Novia desafortunada

Enfrentando a mi padre

Leonardo

 

Contemplé fijamente a mi padre en aquel despacho. Sentado del otro lado, con la espalda apoyada en el respaldo, las manos una sobre la otra y una mirada intimidante. Es la imagen de siempre. Desde niño esa era su actitud cada vez que cometía una falta, y es claro que hoy sus razones para llamarme sean reprenderme y castigarme.

 

Arrugué el ceño sin decir palabra alguna, esperando que sea él quien inicie la conversación.

 

—Veo que te has empeñado en ir contra las decisiones de tus padres —me habló seriamente.

 

Solo torcí mis labios manteniéndome rígido frente a él, de pie junto a la puerta. Como no hubo palabras saliendo de mi boca carraspeó impaciente.

 

—Podía haber tolerado tu obsesión con esa muchacha, incluso que te casaras con ella en vez de las otras candidatas, pero ¿Siquiera pensaste en todo el problema que causaría en la familia haberte casado de esa forma? Los rumores abundan entre los socios de la compañía, incluso diciendo que lo has hecho para ocultar un embarazo no previsto y…

 

—No me interesa lo que piensen ellos —lo interrumpí tensando mi rostro—. Quiero solo pensar en mi y en Rafaela, que es la mujer que amo.

 

Bufó entrecerrando la mirada.

 

—Amor… —masculló con severidad—, te crie pensando que serías algo más que un hombre que se deje llevar por cosas como esas, te crie pensando que siempre pondrías por delante de todos los intereses de la familia y la empresa, te crie pensando en ti como mi heredero y no en tu hermano mayor criado por las libertades de mi ex mujer. Pero decidiste casarte con una jovencita que no tiene nada que ofrecerle a esta familia más que los futuros hijos que cargara en su vientre.

 

Empuñé ambas manos al escucharlo hablar así, como si Rafaela no fuera más que una incubadora.

 

—¿Acaso no te casaste con mamá por amor?

 

Pareció incomodo con mi pregunta y se colocó de pie.

 

—Una vez creí que con amor todo se solucionaría, y cometí ese error, me casé enamorado de una mujer que al final no resultó bien. Ella me dejó a pesar de que dijo que me amaba ¡Que absurdo! —se bufó, aunque veo dolor en su mirada y eso me confunde—. Luego conocí a tu madre, la hija de un importante nuevo socio. Tu madre y yo decidimos casarnos, no porque nos amaramos sino por el beneficio que significaba a ambas familias, pensamos en el bienestar económico en vez de cursilerías como esas.

 

—Y por eso eres infeliz…

 

Dije sin pensarlo y al momento escuché el golpe en el escritorio que mi padre acaba de dar con ambas manos. Abrí mis ojos aún más confundido porque a pesar de ser siempre un hombre frio y severo nunca hasta ahora había perdido el control de sí mismo ¿Cómo unas simple palabras lo alteraron de esa forma? Aunque lo que dije no es mentira.

 

—Tu no lo entiendes ¡¿Qué esta pasando contigo?! Te criamos en las mejores escuelas, siempre fuiste obediente y ahora…

 

No siguió, debió tomar asiento y notó sus manos temblar.

 

—¿Quieres que sea infeliz como tú lo has sido? —le pregunté sabiendo que hundir más mi dedo en su herida podría empeorar las cosas.

 

Pero no respondió, se colocó una mano sobre la frente y se quedó en silencio. Tampoco mis intenciones fueron hablar por lo que permanecí en silencio. La tensión se puede sentir más fuerte en el despacho.

 

—No puedo seguir con esto —señaló de la nada, sin mirarme—. Si tanto te interesa esa muchachita, cuídala de tu madre, ella esperaba que hoy te amenazara lo suficiente para volver a tenerte en nuestras manos… por ahora no asistas a las reuniones de socios ni a la empresa, mientras la situación se calme mantente lejos. Veré como manejarme con tu madre, pero no prometo poder impedir que ella siga estando encima de ustedes. Si estas dispuesto a seguir ese camino espero que después no vengas a llorar frente a mí de tu decisión.

 

Y dicho esto, sin esperar palabras de mi parte salió por la puerta al costado de la sala dejándome solo. Me quedé ahí, en silencio, intentando analizar lo que acaba de pasar, y empiezo a entender que el amor de la vida de mi padre siempre fue la madre de mi hermano mayor, Aníbal, pero fue ella quien lo dejó y no como siempre pensé.

 

Salí del despacho de mi padre y luego de la casa saliendo por el jardín en dirección al estacionamiento. Las ideas no dejan de golpearme la cabeza. Tal vez sea infantil, pero comienzo a darme cuenta de que no fuí un hijo procreado por amor sino uno en el cual solo mis padres proyectaron más su ambición, sacrificando mi vida para solo ser el mero objeto que ambos buscaban. ¿Cuántas horas de estudios? ¿Cuántos maestros privados? Viviendo alejado de todo lo que otros niños disfrutaban, de juegos, aventuras, libertad.

 

Alcé la mirada contemplando la ventana de lo que fue mi habitación y no dejó de verme a mi mismo cuando niño mirando por los cristales un jardín al cual no me permitían salir a jugar, ver a mi hermano jugando con mis primos mientras que yo, aun en vacaciones solo tenía que enfocarme con mejorar mis calificaciones, en aprender una cantidad de conocimientos que me atosigaban hasta mandarme a la cama con fiebre.

 

Me mordí los labios, solo nací para eso. Para tomar el lugar que mi hermano cuya madre lo rescató de ese futuro, que mi padre en realidad nunca quiso dárselo a él, porque a diferencia de mí, Aníbal es el fruto de su amor.

 

Y empiezo a darme cuenta, que, a pesar de su usual gesto severo, la mirada de mi padre hacia Aníbal nunca fue la misma que me daba a mí, él siempre fue su hijo, yo solo el peón criado para asumir el papel que él nunca quiso para él. Porque no sarificaría a su hijo para vivir una vida como esta, siendo una simple marioneta creada solo para asumir el rol que él dejará al morir. Me mordí los labios bajando la mirada.




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