Novia desafortunada

¿Declararme?

Rafaela

 

—Yo… —me mordí la lengua alejandome de su lado.

 

Necesito ordenar mis ideas, ha venido con su novia acá a comprar pasteles, en la noche tiene su fiesta de compromiso ¿Y este descarado osa decirme que va a quererme por siempre? ¿Cómo un amor platónico? No lo entiendo, no puedo entender que pasa por su cabeza. 

 

Sentí que puso su mano en mi cabeza.

 

—Antes de que tu cabecita empiece a crear historias que no son, ella es mi prima Cristina y quiso que la acompañara a comprar pasteles para sus suegros, hoy es su fiesta de compromiso con su novio ¿Crees que soy tan estúpido para meterme con otra mujer cuando solo quiero estar contigo? —arrugó el ceño, parece ofendido.

 

Me reí con torpeza, para luego darle la espalda.

 

—¿No eras tú, señor Almendarez, el que no quiso saber más de mí? ¿Ahora viene y me dice esto? ¿Cómo se espera que reaccione? ¿Qué salte a sus brazos? Llevo meses tratando de olvidarlo… —mascullé molesta.

 

Me tomó de los brazos girándome hacia él nuestros ojos se toparon.

 

—Pero ¿Tenías que renunciar por eso y huir como rata? —me reprendió.

 

¿Cómo rata? Ah sí claro, es la rata a la que estas declarando, niño bonito. Eso me hizo hervir la sangre.

 

—¿Y qué quería que hiciera? ¿Que siguiera rogando detrás suyo? Que me arrastrara por el lodo, el piso, hiciera penitencia —le reclamé cruzando los brazos, me siento ofendida de solo pensarlo.

 

—Pues es lo que debías ¿O no? No salir huyendo… —suspiró y desvió la mirada—. En fin. Me sirvió para darme cuenta de que, aunque pensé que era lo mejor para ti no puedo vivir sin ti.

 

¿Lo mejor para mí? ¿Qué concepto de bienestar maneja este hombre?

 

Un momento… ha dicho que no puede vivir sin mí…

 

El calor se subió tanto a mi cabeza que me quedé embobada sintiendo sus manos ardientes ahora en mis hombros. Entrecerró los ojos con un aire seductor que me enredó aún más, como la víctima de una tela de arañas que ya no puede huir.

 

—Entonces ¿Quieres ser mi novia, aunque no me quieras? Aunque digas que no, no pienso soltarte y te voy a secuestrar, si Giorgio Santoro lo hizo ¿Por qué yo no puedo? Te encerrare en un palacio de cristal y serás solo mía por toda la vida —me susurró al oído y no sé si está jugando o no, porque al alejarse solo sonríe con maldad.

 

Cohibida aún más por su actitud, bajé la mirada nerviosa.

—No necesitas hacer eso… tu… tu… —tragué saliva—… me gustas, te… quiero.

 

Y antes de poder retomar aire luego de esa declaración me vi rodeada por sus brazos, alzada en el aire y besada de una forma como nunca me había besado, es sofocante, pero lo deseaba también, aun cuando no me dio tiempo de esperármelo.

 

Los aplausos nos hicieron reaccionar dándonos cuentas que todos nos miran. ¡Qué vergüenza! Solo quiero huir de la mirada curiosa de la gente que nos rodea. Además, mi prima y su esposo son los que más vitorean y nos tiran porras.

 

—Lo siento, todos van a saberlo y…

 

Preocupada de lo que dirán ahora los medios sobre él, hace unos meses se comprometió conmigo, luego terminó conmigo y ahora volvemos a estar junto. Pueden pensar lo peor sobre él y eso me inquieta. Pero Leonardo sonrió satisfecho.

 

—Yo, Leonardo Almendarez, declaro que amo a esta mujer —y me alzó en sus brazos—. Nos vamos.

 

—¿A dónde? —lo miré confundida.

 

Sonrió en forma seductora.

—Vamos a hacer el amor —me susurró y sentí que las orejas se me enrojecían ante tales palabras.

 

—¡¿Qué?! —le dije aferrándome más a sus brazos ¿A dónde está el caballero recatado que hasta para dar besos parecía pedir permiso ahora me sale con esto?

 

No estoy preparada, ni siquiera recuerdo que ropa interior estoy usando, además estoy con mi uniforme de la pastelería. Y debo oler a una mezcla de golosina y dinero.

 

Salimos afuera, el viento frio me hace temblar y me aferra más a su cuerpo. Quisiera decirle que puedo caminar, que no voy a huir, pero por su expresión siento que no va a escucharme. Se acerca al auto donde lo espera la chica que antes lo acompañaba. Sentí que mis mejillas ardían de que nos viera así. Pero ella actuó como si fuese lo más natural del mundo ver a su primo con una mujer en los brazos.

 

—Prima, aquí están tus pasteles —le dijo con amabilidad—. Me perdonas a tu familia, tuve que ir a otro lugar.

 

Aquella le sonrió.

—Me alegro primo que al fin has encontrado lo que habías perdido, que lo pasen bien —nos sonrió con complicidad mientras el auto se alejaba.

 

Al fin me bajó de sus brazos sin soltarme de la muñeca mientras abre la puerta de su coche. Le sonrió nerviosa.

 

—Podrías soltarme, no voy a huir —le dije con seguridad.

 

—No es por eso —respondió y sus ojos se fijaron en mi—, tengo miedo de que al soltarte despierte y me dé cuenta de que esto es otro sueño más…

 

Mi rostro se alzó hacia él, hay un dejo de tristeza, si antes hubiese visto eso no me hubiese rendido. Me siento culpable, y tomé sus mejillas con ambas manos. Pareció reaccionar al contacto de mis frías manos. Intentó sonreír.

 

—Lo siento, no voy a mentir y decir que no tengo miedo, pero quiero estar contigo, seré valiente, lo prometo, lo que quería decirte era eso. Pedirte otra oportunidad y esta vez no dejaré que mis miedos nos alejé —mi voz tiembla como no quisiera—. Te quiero Leonardo, te quiero y no me dejes pensando que no es así.

 

Su mirada quedó fija a la mía antes de sonreír y un suave beso cerró mi declaración antes de subirme al auto. El siguiente paso es grande, pero también quiero entregarme en cuerpo y alma a él.




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