Novia desafortunada

El enemigo en la puerta

Rafaela

—¿Vas a ir vestida de esa forma? —exclamó Sofia al verme retocar mi maquillaje antes de finalizar nuestra jornada laboral—. Imagino que una cena en la casa de los Almendárez no debe ser un evento sencillo.

 

La contemplé por el reflejo del espejo del tocador antes de sonreír.

 

—No voy a disfrazarme de quien no soy, y no luzco mal, solo sencilla, pero es quien soy, no gano un sueldo exuberante ni tampoco voy a abusar de que el señor gerente gasté dinero en mi por vestirme a un nivel más alto —me alcé de hombros.

 

Sofia entrecerró los ojos antes de reírse sin que pudiera entenderla.

 

—No deberías seguir llamándolo “Señor Gerente” suena extraño, como si no fueran tan cercano como lo son —al escucharla me di cuenta de mi error.

 

Como explicarlo ¿Realmente soy ya tan cercana a él? Sé que ante todos somos novios, ante sus ojos igual, y el aceptarlo solo fue con intenciones de ayudarlo, pero mi corazón…

 

Suspiré.

 

No sé explicar lo que siento. Bueno, en fin, no tengo tiempo para pensar en eso, debo ser una mujer dura, segura, única, para demostrarle a todos que a mí no me van a moldear a su gusto. Y que el gerente pueda liberarse también de ellos.

 

—¡Estoy lista como una guerrera apunto de irrumpir en el Olimpo! —le dije a Sofia saliendo detrás de ella.

 

Y nos detuvimos en forma brusca al ver a nuestro jefe Daniel y a Leonardo que al parecer escucharon mi grito de lucha. Sentí que mis mejillas se volvieron dos rojos tomates acusatorios.

 

Leonardo me quedó mirando con una semi sonrisa contenida antes de terminar riéndose a carcajada. ¡Sí, ríete de la payasa de turno! Aun así, luce tan lindo riéndose…

 

¡Mujer contrólate! Es tu novio, pero sigue estando prohibido. Definitivamente prohibido. No debes tocarlo, solo mirarlo, desearle, suspirar por él. El exceso de horas laborales está perjudicando mi razonamiento. Bajé la cabeza cubriéndome la cara con una mano.

 

Intento ordenar mis ideas cuando siento mi cuerpo ser rodeado por unos brazos fuertes y cálidos. Alzó mi cabeza encontrándome con la mirada penetrante del gerente, que sonríe con una dulzura que podría destruir hasta el caparazón más duro ¿Qué maldito hechizo estas usando en mi apuesto mago de ojos azules? Y besó mi frente… y sentí que se me reinició el sistema ante aquel gesto cariñoso de su parte. Me quedé paralizada.

 

Y luego, de improviso, sin esperármelo esa calidez se dirigió a mis labios, abrí más mis ojos al sentir su beso, el calor. Quise cerrar los ojos y no pude y miré sus parpados cerrados, sus pestañas largas y sus cejas tan bien definidas, reclamando internamente su perfección, no creo que se dé tiempo de depilarlas como uno, este hombre nació con la fortuna del dios de la belleza como un halo de poder sobre su cabeza. Ya cuando comencé a sentir ahogada quise apartarme al recordar en donde estamos, coloqué mis manos en su pecho tal como doncella buscando proteger su puridad.

 

—… Estamos aún en la oficina… —susurré cuando abrió sus ojos sin alejarse de mi como si sus intenciones fuera seguir con este juego de besos apasionados en un lugar público.

 

—No me interesa —señaló sonriendo con malicia—, no voy a esconder a nadie lo que siento, si es por mí que todos se enteren de lo nuestro.

 

Daniel y Sofia miraban hacia el otro lado tosiendo de mentiras, entiendo que debió ser incómodo para ellos observar ese beso “erótico” frente a sus ojos. No los culpo en su lugar hubiera hecho lo mismo.

 

Tragué saliva sin saber que decir, con el corazón aprisionado sin poder entenderlo. Y ese miedo de enredarme en algo tan serio como una relación. En ese instante, aunque fuera exagerado ya me vi con el vestido de novia y abandonada otra vez en ese altar, con mi madre gritando, mis tías cuchicheando, y mis primas grabando videos para TikTak para que todos vean a la novia desafortunada. Quise gritar, pero me contuve, huir, pero me quedé ahí. Si decidí meterme en las patas de los caballos lo haré con todo.

 

—Ya tenemos que irnos —dijo Leonardo mirando su reloj—. Esperemos salir luego de esto.

 

Nos despedimos de Sofia y Daniel. Afuera ya ha oscurecido, mientras Leonardo conduce practico la respiración para controlar mi ansiedad, eso me lo enseñó un maestro en mis años escolares. Con los ojos cerrados sigo así hasta que siento la mano de Leonardo encima de la mía.

 

Casi di un salto, pero me contuve y lo miré de reojo. Sonrió sin mirarme.

 

—Gracias —exclamó.

 

Sentí el calor subirse a mi cabeza y bajé la mirada cohibida.

 

—No es necesario que lo agradezca, para mí es todo un placer…

 

Espera. ¿Qué mierda acabo de decir? Leonardo me miró divertido y confundido. ¡He sido traicionada por mi propio cerebro!

 

—Supongo que el placer es porque me acompañas, no por ir a ver a mi familia —señaló con una leve sonrisa—. No te preocupes, igual me pongo muy nervioso. Esta cena vendría siendo mi real cumpleaños, pero no es algo grato, exponerme a los ojos de mi familia no es fácil y sé que mucho menos lo es para ti. Pero no te preocupes, no voy a aguantar que te hagan sentir mal.

 

No supe que decir suena tan sincero que me quedé muda. Sonreí. Sí, con una sinceridad compleja, en el sentido que mi intención de ir era por protegerlo a él, y a la vez él quiere protegerme a mí. Somos un par de…

 

—¿Qué hace este tipo acá? —dijo deteniendo su auto frente a la reja de una enorme y elegante casa de muros altos y blancos.

 

Al decir eso fije mi atención hacia adelante viendo un auto deportivo de tono rojo. Confundida contemplé la expresión tensa de Leonardo.




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