Novia desafortunada

La peor de las trampas

Rafaela

 

Me quedé mirándolo sin entenderlo “¿Su ángel malicioso?” alcé mis cejas sintiendo en ese momento que estoy haciendo el ridículo. Giorgio le indicaba a su secretario que no había problemas y que nos dejara solos mientras yo aun no logro salir de mi sorpresa.

 

Intenté soltarme de las manos de Giorgio, pero él me sostiene con fuerzas sin intenciones de dejarme ir. Sus ojos siguen atentos a mis movimientos y se acerca demasiado obligándome a tirar mi cabeza más atrás.

 

—Dime donde puedo encontrarla —pareció suplicarme.

 

Me solté de sus manos de golpe y retrocedí haciendo una mueca.

 

—¿Qué planeas? —le pregunté quisquillosa.

 

—Nada, solo quiero buscar a mi ángel —respondió sonriendo meloso.

 

Tensé mi rostro, o está drogado, o Sofia le dio una buena patada, o peor aun le dio algo más como para convertir a este tipo frio y arrogante en un cachorro que parece desesperado por encontrarla.

 

Ya tendré que preguntarle a Sofía que hizo para que me cuente su secreto, podría usarlo para futuro con Leonardo… No, no ¿Qué estoy pensando? Lo que debo hacer es darle un buen coscorrón por involucrarse con un tipo peligroso como este.

 

—¿Te… te gusta Sofia? —señalé conteniendo mi enojo.

 

—Sí —respondió seriamente y mi rostro se enfrió.

 

Lo tomé de los hombros empujándolo contra la pared.

 

—No, me digas que vas a usarla para vengarte de mi porque te juro que eso no lo permitiré… —me es aún difícil creer que sus intenciones sean buenas. No estoy dispuesta a dejar a mi amiga en manos de alguien que vaya a hacerle daño.

 

—No lo haré —dijo tocándome la mejilla con una suave sonrisa—, no estes celosa, fuiste la primera nunca lo olvidaré, pero mi corazón ahora le pertenece a otra mujer…

 

Chasqueé la lengua alejándome. No es eso lo que me inquieta.

 

—No estoy celosa, estoy preocupada por mi amiga —le dije alejándome y dándole la espalda—. Siendo sincera me cuesta creer en ti y que tengas buenas intenciones…

 

Giorgio sonrió con expresión tranquila. Parece sincero, pero no puedo creer en él a buenas y a primeras. No ha sido precisamente un hombre bueno en toda esta historia.

 

—Te doy mi palabra de que mis intenciones no son mala, de verdad me interesa Sofia, en el buen sentido, como un caballero —señaló sin despegar su mirada de mi rostro.

 

Me quedé en silencio ¿Cómo puedo creer en el hombre que me secuestró y quiso forzarme a tener una relación? Aunque su mirada luce transparente no quisiera fiarme de lo que dice, por otro lado, lo más importante primero es hablar con Sofia ¡Y tirarle las orejas! Me lo hubiera advertido antes y no hubiera venido aquí a ponerla en bandeja frente a este peligroso hombre.

 

—Primero voy a hablar con ella, pero no la uses por maldad, ella es una buena persona y ya ha tenido suficiente patanes en su vida que le han hecho ya sufrir, no necesita más hombres así —dicho esto me acerqué seriamente a él—, pero si ella no quiere verte prométeme que no la seguirás, no la secuestraras ni harás nada raro.

 

Giorgio volvió a sonreír.

 

—No voy a cometer el mismo error, esta vez haré bien las cosas, no quiero hacerle daño, quiero conocerla —habló con tanta sinceridad que titubeé.

 

—Bien, déjame primero hablar con ella, si Sofia quiere conocerte los ayudaré, en caso contrario, te repito la dejaras en paz ¿Lo entiendes?

 

—Entiendo, acataré su decisión —fue su respuesta.

 

Lo contemplé con atención, esperando ver en su rostro algún gesto que delaté sus malas intenciones, pero su expresión se mantuvo sincera. Solo incliné ligeramente la cabeza en señal de despedida y le di la espalda para salir de su oficina.

 

Pero me sentí extraña como si un fuerte mareo obligara a mi cuerpo tambalearse. Antes de llegar al piso Giorgio me sostuvo entre sus brazos. Su mirada luce, preocupada.

 

—Rafaela ¿Estás bien? —y sin esperar respuesta me tocó la frente—, tienes fiebre, no deberías irte así, llamaré a alguien para que te lleve a casa.

 

—No será necesario, solo estoy cansada, he trabajado bastante estos días —señalé enderezándome—¸puedo ir a casa sola, no tienes que preocuparte.

 

Giorgio movió la cabeza y llamó a su secretario.

 

—Llama a Viktor —refiriéndose a su chófer— y avísale a Leonardo que Rafaela va camino a su casa porque se siente mal.

 

—Te dije que no era necesario —le reclamé, aunque siendo sincera no soy capaz de poder caminar derecha.

 

—Si te pasa algo no solo tu marido va a matarme, Sofia tampoco me lo perdonaría.

 

Lo miré unos segundos antes de reírme a pesar de su confusión, es en serio que le gusta tanto que se preocupa que no lo perdone aun cuando ella no ha dicho que quiera relacionarse con él. Será tonto, pero me pareció… lindo.

 

—Bien, lo haré por Sofia —le respondí dejando que me alzara en sus brazos sentándome en su sofá.

 

 

Giorgio

 

Apenas Rafaela salió de mi despacho no pudo evitar sentirme preocupado por ella. Si no hubiera estado en mi oficina y eso le hubiera pasado en la calle quien sabe que consecuencias hubiera tenido.

 

Tomé mi teléfono para llamar a Leonardo, no es que quiera escuchar la voz de ese infame, pero por Rafaela necesito avisarle lo que ha pasado. Nadie pierde el equilibrio de esa forma por muy cansado que esté y eso es preocupante.

 

En eso mi teléfono comenzó a sonar antes de hacer la llamada.

 

—¿Señora Gaona? —pregunté sorprendido.

 

—Hola, ¿Cómo has estado? Ayer me fui muy preocupada por tu estado ¿Pudiste… hablar con Rafaela? —me preguntó con interés.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.