Novia desafortunada

Detrás de una sonrisa

Rafaela

 

Caminamos tomados de la mano mientras mi corazón no deja de latir tan acelerado que me atosiga. Me siento más nerviosa por sentir su piel que por fingir algo que no somos. Y creo que incluso su padre llegó a pensar en un principio que lo nuestro era en serio. Me siento mal por haber hecho lo que hice, pero en ese momento no se me ocurrió otra idea.

 

El gerente luce serio y tenso, aun lo noto algo mareado en su caminar, es claro que el exceso de alcohol lo sigue molestando ¿Es que acaso de verdad sigue enamorado de su exnovia? Debe dolerle pensar que se va a casar con su hermano y será su cuñada en el futuro, obligado a tenerla siempre presente en la familia.

 

—Rafaela —musitó y al escucharlo di un salto poco acostumbrada a que me llamé por mi nombre—. Gracias por ayudarme a no cometer una locura.

 

Lo contemplé de soslayo, él no me mira, mantiene su mirada hacia adelante mientras llegamos frente a los demás invitados. No alcanzo ni siquiera a decir algo cuando nos encontramos rodeado de varias personas.

 

—Lo felicito —dijo un hombre mayor y elegante que no deja de sonreír extendiéndole la mano al gerente—. Es una mujer muy hermosa.

 

¿Hermosa? ¿Yo? Sonreí a la fuerza agradeciendo el exagerado halago, es usual que en este tipo de cosas tiendan a sobre exagerar todo… me recuerda cuando mi ex novio, Martin, me presentó a su familia. No pude evitar entrecerrar los ojos ante el recuerdo de su abandono, decía amarme, que soñaba formar familia conmigo, y aun así me abandonó en las puertas del altar.

 

—¿Esta bien? —me preguntó la pareja del hombre que nos acababa de felicitar.

 

—Sí, sí, lo siento —exclamé de inmediato levantando la cabeza—, es que estoy tan feliz que tengo miedo de que esto no sea real.

 

—Pobrecita, imagino que deben ser novios desde hace poco —señaló comprensiva.

 

Y ambos respondimos a la vez.

 

—Sí, desde ayer —respondí.

 

—Sí, desde la mañana —respondió él.

 

Y al darnos cuenta de lo distinto que dijimos nos miramos preocupados, pero la risa de la mujer nos hizo dirigir nuestra atención hacia ella.

 

—Querido Leonardo, haz caso de tu novia, ustedes los hombres siempre se olvidan de los días importante —y dicho esto me tomó de ambas manos—. Espero que todos les salga bien, hacen una linda pareja.

 

Abrí los ojos sorprendida, sus palabras suenan tan sinceras que me siento conmovida. El hombre le dio unos ligeros golpes en la espalda al gerente.

 

—Nos alegramos de que al fin haya encontrado a su media naranja, un salud por ambos —le dijo alzando su vaso.

 

Y Leonardo me rodeó con sus brazos sin dejar de sonreír.

—Muchas gracias, señor Gutiérrez —respondió en un tono jovial que hasta ahora nunca se lo había escuchado.   

 

Nos alejamos caminando y me volvió a rodear con sus brazos acercándome a él, sentir su perfume y su cercanía a ese nivel me cohibió como nunca me había pasado, sentir sus manos en mi espalda y su respiración en mi cuello fue tan extraño que hasta mis piernas temblaron ¿Por qué hace esto? Me extraña que un hombre tan reservado como él pueda abrazar a una mujer con la cual solo tiene un trato laboral de esa forma, y acercarse tanto como si fuera a besarme en la oreja.

 

—Aguante un poco más, señorita Torres —me susurró al oído, dándome cuenta con cierta desilusión que sus intenciones no eran más que hablarme—. Intentaré que nos alejemos hacia el balcón y la dejaré descansar de esto.

 

Fue así como seguimos avanzando hacia ese lugar, saludando a quienes estuvieran cerca, recibiendo felicitaciones, deseos, conversaciones y todo. Fingiendo estar enamorados, sonriendo hasta sentir a mis mejillas adoloridas. Menos mal que al fin logramos llegar al ansiado balcón de la terraza que da al enorme y decorado jardín, donde colocaron luces que hacen lucir como si las estrellas hubieran bajado del cielo para posarse en ese lugar.

 

Leonardo miró a cada lugar para cerciorarse que estamos solos.

 

—Señorita Torres, le traeré algo de tomar, descanse aquí, puede que me demore porque aún hay clientes y socios que debo saludar —se quitó su chaqueta—. Póngase esto, aquí está muy fresco. Apenas regrese con su jugo haremos el recorrido devuelta y puede quedarse en la sala de descanso de antes, por el resto de lo que dure esta velada, si así lo quiere.

 

Moví la cabeza en forma afirmativa sin saber que decirle, más cuando no sé si se ha dado cuenta, pero luego de colocarme su chaqueta sobre mi espalda, con ambas manos me ha tomado del rostro y su cercanía me inmoviliza.

 

Mientras se aleja miro su varonil espalda y entrecierro los ojos sonriendo embobada, hasta darme cuenta y girarme hacia el jardín de inmediato. Coloqué mis manos sobre mi pecho aferrándome con fuerzas y reprendiendo a mi corazón ¿Acaso no he aprendido nada? El gerente es más inalcanzable que mi ex novio, y no estoy dispuesta a vivir otra historia en donde quien saque la peor parte sea yo.

 

—¿Señorita desea algo? —me preguntó un mozo con una bandeja de vino.

 

Afirmé con la cabeza tomando una de las copas y me la bebí de una sola vez para ver si con eso se me quitaban estas bobas ideas de mi cabeza. Dándome cuenta de que no resultó.

 

—¿Puedo tomar otra copa? —le pregunté ante la sorpresa de aquel que solo afirmó dubitativo. Si con una copa no resultó puede que con dos sí.

 

—Tenga cuidado —escuché la voz de otro hombre que de inmediato tomó de mis manos la copa que yo acababa de sacar de la bandeja—. Gracias, yo me encargo de la señorita.

 

Habló aquel dirigiéndose al mozo que de inmediato movió la cabeza y salió de ahí con una ansiedad que no entendí, pero no alcancé a pensar más en eso, mi atención se enfocó en quien me “ha robado” mi vino.




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