Leonardo
—No puedo creerlo —masculló Daniel luego de que volvimos a casa y Rafaela fue a darse una ducha.
—¿Qué le haya pedido noviazgo? ¿Piensas que no tenía la personalidad suficiente para hacerlo? —le pregunté alzando ambas cejas.
Movió la cabeza a ambos lados y luego me sonrió con suavidad.
—Pensé que nunca podrías sacarte a Carolina de encima —señaló.
Me sorprendí tanto con lo que acababa de decir que no tuve respuesta de inmediato, pero me rasqué la cabeza algo avergonzado para enseguida alzar mi cabeza y sonreírle de la misma forma.
—No pude evitarlo, tú sabes toda la historia con Carolina, empezamos a salir porque todos decían que era lo que se esperaba, que hacíamos buena pareja, su familia y la mía querían esta unión, no solo familiar sino también de negocios. Desde niños ambos pensamos que era lo correcto, pero yo me enamoré y esperé que lo que otros decían se iba a cumplir, a diferencia de ella. Aunque lo intentó, pero al final solo estaba conmigo por compromiso empecé y al darme cuenta de eso no me quedó otra que finalizar esta falsa relación, idílica solo para mí.
Guardé silencio y me puse de pie.
—Y la vida de repente me trajo a esta mujer en el momento en que ya había asumido que mi corazón jamás estaría listo para nadie más —no pude evitar reírme al recordar nuestro primer encuentro—, nunca pensé que esa novia que lloraba y a la cual me acerqué con poco tacto al hablarle resultaría ser algo más para mí en el futuro.
—Sí, lo recuerdo, la novia desafortunada que lloraba su abandono en el bar del hotel —agregó Daniel con una leve sonrisa.
—Es extraño sentir que hay alguien que sin tener lazos se preocupe de ti, que te ayude, que se transforme en el apoyo que te habías acostumbrado a no tener —señalé entrecerrando los ojos—, que te sonríe y parece llenarte el pecho con un bienestar que nunca habías sentido antes, que es capaz de regalarte su dulzura sin esperar nada a cambio.
Daniel se colocó de pie dándome dos golpes en la espalda.
—¿Y ella en serio responde tus sentimientos? —me preguntó.
Y como respuesta moví la cabeza.
—Estaba preparado que no sintiera nada por mí, a su rechazo, pero me aceptó, y no sabes lo feliz que me siento, ni siquiera sé cómo debo actuar, porque será la primera mujer que este conmigo porque realmente tenga sentimientos hacia mí, y no solo por compromiso o fingiendo sentirlo. Me siento como un torpe adolescente, y de verdad voy a necesitar tu ayuda, porque temo meter las patas —le hablé con sinceridad y me miró sorprendido.
Claro, quien va a pensar que un tipo que despliega seguridad hacia otros, que suele lucir serio y sin sentimientos, un próspero empresario y futuro heredero de las cadenas de hoteles más grandes del país, pueda sentirse así de inseguro ante una relación romántica.
—Está bien, cuenta con todo mi apoyo —me respondió sonriendo.
Rafaela
No pude salir, pensaba luego de darme esa ducha aclarar mis ideas y hablarle y ser sincera para decirle que nunca escuché su propuesta y el hecho de recibir su beso no fue porque precisamente lo aceptaba. Pero luego de escucharlo no soy capaz de decirle.
Y aunque intenté despejar mis dudas la verdad es que ni siquiera sé cómo sentirme, por un lado, no puedo negar que un tipo como el gerente podría atraer a cualquier mujer, y no soy de piedra para no sentirme atraída y embelesada por él, pero por lo mismo, alguien como él, apuesto, millonario, lo que otras podrían catalogar como un gran partido pueda sentirse atraído por una mujer como yo, sencilla e incluso dejada de lado por quien se supone sería mi futuro marido.
Muevo la cabeza a ambos lados, no debería pensar en eso. Y colocó mi mano en mi pecho al sentir a mi corazón alborotado con tan solo recordar que el gerente y yo, o sea Leonardo Almendarez, sea mi novio. Fue como si mi cabeza explotara al pensar en eso. El calor se subió a mis mejillas y me llevé las manos a estas sintiendo que están ardiendo.
—¿Qué haces aquí escondida? —apareció el gerente delante de mí, ante mi aturdimiento, y antes de que reaccionara colocó su mano en mi frente.
Su rostro luce serio y preocupado, no había notado lo alto que es, y se ve más apuesto de lo usual, más con ese perfume que a pesar de nuestra travesía sigue presente. Al notar mi fija atención en él, me sonrió con una suavidad y ternura que me cohibió tanto que mi lengua se paralizó.
—¿Qué pasa? —me dijo inclinándose a mi altura—. ¿Estás bien?
Y sin más me dio un dulce beso en la frente. Si alguien puede decir que su cerebro colapsó por tanto afecto recibido que no esperaba, puedo confirmarlo, no fui capaz de reaccionar, las palabras se enredaron en mi cabeza y mi corazón late con tanta fuerza que no escucho ni veo a nadie más, que, al gerente, al jefe de mi jefe, que sigue ahí contemplándome con un cariño que me intimida.
—Estas muy callada, Rafaela ¿Segura que estas bien? —me preguntó Daniel, apareciendo justo a tiempo en la escena.
—Sí —respondí enderezándome exageradamente sin poder evitarlo—, solo necesito ir a mi casa por mudas de ropa o no sé si ya podría volver a dormir en mi hogar.
—¿No te gusta dormir acá? —Leonardo alzó ambas cejas, confundido.
Diantres, no sabe que en mi estado actual podría terminar haciendo cosas que después podría arrepentirme, me siento tan vulnerable que cualquier chispa pequeña y voy a terminar en su cama haciendo algo más que dormir.
—Claro, que sí, pero ya sabe, somos novios y… —decir eso volvió a subir el calor a mi cabeza—, pero no es necesario ir tan rápido ¿No lo cree?