Leonardo
—Y no pude dormir nada —me alcé de hombros luego de contarle a Daniel la razón del porque tengo esta cara y ojeras.
Me miró estupefacto, tanto que ni siquiera se da cuenta que está derramando su bebida cola en el piso.
—¡¿Estas botando tu refresco!? —le grité arrugando el ceño molesto al ver como ensucia el reluciente piso de mi sala de estar.
Levantó la botella dejándola sobre la mesa, pero sin borrar la expresión de su rostro.
—Me… estas diciendo… que invitaste a Rafaela a dormir en tu cama —y de repente golpeó mi escritorio asustándome—. ¿A quién se le ocurre invitar a una mujer a su cama solo para dormir? ¡Está bien que tu nivel hormonal sea menor que la de un hombre normal! Pero no puedes decirme que no le tocaste un solo pelo.
Lo contemplé anonadado ¿Por qué se molesta tanto? ¿Acaso la señorita Torres le gusta? Eh ¿Escuché bien? ¿Qué quiso decir con mi nivel hormonal? Arrugué el ceño.
—Solo fui amable, no podía permitir que durmiera en ese duro sofá —reclamé dolido por su reacción.
—¿Duro tu sofá? Pero Leonardo es un sofá de Milán, lo mejor en calidad, es más cómodo que el 80% de las camas del país, además mírate —suspira tomando asiento—, siquiera no te hubiera afectado en nada no hubieses llegado en ese estado.
Refunfuñé molesto.
—Nada hubiera pasado si ella no hubiese dicho que me veo lindo durmiendo —sentí que la vergüenza me cohibía y trague saliva—, dijo además que soy apuesto… nunca me espere que pensara eso de mí… lo hubiera sabido no la invito a mi cama…
Daniel alzó ambas cejas e intentó pensar, pero perdiendo la paciencia me quedó mirando y suspiró antes de hablar.
—¿Qué piensas de Rafaela? La verdad no lo entiendo, ¿Cómo puedes meter a una mujer en la cama como si nada? Quiero entenderte, pero no puedo… ¿Eres homosexual? —al escucharlo abrí los ojos e hice una mueca sin saber si se estaba burlando de mí.
—La señorita Torres, es una buena chica, algo estúpida, pero buena, más no está en mis parámetros, o sea… —me rasqué la cabeza perdiendo la paciencia—. Pues eso, no es que sea bonita, lo es, pero…
—Sigues enamorado de Carolina —arrugó el ceño preocupado—, no tienes ojos para las otras mujeres alrededor porque sigues enamorado de ella ¿No es así?
Sentí una punzada en el pecho y aunque quise negarlo solo le di la espalda, molesto ¡¿Cómo puede siquiera pensar que soy tan imbécil para seguir enamorado de esa mujer?! Lo peor es que el hecho de quedarme en silencio parece darle la razón. En eso sentí como me daba dos golpes en la espalda como si quisiera consolarme.
—Animo —dijo sonriendo—, hoy es tu cumpleaños y tu madre ha preparado una gran celebración, ha invitado a mucha gente de negocios y la farándula.
Arrugué el ceño suspirando, lo que menos quiero en estos momentos es ir a una fiesta.
—¿Dónde está Rafaela? Ya que no ha podido ir a su casa podrías comprarle un vestido, sé que tus padres le pidieron estar presente para explicar el malentendido de ese supuesto beso —señaló mirando en cada rincón de mi casa.
—Mi madre llegó cuando desayunábamos y se la llevó arrastrando diciendo “nos encontramos en tu fiesta, cariño” de solo pensar que idea se le está pasando en la cabeza me da escalofrío —le indiqué con seriedad.
—Si no fuera así de intimidante sería una mujer mucho más atractiva de lo que es —agregó Daniel sonriendo.
—Mucho cuidado, que hablas de mi madre —le advertí cruzando los brazos apoyándome en la pared.
Pensar que mi madre este atormentando a la señorita Torres me inquieta, pobre mujer. “se ve muy lindo durmiendo, usted es realmente apuesto” abrí los ojos al darme cuenta de que aún no puedo sacarme esas palabras de mi cabeza ¿Qué piensa acaso? Impaciente le di un golpe a la pared antes de ir a mi habitación a preparar mi traje, hoy será una larga noche.
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Rafaela
—¿Quieres beber algo, Cielo? —me preguntó aquella mujer mientras entramos a una elegante cafetería.
—Un jugo… —musitó con incomodidad entrando con esfuerzo con todas las bolsas de las compras que ha hecho durante toda la mañana.
Siento que me ha traído solo para que le cargue las bolsas, aunque en algunas de esas también va ropa y zapatos para mí, para esta noche de la celebración del cumpleaños del gerente, pero eso sí, elegidas por ella.
—¿Por qué esa cara? Hoy tiene que ser una noche especial, aun cuando en sus planes sea fingir que rompen, yo estaría tan encantada de que fuera lo contrario —señaló antes de sonreír en su forma habitual. Cualquiera que la escucha nota la ironía de sus palabras.
En eso llegó una camarera a dejarle el café amargo que ella ha pedido y mi jugo de frambuesa.
—Por lo mismo no veo la necesidad de haber gastado en ese vestido…
—¿Lo dices por el valor? No te preocupes, sé que, aunque quisiera no podrías pagármelo ni siquiera vendiéndote a mi —entrecerró los ojos con maldad—, aunque si eso fuera posible te compraría como regalo a mi hijo, pero ya sabes que sería ilegal.
La quedé mirando anonadada por lo que acaba de decir sin ser capaz ni siquiera la mueca que se dibujó en mi rostro y que provocó que se riera a carcajadas.
—No lo digo por eso, y no estoy diciendo que no voy a pagárselo, claro que lo haré, aunque me demoré años, me refiero a que no es mi estilo, es un vestido demasiado… elegante y atrevido —hablé incomoda por no ser capaz de decir que no me gustaba el vestido porque muestra más de lo estoy acostumbrada.