Novia desafortunada

Primera vez

Rafaela

 

El lugar a donde me llevó es un departamento de gran tamaño, cerca de la playa. No pude evitar mirar por las ventanas impresionada, el paisaje es espectacular. 

 

En eso sentí sus brazos rodeándome y su calor me atolondró, porque antes que siquiera cruzara palabras con él me besó el cuello con sus labios húmedos y calientes. Es difícil mantener la razón en estas circunstancias más cuando sus besos se hacen más lentos y roza mi piel como si quisiera morderme. 

 

—Quisiera tomar una ducha —dije girándome tratando de mantener mi cabeza clara. 

 

Dar este paso, significa entregar por completo mi corazón. Se que a otros podría parecerle ridículos, pero hay para quienes tener relaciones sexuales siempre significa entrelazar también los sentimientos. La primera vez que me entregué a Martín siempre pensé que él sería con quien pasaría el resto de mi vida, no seré capaz de recoger los trozos de mi corazón si son rotos otra vez. 

 

Me mordí los labios enrollando mi cabello con mi mano. 

 

—Lo haremos después, juntos —respondió volviendo a rodearme con sus brazos y posando sus labios encima de los míos calló mis palabras, no solo eso, calló mis miedos. 

 

La humedad de sus labios me hace querer pecar y caer sin límites, y abrí mi boca permitiéndole entrar. Su lengua se deslizó junto a la mía. El beso es apasionado, desbordando unas ansias que ambos parecíamos contener. Nunca pensé que besar a alguien podría ser tan excitante sin aun llegar a más. 

 

Sus manos se deslizaron por mi cuerpo, desde mi cintura hacia más abajo aprisionándome con tal fuerza que no pude evitar dar un salto y abrir los ojos sorprendida por su rudeza, pero me tomó de la nuca para que no huyera de sus labios. Dicen que las calladitas son peores, pero en este caso podría decir que los hombres que lucen tan caballeros y educados lo son. No pensé alguna vez ver esta actitud atrevida en el gerente. 

 

Coloqué mis manos en su pecho y tuve que apartarlo para poder respirar, mi pecho se agitó tomando aire, pero ni siquiera me había recuperado cuando me alzó en sus brazos y me subió a la cama. 

 

—Señorita Torres ¿Me permite hacerla mía esta y muchas veces más a futuro? —me preguntó con su usual tono caballeroso. 

 

Se quitó la camisa de forma seductora mientras yo embobada ni siquiera he respondido su pregunta. ¿Cómo puede tener esa musculatura tan perfecta? Ese cuerpo tan... suspiro y me doy cuenta de que mi cuerpo tiembla ansiosa. Y como respuesta muevo la cabeza sintiendo el calor atolondrándome aún más, pero al sentir mis lagrimas calientes bajar por mis mejillas abrí los ojos esperando que Leonardo no pensará que no quiero. 

 

—Rafaela —dijo preocupado—. Si no quieres paramos. 

 

Sus manos se deslizaron por mis mejillas secando mis lágrimas. 

 

—No lloro de tristeza, es un "hola, nueva vida" —le dije sonriendo y pareció no entenderme. Es un cierre del ciclo de Martin, de un abandono en el altar, de dar el paso a otra etapa—. Lo quiero, quiero ser tuya, quiero que me tomes esta y muchas veces más a futuro. 

 

Me miró sorprendido para luego sonreír y acercarse a besarme, sus besos húmedos, calientes, con su respiración jadeante me hace rodearlo por el cuello con mis brazos aprisionándolo hacia mi cuerpo para sentir su piel desnuda. 

 

—He tenido tantas ganas que llegue este momento, pero voy a ser cuidadoso, lo prometo —me dijo cerrando los ojos para volver a besarme. 

 

No pude evitar reírme con suavidad. Es muy tierno cuando quiere serlo. 

 

—Señor gerente, no es necesario, no soy virgen —le susurré al oído—. No se contenga. 

 

Claro lo dije antes de sentir la dureza de su entrepierna rozando la mía.  Porque al momento que lo liberó me quedé hacia adentro, si alguien me hubiese dicho que tenía ese tamaño no me las hubiera dado de experta en la cama. 

 

Afortunadamente sus caricias, sus besos, permitieron que mi cuerpo se adecuara sin problemas, sintiendo un cosquilleo enloquecedor. Con cada embestida sentía que perdía la cabeza, no quería que se acabara, le pedía que lo hiciera más fuerte y él respondía empujándome con más potencia. 

 

Desnudos, entrelazados, moviéndonos sin parar, la transpiración pegada, los gemidos sin contener, y un éxtasis enloquecedor mutuo. Eso resume lo que fue mi primera vez con Leonardo Almendarez. 

 

Apoyé mi cabeza en su hombro sonriendo, tan agotada, tan satisfecha, que me dormí. 

 

 

******************O******************

 

Leonardo

 

La vi dormir en mis brazos, y la estreché con fuerzas sin querer cerrar mis ojos con miedo de que esto no sea real. Acaricié su rostro mientras duerme pensando en lo dulce y bonita que se ve durmiendo aun con sus mejillas sonrojadas. 

 

—Quédate conmigo, pase lo que pase no te dejaré —exclamé aferrándola a mi cuerpo desnudo.

 

Y no pude evitar mirar con seriedad mi teléfono viendo los llamados de mi madre. De seguro debe sospechar que la encontré. Tensé mi rostro apagando el aparato. No voy a dejar que nadie más se entrometa en mis decisiones. Me casaré con Rafaela, de esa forma nunca podrán separarnos. 

 

No quiero volver a sentirme vacío por no tenerla a mi lado, ni que mi madre y padre me hayan recomendado olvidarla para conocer a la supuesta hija de un empresario extranjero. Ya sufrí sin tenerla a mi lado, pensando que no me quería, sin embargo, ahora que me dijo que siente lo mismo que yo con mayor razón no la dejaré por nada ni por nadie. Mi vida sin Rafaela es una vida de soledad a la cual antes me había acostumbrado, pero ya no quiero esa vida. 




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