Novia desafortunada

Encontrando al culpable

Giorgio

 

Arrugué el ceño al escuchar a mi secretario. Es inusual que alguien haya tomado fotografías hacia la ventana de mi oficina. A menos claro que se hubiera ubicado de esa forma justo esperando que algo así pasara. Eso significa que alguien ha estado siguiéndome sin que me hubiera dado cuenta.

 

—Llama a seguridad —le dije apenas escuché sus palabras para luego masajearme las sienes sin creer como he caído con tanta torpeza en este juego.

 

Alcé la mirada hacia esa misma ventana notando un ligero reflejo. Me coloqué de pie con cautela saliendo de mi despacho ante la sorpresa de mi secretario que acababa de terminar su llamada.

 

—Señor Santoro, el jefe de seguridad viene para acá —me dijo levantándose de su asiento.

 

—Voy a recibirlo en otro lado, avísale que será en la sala de reuniones —ordené dirigiéndome a ese lugar.

 

El jefe de seguridad no tardó demasiado en hacerse presente. Luce serio y tranquilo a pesar de saber que las pocas veces que lo he llamado a hablar a solas ha sido por temas urgentes.

 

—Necesito que detengan a quien se esconde vigilando la ventana del costado derecho de mi oficina, noté el reflejo hace unos momentos. Cuando lo tengan luego de darle una paliza ejemplar quiero que me lo traigan acá. Necesito interrogarlo —señalé de una vez.

 

—Sí, señor Santoro —respondió saliendo de inmediato de la sala.

 

Tensé mi rostro preocupado por Rafaela, lo que menos quisiera es darle más problemas, pero si la llamo eso podría agravar la situación. Solo espero que Leonardo la ame suficiente como para creer más en ella que en esos absurdos rumores.

 

Me bebí un café en la sala de reuniones leyendo los mensajes sobre los rumores que aparecen en esas falsas noticias. No puedo creer como la gente sin tener más antecedentes puedan insultar a alguien de esa forma por mentiras como esas. Apago el teléfono con fastidio. Si conocieran como es Rafaela en realidad no dirían esas cosas de ella.

 

—Llama al encargado de comunicaciones de la empresa —exclamé apenas me acerqué al escritorio de mi secretario. Necesito parar ahora mismo esos rumores, que se comuniquen con quienes lo publicaron y los amenacen con demandas si es necesario.

 

—Señor Santoro, tiene visitas…

 

Al escucharlo levante mi rostro y ante de decir una palabra ante la presencia de la mujer que está parada frente a mí aquella me tomó con rudeza del cuello de mi camisa.

 

—¿Qué mierdas intentas hacerle a mi amiga? —reclamó apretando los dientes.

 

—¿Mi ángel malicioso? —exclamé sorprendido de poder volverla a ver.

 

Al escucharme titubeó sin soltarme.

 

—¿Á… Ángel? —tartamudeó.

 

—Te he buscado por todos lados, deseaba tanto volver a verte —dicho esto le acaricié la mejilla y me quedó mirando, confundida.

 

 

Sofia

Titubeé sin entender lo que hace.

 

¿Este tipo me está acariciando la mejilla? Y me mira de una forma muy distinta a la mirada que luce en las fotografías. Entrecierra los ojos y me habla como si entre nosotros existiera algo.

 

Retrocedí en el acto.

 

¿No será acaso una trampa para engañarme? Sé que pasamos una noche juntos, pero eso lo he hecho con otros hombres, pero ninguno me ha mirada de esa forma.

 

No debo olvidar a lo que he venido, a darle unas buenas patadas por inventar esos rumores con mi amiga Rafaela, bastante ha tenido la pobre que sufrir con sus trampas y soportar a la suegra odiosa que tiene como para pasar su embarazo con riesgo de ser apuntada que incluso el bebé en su vientre no sea de su marido.

 

Hace tiempo que debí hacer esto.

 

—Señor Santoro, ya lo tenemos, está abajo en la bodega —apareció un hombre alto y fornido interrumpiendo nuestra conversación.

 

Notó como la mirada dulce y amable de Giorgio Santoro cambia a una más fría y severa al dirigirse al hombre que le ha hablado. Ese si es la mirada que he visto en las fotografías. Pero ¿Por qué antes me miró de esa forma y me llamó “Mi ángel malicioso”?

 

—Muy bien, vamos para allá —señaló secamente para luego voltear hacia mí con un tono de voz más suave—. ¿Puedes esperarme en mi oficina? Ya vuelvo. Luis, pídele a la señorita lo que ella quiera. Vengo enseguida.

 

Le habló a su secretario y se retiró con el otro tipo dejándome sin palabras. No entiendo lo que pasa, pero necesito decirle a este tipo unas cuantas verdades y descubrir si es él quien esta distribuyendo esos rumores por todos lados.

 

 

Giorgio

Contemplé al tipo que arrodillados en el suelo me contempla aterrado. Mis hombres lo han golpeado hasta que al fin dijo que iba a confesar.

 

Su estado es lamentable, es claro que se negó a hablar desde un principio. Me incliné a su lado jalando su cabello hacia atrás y mirándolo amenazante.

 

—Me avisaron que ya quieres hablar —exclamé notando el temblor en su único ojo que no había recibido golpes. El otro luce horriblemente hinchado.

 

No solo su ojo, sangra de la nariz que ya parece estar rota y tiene magulladuras en todo su rostro.

 

Lo solté de golpe notando como mis guantes se han manchado de sangre. Entrecierro los ojos para luego esperar lo que el tipo va a confesar.

 

—¿Quién te envió a hacer esto? —le pregunté con frialdad.

 

Respiró agitado y fijó sus ojos en la cámara que otro de mis hombres sostiene entre sus manos. Es claro que ahí debe tener más material de lo que puedo imaginar.

 

—Destruyela —ordeno en ese momento.

 

—¡No! Por favor, no, esa cámara es muy importante, no la destruya, fue un regalo de mi padre….




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