Novia desafortunada

Casada con la familia

Leonardo

Acaricié con suavidad la mejilla de Rafaela. Duerme profundamente acostada en mi cama. Las sábanas que siempre fueron negras las he cambiado por unas blancas, de esa forma parece que tuviera un ángel dormido a mi lado. Sí, puede sonar cursi pero no puedo evitarlo al ver el cuerpo desnudo, de mi ahora esposa, acostada entre las mantas de tono blanco. Se me hace irresistible no rodearla con mis brazos. 

 

Sin embargo, del otro lado sostengo mi teléfono. Treinta llamadas perdidas de mi madre, más otras diez de mi padre. Supongo que ya se han enterado por las noticias sobre este matrimonio apresurado, la verdad es que ni siquiera me importa lo que han dicho en los medios sobre este acto no usual de alguien como mi persona, acostumbrados a que sea tan estructurado y obediente a las normas de mi familia. Mis padres no han dejado de atosigarme con sus llamadas. No quiero que Rafaela deba enfrentarse a ellos, debo ser yo el que se pare frente a ellos y acabe de una vez con su manipulación. Por eso arrugó el ceño terminando de vestirme porque sé que no será una conversación fácil. 

 

Rafaela abre los ojos aun somnolienta y me mira preocupada al verme vestido listo para salir. No le he dicho nada de mis planes porque conociéndola querrá estar presente y no quiero que mis padres la hieran con sus palabras y actitudes.

 

—¿Pasó algo? —pregunta restregándose los ojos. 

 

—No te preocupes surgió algo urgente en la oficina, volveré luego, no he olvidado que hoy vamos a ver a tus padres, aunque de seguro también se hayan enterado del matrimonio —le señaló arreglando mi corbata. 

 

Refunfuña despeinada. Es claro que lo entiende, se ha convertido parte de las noticias de farándula que no quisiera.

 

—Sí, han estado llamando desde la madrugada, pero ya les dije a mis padres que iremos a verlos y aclararles todo —bostezó Rafaela. 

 

Me acerqué dándole un beso en la mejilla. 

 

—Descansa, porque esta noche tampoco planeó dejarte dormir —le dije en tono pícaro y abrió los ojos de inmediato. 

 

Noté como sus orejas se sonrojaban de inmediato y luego se envolvía en las sábanas como un caracol que acaba de esconderse dentro de su caparazón. No pude contener la risa y le acaricié la espalda para susurrarlo "Nos vemos".

 

Su cuerpo se engrifó al sentir mi tibio aliento en su oreja antes de darle una suave mordida y sonreí pareciéndome muy dulce su actitud. Es increíble que aun siga poniéndose tímida ante mi cercanía, pero no niego que eso es algo que me encanta de ella.

 

Pero toda esa calma, toda esa felicidad que estoy conociendo junto a Rafaela, apenas entré al estacionamiento se esfumó. Mi mirada se endureció recordando al lugar a donde me dirijo luego de subir a uno de mis autos y salir de mi hogar. El teléfono volvió a sonar y de mala gana solo tomé para decir.

 

—Voy en camino.

 

El hogar familiar no es un lugar cálido o que me haga sentir nostalgia. Mis padres siempre fueron muy severos, amoldándome a lo que esperaban como hijo, como su futuro heredero. A veces envidio la libertad de mi hermanastro, creo que la razón del divorcio de su madre fue salvarlo de la continua manipulación de nuestro padre.

 

Por ello todos los ideales de mi padre y mi madre solo fueron colocados encima de mi espalda sin que yo tampoco me opusiera a ellos. Dándome cuenta de que esta será la primera vez que iré en contra ellos.

 

 

Rafaela

Me desperté de golpe al sentir a alguien apoyarse en la cama. ¿Leonardo regresó tan rápido? ¿O se olvidó de algo? Pero apenas abrí los ojos me di cuenta de que no es nada de eso.

 

Vestida con elegancia, limándose las uñas como si estuviera en su casa, la madre de Leonardo, Rocío Gaona, esta sentada a los pies de la cama mientras un hombre está parado frente a ella.

 

Doy un salto cubriéndome con las sábanas y tenso mi rostro ante la presencia nada grata.

 

—¡Oh, querida! Has despertado —habló con fingida sorpresa.

 

Sonrió y solo pude ver su mirada maliciosa por lo que arrugué el ceño con desconfianza mirándola de reojo a ella y al hombre que la acompañaba. La mujer me miró confusa y luego contempló a su guardaespaldas sonriendo como si acabara de darse cuenta de su imprudencia. Pero no creo nada de sus gestos.

 

—¡Que impertinencia de mi parte! Tomás ¿Me esperas en la sala? Otro hombre no debe mirar la desnudez de la mujer de mi hijo —tragué saliva al escucharla decir eso, sentí que en el momento que lo dijo me clavó su mirada de una forma… siniestra.

 

Me aferré a las sabanas sin decir palabra alguna, si guardo silencio eso puede evitar más conflictos en el futuro. Aunque debo morderme la lengua ante las ganas de decirle unas cuantas cosas, lo principal, de que dejen de entrometerse en la vida de Leonardo.

 

Rocío Gaona se colocó de pie apenas el hombre salió, y se acercó a la cabecera sin soltar la lima de metal que sostiene en sus manos. Apreté los dientes al verla a corta distancia sintiendo la fría lima que ha posado en mi mejilla. Ella sonrió y la contemplé con seriedad sin entender sus intenciones.

 

Se puso a reír de la nada para luego besar mi mejilla.

 

—Tranquila, corazón, no sería capaz de dañar a quien ya es parte de la familia —señaló sin borrar su sonrisa.

 

—Si busca a Leonardo él salió a su trabajo —mascullé seriamente.

 

—No, no vine por él. Yo solo quería ver a mi nuera sin que mi hijo este presente, ya sabes hablar temas de mujeres —entrecerró los ojos.

 

—Entonces puede esperarme afuera, me vestiré —exclamé arrugando el ceño.

 

—No es necesario —dijo de inmediato—. Solo quería cerciorarme que estén cumpliendo sus labores matrimoniales, y me bastó con verte durmiendo en la cama de mi hijo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.