Leonardo
¿Qué acabo de hacer? Le acabo de gritar a Rafaela, de una forma que nunca le grité ni siquiera a Carolina. Y es que ver ese jardín, esas flores me recordó el sueño que acababa de tener. Aprieto los dientes, molesto conmigo mismo mientras notó su mirada anonadada como si buscase una explicación a lo que acaba de suceder. Mis ojos bajaron avergonzados no me siendo capaz de sostener su mirada y me detuve en las flores que aún están en el basurero.
—Yo…
La puerta se abrió cuando aún no salen más palabras de mi boca para disculparme por mi exagerada reacción. Entró Daniel sonriéndonos con sinceridad, hasta notar que algo está pasando al ver nuestras expresiones.
—¿Está todo bien? —nos preguntó preocupados.
Y al escucharlo recién logré reaccionar.
—Señorita Torres yo…
—No ha pasado nada —respondió a la vez a Daniel, y luego tomó su cartera que seguía en el sofá desde que había llegado a mi casa— yo ya me iba —y salió de inmediato cerrando la puerta antes de que hiciera un intento por seguirla.
¿Cómo le puedo explicar por qué reaccioné así? Ni siquiera es lógica la razón y podría pensar que no soy más que un idiota irracional, y de seguro es lo que piensa en estos momentos. Tome asiento dejándome caer con pesar debo disculparme, no sé cómo, pero tengo que buscar la forma. Daniel se sentó a la mesa sirviéndose jugo de naranja y luego me contempló curioso.
—Si vas a decir algo dilo de una vez —le repliqué molesto, más conmigo que con él.
—Estoy esperando que vayas detrás de ella, algo haz hecho, se veía muy triste… además —miró la mesa—, se esmeró mucho por preparar todo esto, no es tu típico desayuno así que imagino que ella fue quien hizo todo esto.
Mis ojos se detuvieron en la mesa y no pude evitar sentirme peor, no puede ser que me haya comportado como un patán. Me puse de pie sin importarme siquiera el dolor en mi pierna debo buscar a Rafaela y disculparme, no puedo dejar que ella se vaya pensando que soy un imbécil.
Rafaela
Camino molesta, con las manos empuñadas. Ni siquiera mi padre me gritaba y voy a permitir que otro hombre lo haga. No quisiera irme así pero tampoco podía quedarme luego de ver como se comportó cuando solo tenía buenas intenciones. Por otro lado ¿Será que ese jardín tiene algo más de lo que imagino?
Siento que he caminado mucho pero aún no logro salir de los terrenos de la casa del gerente ¿Desde cuándo hay tantos árboles en este lugar? Esto me ofusca ¿Acaso el destino no quiere permitirme que me aleje de este hombre?
—¡Fui capaz de hasta besarlo por salvarlo y me paga de esta forma! —reclamó en voz alta y como respuestas unas aves huyeron despavoridas.
Aprieto los dientes y busco mi teléfono en la cartera para llamar a un taxi.
—¿No hay señal? —alzó las cejas extrañadas para recién darme cuenta de que no tengo ni idea en donde estoy.
Solo veo árboles, y maleza, y árboles y árboles, y arrugó el ceño.
—¿Dónde estoy? ¿Es esto un bosque? —me preguntó en voz alta—. Estoy… perdida…
Y caigo de rodillas anonadada por la situación. ¡Pero ¿Cómo diablos el gerente se le ocurre vivir pegado a un bosque?! ¿Acaso nunca ha visto una película de terror? Siempre matan a los que viven cerca de un lugar como este. ¿O tendrá complejo de vampiro?
—Vivo aislado del mundo, porque el mundo me odia y yo lo odio a él —señalé imitando su forma de hablar antes de sentir que la pesadumbre aplasta todo mi ánimo.
Leonardo
—Lo siento mucho, vengo por este camino hace horas y no he visto ningún auto cruzarse en sentido contrario ni menos a una mujer caminando —me respondió el tercer hombre al que acababa de preguntarle.
Preocupado intente llamarla, pero su teléfono me responde que no tiene señal. ¿Lo habrá apagado para evitarme? Apago mi teléfono y giro alrededor pensando donde pudo meterse, hasta que mis ojos se detienen en el bosque que hay detrás de mi casa. Y entrecierro los ojos resignado repitiendo en mi cabeza “No puede ser”.
Rafaela
Estoy tirada en el suelo mirando hacia el cielo pensando que tal vez este sea mi fin, y todo por un estúpido jardín, unas flores, y el tonto gerente de la empresa en que trabajo, culpa también del otro idiota que me abandonó en el altar para escapar con mi supuesta mejor amiga. Refunfuño con ganas de gritar, pero ya cansada de caminar solo levanto las manos y pataleo.
—¿Qué está haciendo aquí? —frente a mi aparece Leonardo con expresión adusta cruzando los brazos.
Lo miré con fijeza antes de poner una mueca y cubrirme los ojos.
—Lo que me faltaba, a punto de morir tengo que ver al idiota este —bufé, molesta.
Lo escuché atorarse y al abrir los ojos veo que intenta sonreír, aunque se ve molesto.
—¿Idiota? ¿Yo? —reclama.
Me pongo de pie sin creerlo, ¡No es una visión! ¡Es él! No puedo controlar mi alegría y me lanzo a sus brazos sin que se lo esperaba y olvidándome de la lesión en su pierna y pierde el equilibrio cayendo al suelo conmigo. Lo abrazo, de verdad es que estoy feliz de verlo, significa que ha venido a salvarme, podre vivir más tiempo.
Me contempla sorprendido y hasta lo veo avergonzado, creo que he sido demasiado efusiva y atrevida al abrazarlo de esa forma. Porque en la posición en qué quedamos, él en el suelo con las piernas abiertas y yo encima apoyada en su pecho con mis brazos alrededor de su cuello. Me pongo de pie de un salto y toso fingiendo que nada ha pasado. El gerente desvió la mirada antes de también levantarse del suelo.