad dejando las toallas en el baño sin responderme, para luego salir y fijar sus penetrantes ojos en mí. 

 

—Solo tengo una cama, pero es lo suficientemente grande para compartirla, no tengo problemas si quiere pasar la noche conmigo —dijo con seriedad ante mi rostro estupefacto. 

 

Creo escuchar lo que creí escuchar ¿Pasar la noche juntos? Un segundo, el hombre que ni siquiera me ha besado me está diciendo que ¡Compartamos cama! 

 

—Creo que se está confundiendo, señor gerente, tampoco estoy en estos momentos preparada para tener nada con otro hombre —me basta con el imbécil que me dejó en el altar. 

 

Alzó sus cejas, confundido. 

 

—Creo que me ha malinterpretado, no me refiero a "eso" me refiero solo a dormir —luego señaló el sofá en donde estoy sentada—. Aunque es grande y mullido no será cómodo para dormir, lamentablemente yo mañana tengo una reunión importante y debo dormir bien, y a la vez no me parece que usted deba dormir incomoda, sea las circunstancias que sean que la hayan traído a este lugar, no corresponde. 

 

—Pero sí corresponde... ¿Qué duerma en su cama? ¿Con usted al lado? —le pregunté incrédula. 

 

—No se preocupe, confío en que usted se comportara —y sin más tomó mi maleta—. Entonces ¿Dejo esto en mi habitación?

 

Y moví la cabeza sin pensar demasiado, aun sin creer que en un rato más estaré dentro de la cama del gerente de los hoteles Hall pero de una forma que nadie me creería, durmiendo como dos hermanos. Ni siquiera sé que pensar ¿O será que no soy nada atractiva para el gerente? Pensé en eso otra vez mientras me miro en el espejo del baño antes de darme una ducha tomando las toallas que ha dejado para mí. Tienen su aroma y eso me inquieta pensando que esa cama debe oler a su perfume. Siento que el calor se sube a mi cabeza y sin pensarlo me meto al agua fría de la ducha dando un chillido. 




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