Rafaela
Un fuerte relámpago iluminó el interior de la cueva, y fue como si el tiempo se hubiera detenido, mientras nos besamos, apareciendo todos los recuerdos de mi vida amorosa anterior y la decepción de Martin que no titubeó ni un segundo en abandonarme en el altar. No me siento preparada para dejarme caer en el romance otra vez, tengo miedo de sufrir otra decepción amorosa, no pudo dejarme de llevar por un simple beso, aunque Leonardo besa de una forma tan distinta a Martin tan exquisita que bloquea cualquier razonamiento de mi cabeza.
Pero ¿Qué podría esperar del gerente? ¿Del beso que ahora nos estamos dando? Él es un mundo, yo soy otro mundo, y mis heridas no han sanado para sentirme segura en un hombre que no conozco del todo, o que conozco mucho menos de lo que conocía a mi ex cuando empezamos a salir, y aun así nunca estuve preparada para sus engaños y para que se robara a quien había sido mi fiel amiga desde mi infancia.
Y parece que tanto el gerente como yo pensamos que no estamos listo para dar un paso como este, ya que abrimos los ojos y nuestras miradas se detuvieron uno frente al otro y nos alejamos a la vez interrumpiendo aquel inesperado beso. Me giré dándole la espalda y sobándome del brazo aun con la sensación tibia de sus labios. No sé qué decir, no quiero rechazarlo, pero siento que mi corazón solo quiere huir, y mis piernas salir corriendo, aun cuando llueve torrencialmente afuera.
Pero guardó silencio al igual que yo y al girarme veo que también me da la espalda. Mi mirada luego se detiene en el fuego y aprieto los dientes antes de suspirar con fuerzas y animarme a decir algo, sin embargo, habla antes de que yo lo haga.
—Lo siento, no pude evitarlo —musita y sonrío entendiendo, no estamos preparados para relacionarnos de esta forma, además él es el futuro heredero de la empresa y yo una simple muchacha del área de Marketing y Documentación.
Y aun cuando esperaba sentirme aliviada de que se dé cuenta que no podemos enredarnos más a causa de ese beso, no sé por qué razón me siento triste, desilusionada ¿Quién pudiera entenderme?
—No hay problema, señor gerente, yo entiendo —le respondí en tono cordial y aunque intento sonreírle ahora, no puedo.
Me contempló con los ojos bien abierto, como si estuviera sorprendido, y luego sonrió con una dulzura que despertó a las miles de mariposas que parecían haber muerto en mi vientre. Nunca me había sonreído de esa forma y por eso cohibida no sé qué decirle ¿Se sentirá tan aliviado de que no le dé demasiada importancia a un beso y su forma de agradecérmelo es mostrarse así de comprensivo? No puedo evitar entrecerrar los ojos y pensar “hombres” y envidiar la simpleza como se toman cosas como estas.
—Rafaela —musitó en un tono suave antes de colocar sus manos alrededor de mis mejillas y atraerme hacia él para volver a besarme.
¿Otro beso? ¿Qué está pasando? ¿No acaba de disculparse por haberme besado antes para volver a hacerlo otra vez? ¿Se está burlando de mí? Más cuando este beso tiene una pasión distinta a la inocencia del anterior. No sé qué hacer para poder entenderlo, pero estoy tan embelesada y hechizado por este beso que solo respondo sin poner resistencia, pareciera que todo a nuestro alrededor desapareciera y solo estuviéramos nosotros dos, y quisiera perderme en esos dulces y tibios labios del gerente. De su suave lengua que ha entrado a mi boca, produciéndome un cosquilleo inesperado. Quisiera entregarme a ese beso y borrar de mi cabeza todo rastro de mi ex novio. Y cuando me soltó me sentí tan atolondrada que solo sonreí con torpeza antes de que mi cerebro volviese a funcionar.
—¡Señor gerente! —dije sorprendida tratando de buscar lógica a esa actitud atrevida no propia de él.
—Llámame, Leonardo —me corrigió con actitud alegre.
Y me quedé muda más confundida que desde el inicio.
—Leonardo —repetí anonadada, luego moví la cabeza a ambos lados, pensé que así solo lo llamaría frente a otras personas por eso entiendo menos que desde el principio y necesito que me aclare su actitud—, señor jefe, ¿está usted bien?
Y dicho esto le coloqué la mano en la frente pensando que por la humedad se le ha subido la temperatura y el pobre ya está desvariando. Pero su temperatura es normal, además tomó mi mano y se la llevó a los labios dándome un suave beso. Di un salto ante este gesto suyo sin que eso lo hiciera sobresaltarse, ya que siguió contemplándome con tranquilidad.
—¿Ha comido algún fruto silvestre? —le pregunté pensando que un afrodisiaco podría estar causando este inusual comportamiento en él.
—No he comida nada aun desde la mañana —respondió alegre, para unos segundos colocarse serio—, debí comer ese desayuno que preparaste con tanto esmero. Pero no te preocupes ya vendrán por nosotros.
Y me rodeó con sus brazos acercándome a él. No puedo creerlo, estoy segura de que algo le pasa, no es el mismo hombre frio y distante; caballeroso, pero subido a un pedestal alto e inalcanzable. Luego recordando que esta sin camisa y yo solo con esta polera ajustada doy un salto apartándome de golpe.
—No debes estar asustada, ya parara la lluvia y llegaran a buscarnos.
Suspiro, tal vez este nuevo gerente, cálido y cariñoso, solo sea resultado de su miedo, debe estar tan asustado por la tormenta que sin darse cuenta ha cambiado su personalidad. Pronto siento que se ha quedado dormido y lo contemplo sin poder evitarlo, porque luce tan indefenso que no puedo creer que aquel hombre rudo que vi la primera vez cuando llegue a trabajar a los Hoteles Hall, sea el mismo. Ni siquiera a ese hombre odioso que sin sentir consideración por mi dolor al ser abandonada en el altar sea ahora quien dormido me rodea con sus brazos de esta forma. Entrecierro los ojos y suspiro, y me quedo dormida pensando que dirá cuando despierte y se recupere, y se dé cuenta de lo que ha hecho, besándome dos veces.