Rafaela
Desperté adolorida dándome cuenta de que ya el sol entra por entre las cortinas de los enormes ventanales de la sala de estar. Leonardo sigue dormido, sus moretones lucen peor que el día anterior, es seguro que ayer fue uno de sus peores días, más que los días que pensaba que estaba bajo un hechizo de mala suerte.
Pero… luce tan tranquilo y tierno, tan dulce e indefenso… me pongo de pie sacudiendo mi cabello ¡No puedo pensar así del gerente de mi empresa! Un tipo que está lejos de una mujer sencilla como yo, que a pesar de que ante los ojos de todos soy su novia, en la realidad solo soy su eslabón de buena suerte y nada más, aunque con todo lo que pasó anoche dudo que siga creyendo eso.
—¡Maldita sea! —da un grito poniéndose de pie y casi matándome del susto—. ¿Rafaela? ¿Estás bien?
Sus ojos fijos en mi me cohibieron más cuando luce tan preocupado y dolido, trago saliva sin poder hablar porque no puedo evitar sentirme hechizado por ese rostro y recordar ese atrevido beso de la noche anterior. Solo muevo la cabeza en forma afirmativa y sonríe tomándome de la barbilla para juntar sus labios a los míos.
—Qué bueno, corazón —suspiró aliviado apenas se alejó.
Fue un simple beso, pero junto a esas palabras fue lo suficiente para pillarme de sorpresa y hacerme retroceder confundida casi a punto de caer al piso. Abrió los ojos confundido por mi reacción, pues parece que en ese instante acaba de reaccionar pues se ha puesto tan pálido que me asusta.
—No me diga… que ya no estoy soñando… —preguntó turbado, estupefacto se quedó paralizado—. Voy a darme una ducha, señorita Torres, luego hablamos.
Y sentí que huyó, pues aun a pesar de la lesión en su pierna, literalmente corrió hacia el baño. ¿Qué habrá pasado por su cabeza para besarme así de improviso, llamarme “corazón” y luego huir como alma en pena? ¿Habrá soñado conmigo? Pero ¿Qué tipo de sueño para despertar así de cariñoso? De solo pensarlo siento que el calor se sube a mis mejillas enrojeciéndolas.
—No, no debo pensar en eso, un gerente como él debe tener sueños húmedos con mujeres de alta gama, bellas, elegantes, no con alguien como yo… que además soy una novia abandonada.
Leonardo
—¿Qué mierda acabo de hacer? —dije mirándome al espejo notando mis moretones y con ganas de darme cabezazos contra este—. ¿Cómo he podido cometer tal falta con Raf… con la señorita Torres? Me deje llevar por ese sueño cometiendo un error que no hubiese cometido en mis siete sentidos, faltarle el respeto de esa forma ¿Qué va a pensar de mí?
No solo el exceso de alcohol de la noche anterior, ni el choque, ni la pelea que tuve con ese grupo de travestis, si no que ese beso, ese atrevido beso que le di cuando por salvarme mintió diciendo que éramos novios, causó ese sueño. ¿Qué voy a hacer? ¿Cómo voy a salir y hablarle como si nada? ¡¿Qué pasa conmigo?!
Abrí la ducha y a pesar del dolor de mi pierna entré a bañarme, dejando que el agua corra por mi rostro y mi cuerpo buscando calmarme. Rafaela es comprensiva, hasta ahora ha sido más comprensiva que cualquier otra mujer que tuviera cerca. De seguro se ha dado cuenta que no fue mi intención hacer eso, llamarla hasta “corazón” ¡Que idiota soy!
No puedo explicarle que soñé con ella en un contexto que no corresponde, no podría cuando ni siquiera sé porque tuve ese sueño, y más cuando al final pasaba lo mismo que pasó con Carolina. Entrecierro los ojos dolido por aquel recuerdo.
Dos golpes en la puerta me hicieron reaccionar, alzando mi cabeza en dirección a esta.
—¿Sí? —pregunté algo cohibido pensando que no es otra persona que Rafaela.
—Disculpe, señor gerente, ¿Puedo prepararle algo de comer? —me preguntó con su suave voz.
—No, no se preocupe, yo me encargo de eso… —respondí escuetamente intentando que mi tono de voz suene seguro.
Hubo un momento de silencio.
—Sé que usted es un excelente cocinero, pero yo igual se defenderme, le prometo que no morirá envenenado —se rio y aquí entiendo que sus intenciones sean ayudarme debido a que con la lesión en mi pierna piense que no debería esforzarme.
Sonrió con suavidad hasta notar mi cara de tonto frente al espejo y carraspear de inmediato.
—Está bien, señorita Torres, confió en usted —le respondí en el tono más cortes posible.
Rafaela
—Gracias —respondí luego de sus palabras, no puedo negar que su excesiva cortesía me hace sentir lejos de él, como si Leonardo Almendarez perteneciera a un mundo y yo perteneciera a otro.
Apoye mi cabeza sobre la puerta antes de sonreír por mis tonterías. No debo desanimarme, me metí a este lio por mí misma, y por mí misma debo salir y resolver esto. De reojo mientras caminaba a la cocina vi una de las ventanas que siempre ha estado cerrada pero esta vez el sol penetra por una de sus orillas reflejando un verdor. Abro las cortinas y no puedo creer lo que ven mis ojos. Es un enorme jardín, lleno de flores, luce descuidado, pero por si solo luce una belleza natural que me embelesa, no puedo dejar de mirarlo y sentir como desaparecen de mi pecho todas las sensaciones de confusión y pesar.
—Si él viera estas flores tal vez se sentiría mejor, como me siento yo —y dicho esto até las cortinas para permitir que aquel bello paisaje impregne el interior de esta casa enorme y que no deja de proyectar su soledad.
No pude evitar no asomarme y cortar algunas flores más cercanas y armar un ramo de flores bellísimos. Luego preparé unos huevos, pan tostado, y café. No será tan espectacular como los desayunos del gerente, pero sí le quitaran el hambre. Sonrió sin contenerme ante lo bella que ha quedado la mesa.