Novia desafortunada

Un regreso desagradable

Rafaela

 

Me visto preocupada mirándome al espejo mientras mis ojos se detienen en mi propio reflejo. No hay algo que me guste menos que estas cenas de negocios. Me preocupa no tener la educación suficiente para saber comportarme adecuadamente. Pero Leonardo insistió que me necesita a su lado.

 

Suspiró y cierro los ojos y no los abro hasta sentir que me sostienen la cintura. Me giró asustada recibiendo de improviso un cálido beso en los labios que me hace precipitarme así atrás con torpeza. Leonardo me sostuvo antes de caer y sonrió con malicia.

 

—¿En qué pensabas para que te asustaras de esa forma? —me preguntó mientras me enderezo y lo empujó de mi lado.

 

—Nada —musité molesta.

 

—Deberías pensar en lo bonita que luces y en el apuesto hombre que esta noche estará a tu lado —me susurró al oído provocando que me estremeciera evitando su cercanía.

 

Esta demasiado empalagoso esta noche ¿Qué le pasara?

 

Me rodeó con sus brazos al darse cuenta de que quería escapar para luego morderme con suavidad el lóbulo de mi oreja. Abrí los ojos y me quedé mirándolo esperando una respuesta a su comportamiento. No es que en otras ocasiones no se comporte así, lo hace, pero pensé que a una cena como esta debería estar un poco más serio.

 

No olvido que, como el señor gerente, era un hombre bastante serio y seco, que no mostraba un atisbó de sexualidad.

 

De repente me doy cuenta de que estoy en la cama, fue solo un ligero empujón y terminé tirada en el colchón, con mi señor esposo encima y una sonrisa maliciosa que aunque sé explicarla finjo no darme cuenta.

 

—Tenemos esa cena y…

 

—¿Y qué tal si nos quedamos en casa? Preparo algo muy rico, vemos un par de películas y hacemos el amor hasta el amanecer… —me susurró al oído depositando lentos besos en mi cuello.

 

—Podemos hacerlo después, no me he vestido, arreglado ni tragado una noche de insomnio para al final no ir —le reclame sentándome en la cama con los brazos cruzados.

 

Escuché una ligera risa de parte de él y arrugué el ceño ¿Se está burlando?

 

—Entonces dejémoslo para la vuelta, tengo que lucir a mi linda esposa frente a todos, ya que andan diciendo rumores que me casé vamos a darles la respuesta. Mi querida esposa —señaló animado colocándose de pie y dándome la mano para seguirlo. 

 

El hotel luce mejor que nunca, la cena se realizara en este lugar, por fortuna el padre y la madre de Leonardo estarán ausentes debido a que justo están de viaje, por lo que él ha asumido toda la dirección del evento a realizarse.

 

Son muchos socios que vendrán y eso significa reencontrarnos con muchas personas de las que estuvieron en su cumpleaños. Es incomodo pensar que más de alguno me señalará como haber tenido un affaire con Giorgio Santoro y que eso provocó que Leonardo rompiera conmigo. Y de seguro ahora lo engatuse para que se casara conmigo.

 

Como si tuviera esa habilidad… bufé tomándome un trago. Pero no llegué a media copa cuando Leonardo la tomó de mis manos.

 

—No olvides que eres débil con el alcohol —musitó sonriendo con suavidad.

 

—No olvides que tu también —le dije picada.

 

Pensaba responderme algo, lo noté por su sonrisa irónica, pero justo en ese momento una pareja se acercó a nosotros. De inmediato me sentí tensa ante la mirada de la mujer quien entrecerrando los ojos pareció mirarme como si fuese inferior a ella. Leonardo me tomó la mano en ese momento bajando la tensión de mi cuerpo y me sonrió con tanta sinceridad que sentí que no me importaba que pensara esa mujer mientras él estuviera a mi lado.

 

—No pensé que tu esposa sería también a quien presentaste como tu novia en tu fiesta de cumpleaños —habló el hombre con cordialidad extendiendo su mano—, es un gusto volver a verla, señorita… bueno ahora señora.

 

Se rio con un enorme vozarrón, la mujer a su lado en cambio a pesar de reírse no fue muy sincera.

 

—Luego del problema… —tosió fingidamente—, con el joven apuesto Giorgio Santoro… no pensé que Leonardo pudiera prestarse para casarse. No sé ¿Tienes algún secreto?

 

Guardé silencio. Si pudiera responderle como quisiera de seguro me expulsarían por grosera.

 

—Ser sincera, no falsa, ni andar a la cola de un hombre que nunca le presta atención y en la primera oportunidad atacar a la mujer que ese infame secuestro sin pagar un día en la cárcel, por celos de no haber sido ella la secuestrada. Supongo que así me reconquisto ¿No le parece? —habló Leonardo entrecerrando los ojos con maldad.




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