Novia desafortunada

Se acabó

Rafaela

 

No supe si preocuparme más por mi bienestar o no. Solo sé que mientras ese tipo me besaba a la fuerza no dejaba de pensar en otro que no fuera Leonardo, en su mirada, en su sonrisa, en mi desesperación floreciente de resguardarme en sus brazos.

 

¿Realmente Leonardo rompió nuestro compromiso? Si lo veo puedo aun hacer algo, no sé qué patrañas le habrá dicho Giorgio Santoro, pero si me escucha puedo solucionar esto. Aun cuando no soy capaz de reconocer lo que siento por él, sí sé que quiero estar a su lado y no al lado de este tipo.

 

—Tenemos que salir de aquí —dijo Giorgio Santoro con seriedad tomándome del brazo.

 

Me coloqué de pie siguiéndolo, no porque quiera ir con él, sino pensando cual es el momento ideal de escapar a tiempo. Aunque esto sea una isla prefiero esconderme en la vegetación que seguir a manos de este tipo.

 

—Suéltala —y la voz que pronunció tales palabras hicieron revivir mis esperanzas.

 

Me giró para notar la seria mirada de Leonardo. ¡Está aquí! ¡Ha venido! La expresión de Giorgio contrasta con la mía. Creo que ni él se esperaba la reacción de Leonardo de venir acá a entrar a la fuerza a sus terrenos.

 

—Esto es invasión de la privacidad —musitó sonriendo con suavidad sin quitarle los ojos de encima.

 

El rostro de Leonardo se mantuvo imperturbable.

 

—Solo me basta con ver atada de manos a la señorita Torres para saber que esto es un secuestro y no una invitación amable —le respondió.

 

Giorgio entrecerró los ojos sin dejar de sonreir.

—Nos gusta jugar sucio —dijo en tono de malicia, haciendo entender que el hecho de estar atada era un acto consensuado por mí parte.

 

De inmediato lo negué con la cabeza.

—Eso no es cierto —reclamé apretando los dientes con rabia por su mentira.

 

Santoro me miró como si estuviera sorprendido por mi reacción.

—Basta con que sienta el aroma a vino en ella, bebíamos una copa de vino de boca en boca, deberías practicarlo eso es excitante…

 

Quise negarlo, pero noté la mirada endurecida de Leonardo, aunque no me mira y su actitud va contra Giorgio Santoro, presentí que algo no va bien ante su silencio. Apretó los puños y por momento temí que ambos empezaran a trenzarse a golpes. Sin embargo, Leonardo alejó su atención de Giorgio para dirigir, solo por un par de segundos, sus ojos hacia mí. Su expresión no ha cambiado, sigue tan fria como cuando miraba a Giorgio, y eso me sorprendio. ¿Estará molesto? 

 

—Señorita Torres, venga conmigo, la voy a sacar de aquí —dijo antes de darnos la espalda.

 

¿Acaba de llamarme "Señorita Torres"? No pude evitar tragar saliva y sentí dolor en mi garganta, dándome cuenta que me herí al intentar antes negarme a beber ese vino. Que me haya llamado así es tal como cuando uno de niño se portaba mal y mamá te llamaba con nombre y apellido como anunciando que algo malo va a pasar. 

 

Giorgio carraspeó molesto y luego sus ojos se dirigieron a mí. Al parecer pensaba decirme algo, pero antes de que lo hiciera avancé con rapidez siguiendo la espalda de Leonardo. Es dificil mantener su ritmo, es como si quisiera evitar que lo alcancé. 

 

Leonardo no se dio vuelta a mirarme por una sola vez, hasta que tropecé en el barro con torpeza. Caí con el peso de mi cuerpo en la rodilla, y aunque logré sostenerme con las manos para que el golpe no fuera peor, resentí el dolor arrugando el ceño. 

 

Se detuvo, y aunque se inclinó para tomarme en sus brazos, lo sentí lejano, ausente, como si aquí estuviera solo su cuerpo. Me levantó y siguió avanzando sin intenciones de querer hablar. Su rostro luce rigido y su expresión muestra severidad. 

 

—Leonardo… —musité.

 

—Señorita Torres, no me hablé con esa familiaridad —me interrumpió.

 

Y con eso pude darme cuenta de que los rumores que vi en la internet eran ciertos. Bajé la cabeza y me mordí el labio inferior ¿Acaso bastaron un par de palabras de Giorgio para que cambiara tanto su actitud conmigo? Ni siquiera me está dando la oportunidad de explicarme o de decirme que fue lo que él le dijo para que ahora haya puesto, entre ambos, un muro impenetrable. Palabras maliciosas que lo empujó incluso a terminar el compromiso sin siquiera preguntarme ¿Por qué?

 

Si me diera la oportunidad, si su razón es que le dijo que yo no lo amaba con la misma intensidad que él a mí,  podría decirle que tengo tanto miedo de saber que lo quiero y perderlo que por eso acallé mis sentimientos hacia él. Que lastimosamente necesitaría de su paciencia y su tiempo para sentirme lo suficientemente segura para poder quererlo, amarlo con libertad.

 

Pero su rompimiento inesperado cala hondo en mi pecho. Y sé que soy egoísta, injusta, y sin embargo tal vez no existe nadie en el mundo que alguna vez no haya miedo de expresarse, de dar la mano y lanzarse con todo. Lo hice una vez y al día de hoy sigo arrepintiéndome.

 

—Puede bajarme… señor gerente —musité—. No es conveniente que me vean en sus brazos.

 

Y se detuvo. No sé si su rostro se ha tensado por mi petición o mis palabras. Solo desvié mi mirada con miedo de ver sus ojos y adivinar lo que piensa. Estúpidamente lo he perdido…. y seguí caminando solo para alejarme, para calmar mi pecho, y para que mis lágrimas no me muestren débil. 

 

 

***************O****************

 

 

Leonardo

 

Fue como si mi corazón acabase de dar un vuelco horrible. Sus ojos siguen lejos de mí, y su forma de nombrarme “señor gerente” sonó tan indiferente y dolido que fue tal como si me apuñalaran el pecho.

 

Si supiera que esto lo hago por ella, que por mi fuera me aferraría toda la vida a su lado. Pero no puedo cometer el mismo error. Dos veces no puedo.




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