Novia desafortunada

Quiero una familia

Rafaela

 

Corrí por la arena caliente como nunca había corrido antes. Me siento libre. La fría agua del mar me hace dar un salto hacia atrás. Había olvidado que el agua es tan fría en este lugar. Miré el mar antes de sentir que Leonardo me rodea por la cintura en forma cariñosa. 

 

Sentí que el calor se subía a mi cabeza. Su solo contacto me enloquece. Es como si mi cuerpo aun no puede creer que este conmigo. Ya me había hecho tanto a la idea de que no volvería a verlo que nunca hubiese creído que esto pasaría. 

 

—¿Quieres ir a comer un helado? —susurró con una suave sonrisa. 

 

—Bueno —le respondí de inmediato. 

 

Me tomó de la mano pero su teléfono sonó en ese momento. Lo alzó frente a sus ojos y noté como arrugó el ceño. Y cortó la llamada ante mi sorpresa. Luce tenso y eso me preocupa. 

 

Me giré tomándole de ambas mejillas y pareció sorprendido. 

 

—Si quiere contestar hágalo, estoy consciente que no solo es un hombre sexy y apuesto, sino también un empresario a cargo de una gran cadena de hoteles por lo que debe tener muchas tareas pendientes —le dije con seriedad. 

 

Me contempló confundido antes de reírse con suavidad a pesar de mi sorpresa. Y me acercó con él besándome sin que me lo esperaba, incluso introduciendo su lengua. Abrí los ojos por el atrevido beso, no estamos a solas y aquí nos pueden ver. Lo aparté avergonzada y solo sonrió risueño. 

 

—Para mi no hay nada más importante en este momento que tú —señaló y sentí que mis mejillas se quemaban en fuego. 

 

Volvió a tomar mi mano y caminamos por la arena. Entrecierro los ojos y sonrío bajando la mirada. Me detengo de golpe y soltándome de su mano recojo una bonita conchita de mar de color vivo. 

 

—Un recuerdo de nuestra primera salida —le digo mostrándosela. 

 

Sonrió y me acarició la mejilla. 

 

—Vendrán muchas más, incluso hasta podemos volver con nuestros futuros hijos. 

 

—¿H-hijos? —tartamudee—. Señor gerente ¿No cree que va apresurándose mucho?

 

—No —respondió y su mirada pareció perderse en el mar. 

 

Noto su melancolía y eso me asusta, pero luego dirige su atención hacia mí. 

 

—Imagino que formamos una familia, tú, yo y diez hijos —sus labios se giraron en una ligera sonrisa sarcástica y bufé molesta a pesar de que me ha tomado de ambas mejillas—. Solo bromeo. 

 

Al escucharlo agregar eso último suspiré con alivio ¿Siquiera sabe lo que es un dolor de parto? No pasaría por eso diez veces. Mi prima tuvo un hijo y dijo que luego de eso jamás volvería a pasar por una situación así. 

 

—Quiero tres hijos —dijo de repente Leonardo. 

 

Y lo miré pensando que otra vez esta jugando. Pero luce serio. 

 

—Quiero formar contigo la familia que nunca he tenido —agregó. 

 

Moví la cabeza afirmativamente. 

 

—¿Entonces volvemos al hotel y hacemos a nuestro primer hijo? —me preguntó y me atoré con mi propia saliva ante tal idea. 

 

Tosí sin poder hablar mientras Leonardo me masajea la espalda. 

 

—Primero tendríamos que casarnos digo... paso a paso ¿No?

 

—¿Quieres casarte aun conmigo? —me preguntó. 

 

Moví la cabeza en forma afirmativa ¿Acaso aun lo dudaba? Después de la noche que pasamos pensé que había quedado todo claro. Extendí la mano pasándole mi caracol marino. Me observó sin entenderme. 

 

—Es mi promesa de matrimonio —le dije sonriendo.  

 

*******************O******************

 

Leonardo

 

Fuimos por el helado prometido. Guarde el caracol en mi bolsillo sin soltarlo, es como aferrarme no solo a la promesa de Rafaela sino también a la mía. Estoy dispuesto a ir contra todos por lograr mi sueño junto a ella. 

 

Mi teléfono vuelve a vibrar. Sin siquiera mirarlo lo apago. Sé que es mi madre otra vez, desesperada por la cita que ella misma hizo con la hija de uno de los socios de la empresa. Si tanto le interesa esa cita que vaya ella a encontrarse con esa mujer. 

 

Rafaela se acercó a mi lado sentándose en la banca y apoyándose su cabeza en mi hombro. Sonrió al sentir su calor y su aroma. Tenerla cerca me hace sentir más tranquilo. 

 

—¿Quieres seguir caminando en la playa? —le pregunté mirando como saborea su helado y tragó saliva al no ver su gesto tan inocente. 

 

Desvié la mirada y se río. 

 

—Lo siento —me dijo riéndose. 

 

—En castigo deberías hacer lo mismo en la cama —reclamé. 

 

—Claro, por mi ningún problema —me sonrió con malicia mientras vuelve a saborear su helado con un gesto que me pone más nervioso. 

 

La tomé de la muñeca y sus ojos se detuvieron en los míos sin dejar de sonreír. La rodee con mis brazos y la besé con pasión. Su boca esta fría y el sabor del helado se mezcla con el mío. No puedo soltarla, no quiero soltarla, quiero probar cada rincón de su boca.

 

Pero dándome cuenta del lugar la dejó libre y sus ojos fijos en mi me hacen temblar. 

 

—¿Volvemos al hotel? —le pregunté ansioso. 

 

Movió la cabeza en forma afirmativa. 

 




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