Novia desafortunada

Que comience el juego

Leonardo

 

La quedé mirando sintiendo como el ojo me parpadea ¿No fue un sueño que la tomé de la cintura y la besé de esa forma tan atrevida? ¿Yo fui capaz de hacer algo tan sin respeto de besarla como si estuviera deseoso de ella? ¡¿Qué mierda pasa conmigo?! No puedo creerlo, nunca he cometido un improperio como ese. Me pongo una mano en el rostro pensando que no debí beber tanto, siempre que lo hago terminó en problemas.

 

—Señorita Torres, yo…

 

Pero la puerta se abrió antes de que pudiera disculparme y mi madre y padre se hicieron presente, me puse de pie de inmediato, para que no notaran que he bebido. Pero la mirada severa de mi padre se detuvo en mí, y sin necesidad de palabras pareció acusarme.

 

—Si van a iniciar una relación seria lo primero es que empieces a respetar a tu novia —y arrugó el ceño mientras intentó interpretar sus palabras.

 

—Sí, hijo, ese beso tuyo… vaya, fue increíble pero no para mostrar frente a todos, no imaginas a cuantas damas dejaste acaloradas, te has vuelto todo un seductor audaz —se rio mi madre con malicia mientras entrecierro los ojos sin entender que puede parecerle tan gracioso.  

 

—Entiendo, tendré más cuidado con la señorita Torre —entrecerré los ojos y noté como mi padre arrugó el ceño disconforme.

 

—Señorita ¿Cuál es su nombre? —le preguntó de improviso a la mujer la cual se sobresaltó porque no se esperaba que mi padre le dirigiese la palabra.

 

—Rafaela… —respondió sin siquiera pestañear.

 

Luego la atención de mi padre volvió hacía mí.

 

—No llames a tu novia por el apellido, por un momento con ese beso pude creer que lo de su relación era cierto pero la tratas con tanta distancia que cualquiera que te escuché se dará cuenta que ella solo interfirió entre tu hermano y tú solo para salvar que no cometieras una imprudencia —endureció su mirada antes de darnos la espalda—. Si van a jugar de esta forma háganlo creíble, pero primero haz algo con tu resaca porque afuera varios de nuestros clientes y socios los esperan para felicitarlos.

 

Y salió dejándonos a ambos intranquilos ¿Qué nos están esperándonos afuera? O sea, ahora no podríamos huir de esta situación, sino que enfrentarlos y seguir el papel del guion en que nos hemos metido. Noto que mi madre sigue aquí y sonríe triunfante. Arrugo el ceño.

 

—Todo esto lo planeaste ¿Es por eso por lo que te llevaste a la señorita… digo a Rafaela toda la tarde contigo? ¡No puede ser! —exclamé colocando mi mano en mi frente y tirando mi cabeza hacia atrás.

 

—No me miren así, aquí el verdadero villano es otro —habló con misterio.

 

Me enderecé en el sofá intentando descifrar sus palabras, pero antes de que pudiera hablar Daniel entró con una bandeja con sopa caliente. Al ver a mi madre se detuvo de golpe.

 

—Señora Rosario —masculló sorprendido.

 

—Hola Daniel, me alegra verte. Cuida a mi hijo y a mi futura nuera —y sin más salió del lugar.

 

—¿Están bien? —nos miró preocupado.

 

Me puse de pie tomando los paracetamoles y echándomelos en la boca para luego tomar el vaso con agua y beberme su contenido de un solo trago, debo quitarme este dolor de cabeza lo más pronto posible.

 

—Afuera nos están esperando para felicitarnos —le dije tomando la sopa e intentando consumirla con rapidez, está tan caliente que me dificulta hacerlo, pero por lo menos despeja más mi mente.

 

—¿Qué van a hacer? —señaló preocupado.

 

Por un momento dirigí mi atención a la señorita Torres, a la cual he evitado sin proponérmelo, es que al mirarla el recuerdo de ese beso vuelve a golpearme y me siento mareado.  

 

—Salir y fingir —le respondí antes de suspirar notando por el reflejo de las ventanas mi aspecto desordenado.

 

Arreglé mi cabello y luego abroché los botones de mi camisa. Mire alrededor.

 

—¿Pasa algo? —me preguntó Daniel.

 

—¿Dónde está mi corbata? —exclamé confundido ¿Acaso me la quitaron cuando me trajeron acá?

 

—Eso solo lo sabes tú, llegaste así, borracho y desarreglado —me respondió alzando los hombros.

 

Suspiré, si no hubiese sido por mi descuido no estaríamos metidos en este lío. Miro de reojo a la señorita Torres que está más callada de lo habitual, aún no parece creer lo que está pasando. No puedo evitar que mis ojos se detengan en sus labios y volver a pensar en el atrevido beso que le di, en como tomé sus tibios y húmedos labios y no solo eso, como me atreví hasta meterme mi lengua al interior de mi boca, desvió la mirada, nervioso. Sino hubiese sido por el alcohol nunca hubiera sido así de atrevido con ella, y es seguro que no me detuvo porque pensó que el plan se arruinaba si me daba una bofetada que era lo que me merecía.

 

La última vez que besé a alguien de esa forma fue a Carolina y desde entonces he evitado el contacto con otras mujeres. Debe ser por lo mismo por lo que ante este reciente beso me sienta tan inquieto y aunque no quiera reconocerlo ansioso de algo más, que sé que está prohibido. Pero debo bajarme de la nube y comportarme, más en la situación que viene adelante y planear con cuidado cada paso.

 

—Préstame tu corbata —le dije a Daniel quien me contempló sorprendido.

 

Luego de colocármela le extendí mi mano a la mujer.

 

—Seño… Rafaela deme la mano —me miró desconcertada—. Si ahora frente a todo el mundo somos novios durante un tiempo tendremos que comportarnos como tal.

 

Noté como trago saliva.

 

—Disculpe por meterla en estos líos, le prometo que la compensare —le dije mientras sus ojos se detienen en mi mano.

 

—Tengo mi mano sudada…




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