Leonardo
Llegamos a la fiesta junto a Daniel, no me siento animado, pero es mi obligación presentarme y más si hay gente del negocio presente. Debo lucir recatado, serio y cortes, agradecido por quienes aceptaron venir, aunque internamente no me interesa toda esta parafernalia. Como le dije a Daniel no tengo ningún ánimo de estar en esta noche en una fiesta como esta. Pero mi padre no me perdonara lo que va a considerar un desaire a nuestros clientes o posibles socios futuros.
—¿Vamos a saludar a algunas personas? —dijo Daniel parándose de su asiento, con una copa en su mano que uno de los meseros acaba de pasarle.
—Me quedaré un rato en el bar, ya te alcanzaré, necesito animarme para estar en condiciones de mostrarme agradable frente a todos —mascullé antes de cerrar los ojos para que no notara lo molesto que me siento de estar en este lugar.
—Bueno, pero no bebas mucho solo, ya sabes cómo te pones cuando el alcohol se te sube demasiado a la cabeza —me dijo con seriedad.
—No te preocupes, no sería tan tonto de beber a destajo para después exponerme frente a todos —le respondí molesto de que siquiera pensara que fuese a hacer algo tan irresponsable.
Me contempló un momento antes de alzar la mano y despedirse. Le pedí un jugo de frutas frio al barman y luego entrecrucé mis dedos apoyando mi cabeza en mis manos, cansado de estas cosas.
—¿Leonardo? —y al escuchar mi nombre abrí los ojos, descolocado, esa voz solo puede pertenecer a una sola persona.
—Carolina… —musité levantando mi cabeza y fijando mis ojos en ella.
Luce hermosa, más de lo que la recordaba, además se ha puesto un ajustado vestido azul que no pasa desapercibido para todos los presentes, sin embargo, lo que me inquieta es su mirada de preocupación, no puedo entender porque me mira de esa forma y solo desvió mi atención saludándola sin ganas.
—¿Cómo has estado? —preguntó sentándose a mi lado.
La miré de reojo, desde que rompimos no se acercaba de esa forma a mí.
—Bien ¿Y tú? —le pregunté cortante.
—Bien, y algo nerviosa por hoy —dijo.
No la miré seguí con mi atención fija hacia adelante, temo que si me pierdo en sus ojos voy a confirmar lo que Daniel me dijo respecto a que la sigo amando. Y eso podría empeorar el mal animo que tengo en estos momentos.
—¿Sabes que hoy Aníbal va a dar una noticia importante?
—Me alegro por él —le dije desinteresadamente, lo que haga mi hermano no me importa menos hoy.
—Leonardo —y sentí sus cálidas manos en mi brazo sintiendo a mi corazón acelerarse—, Aníbal y yo vamos a casarnos.
Sentí como si dentro de mi cuerpo un rayo se ha deslizado destrozando mis órganos, alcé mis ojos hacia ella y me detuve en esa mirada que provocó que mi cuerpo se entumeciera ¿Casarse? ¿Ella y Aníbal? ¿Lo dice en serio?
—¿Se van a casar? —mascullé sin creerlo, haciéndome la pregunta más a mí que a ella.
—Sí, Leonardo, no quiero que el anuncio te tomara por sorpresa —luce preocupada y eso me hace sentirme más molesto.
—No te preocupes, es tu vida y no la mía —y dicho esto me di vuelta para que no pudiera ver la expresión dolida de mi rostro.
—Leonardo —musitó.
—Estoy bien, vete y sé feliz... —le dije y apenas oí sus pasos alejándose le hablé al barman—. Olvídese del jugo, traiga lo más fuerte que tiene.
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Rafaela
Entré al lugar y me quedé atrás de la madre del gerente mientras ella se fue a saludar a varias personas que se acercaron apenas la vieron entrar. Me escabullo por los pilares del salón intentando pasar desapercibida, incomoda por este vestido negro y apretado, y estos tacones que odio con mi vida.
—Vaya señorita Rafaela, se ve… espectacular —señala mi jefe Daniel encontrándonos de frente de improviso.
Di un salto ante la sorpresa casi a punto de resbalar con estos tacos sino fuera porque justo él me logró sostener en sus brazos. ¡Estoy en los brazos del ángel de los hoteles Hall, ni siquiera Sofia va a creerlo! Pero al mirar detrás suyo no veo al gerente, y lo contempló preocupada pues no dejo de pensar en las palabras de esa mujer.
—¿Dónde está el señor Leonardo?
Mira a su alrededor y luego arruga el ceño mirando su reloj.
—Debería estar aquí, se supone que fue a tomarse un jugo de frutas para animarse a ser el señor cordialidad —dijo esto último riéndose, aunque no deja de inquietarle su ausencia ya que luce preocupado—. ¿Habrá pasado algo?
—Ahí está —le digo dándole un ligero codazo para que lo vea, no sé si soy yo o el gerente luce distinto a lo usual.
—Está borracho —dice Daniel tragando saliva.
A pesar de que no se tambalea ni visiblemente se note su condición, si está más despeinado de lo habitual y no está usando corbata, que es lo común en él. Lleva los dos primeros botones de su camisa abiertos y su expresión luce más intimidante, parece que odiara a todos los que están presente en el lugar.
Pero no alcanzamos siquiera a acercarnos a él cuando Aníbal junto a su novia Carolina aparecieron de la mano en medio de la sala llamando la atención de todos. Los presentes dirigiendo sus miradas a la pareja y cuchichearon. Ambos lucen muy bien, ella, tan hermosa como siempre con un vestido azul que la hace lucir simplemente increíble y él con un traje elegante y lujoso.
—Queremos aprovechar esta ocasión tan especial, que es el cumpleaños de mi hermano —dicho esto fijó sus ojos sobre el gerente.