Giorgio
—¿Tú de verdad piensas que yo voy a creer que mi madre está detrás de todo esto? —preguntó Leonardo cruzando los brazos con expresión furibunda.
Tensé mi rostro, me esperaba que no me creyera, no lo culpo. Después de todo secuestré a la mujer que ama e intenté que se enamorara de mí incluso a la fuerza.
—Lo que dice es cierto —Sofia apareció en la sala ante la sorpresa de Leonardo.
—¿Sofia? ¿Qué haces aquí? ¿Este hombre te está amenazando? —preguntó tomándola de ambos hombros preocupado.
Sofia movió la cabeza a ambos lados.
—Escuché a ese hombre, el fotógrafo, declarar todo, vi también la evidencia e incluso el registro de las llamadas de la señora Gaona al señor Santoro —señaló seriamente.
Permanecí quieto e imperturbable, aunque no puedo negar que escucharla llamarme por mi apellido me desilusionó de cierta forma. Pero no es momento de pensar en eso, hay que buscar una solución a toda esta situación. Luego podré buscar la oportunidad de hablar con Sofia y aclarar nuestra situación.
—¿Puedo ver a ese hombre? —preguntó Leonardo con expresión grave dirigiéndose a mí.
Le hice una señal a los hombres de seguridad que de inmediato lo dirigieron al lugar. Caminé detrás de ellos dándole alcance a Sofia, pero apenas me vio cerca apresuró el paso para estar al lado de Leonardo.
El tipo con temor de ser golpeado contó todo el relato frente a la incredulidad de Leonardo, pero a medida que lo escuchaba su rostro se fue endureciendo. No debe ser fácil darte cuenta de que tu propia madre ha querido dañar su relación.
Terminó de escucharlo y de inmediato hizo el ademán de salir del edificio.
—Hey, espera —dije antes de que se retirara.
Se volteó con expresión poco amigable.
—Rafaela nunca haría nada por engañarte, no creas nada de lo que diga tu madre…
—Lo sé, yo creo en ella más que nadie, no es necesario que me digas eso —y sin más se retiró.
Sofía hizo el ademán también de retirarse.
—Ángel mío —le hablé y vi que detuvo sus pasos.
Pero sin voltear ni mirarme agregó.
—Lo siento, señor Santoro, yo nunca podría salir con la persona que le hizo tanto daño a alguien tan querido para mí. No soy la mujer indicada para usted. Adiós y cuídese. Deseo de corazón que encuentre a alguien que lo ame.
Me quedé en silencio ante sus palabras.
Leonardo
Conduje molesto en dirección a la casa de mis padres. Aun a pesar de la declaración del tipo que Giorgio encerró en la bodega, sigo esperanzado que mi madre no sea quien difundió esos rumores de infidelidad que culpan a Rafaela.
Se que no es la mejor persona, ni tampoco fue una buena madre. Pero caer tan bajo como para dañar la reputación de Rafaela al punto de que en las redes sociales prácticamente todo el mundo se ha ido contra ella tratándola de lo peor.
Incluso atreviéndose a dudar del secuestro que antes sufrió en manos de Santoro. Tenso mi rostro aprisionando los dientes.
La relación con mi madre ya está quebrantada y si es verdad que detrás de todo esto está ella jamás la perdonaría. Mis padres saben que Rafaela está embarazada y exponerla a este tipo de tensión es riesgoso.
Quisiera no creer nada, pero lamentablemente hay una parte de mí que sabe que lo que dijo Giorgio Santoro es cierto.
Comienza a lloviznar y solo el sonido del limpiaparabrisas rompe el silencio al interior de mi vehículo. Mi madre vivió su vida intentando que me transformara en el hijo, que ella pensaba, que mi padre deseaba tanto. Quería ser la mujer que ocupara su corazón, cubrir ese amor del pasado del cual él jamás fue capaz de soltarse. Y puedo entender su dolor, más no sus acciones.
Bajé del vehículo caminando en dirección al hogar paterno. Sé que mi padre a estas horas debe estar viajando al extranjero por lo que es mi madre la única que está en la casa.
La sirvienta me abrió la puerta y se me quedó viendo como si viera un fantasma. Luego reaccionó nerviosa dejándome pasar al interior.
—La señora está en el despacho tomando un café, me dijo que usted vendría —señaló la mujer.
Alcé mis cejas notando que si mi madre sabía que yo vendría eso es clara evidencia que estaba segura de que descubría que fue ella quien está detrás de esas fotografías. Refunfuñé de mala gana y pasé sin decir palabras.
Al llegar al despacho la vi sentada observando a través de los enormes ventanales, que cae en el jardín, la llovizna el pasto luce verde y fresco, y los botones de flor a punto de reventar.
—De seguro, Giorgio lo descubrió todo —dijo sin mirarme tomando un sorbo de su té.
—Necesito que te expliques —le hablé en tono severo.
Ella dejó escapar una pequeña risa.
—Explicar que todo lo hago por ti —agregó fijando sus ojos en mí.
Tensé mi rostro, pero no dije nada, pues al parecer ella quería seguir hablando.
—Ahora no lo entiendes, pero un día te darás cuenta de que tuve toda la razón, me he sacrificado por darte lo mejor. No me malentiendas, quiero a Rafaela, y era una buena prospecto para esposa hasta que se metió con Giorgio Santoro. Pero entiendo que no quieres separarte de ella. Por eso estoy arreglando una casa en Villa Puerto, no queda lejos de acá, podrás visitarla cuando quieras, ver a tu hijo. Mientras te cases con otra mujer que será tu esposa legal y te dará los hijos que heredaran la empresa. Rafaela tanto como tu primogénito tendrán de todo, salvo tener el derecho a heredarte ni a mostrarse como tu familia…
—¿Hasta cuándo? —la interrumpí aprisionando ambos puños— ¿Hasta cuando seguirás creyendo que puedes manejar mi vida?
Se giró mirándome confundida, noté que pensaba sonreír pero no sé que expresión hay en mi rostro que no pudo hacerlo.
—Dejé de jugar, de salir con mis amigos; porque tú, madre, querías que fuera el número uno de la escuela, sacrificando mi infancia y pasándome horas encerrado en mi habitación estudiando, asistiendo a clases particulares, viendo como mi infancia se escapaba entre mis dedos, mirando con amargura a los niños jugar en las plazas mientras que yo debía seguir estudiando. No conforme con ello tuve que dejar mi sueño de lado, por ti, porque decías que a mi padre le avergonzaría que su hijo se transformara en un simple chef, que debía ser mejor que mi hermanastro, mostrarle interés por manejar sus hoteles. Aun así, no era suficiente para tí, me seguias viendo con desilución, yo no llenaba tus deseos. Te entrometiste en mi noviazgo con Carolina, porque ella no te parecía adecuada para mí ¿Sabes cuanto me dolió separarme de ella? Pero eso tampoco fue suficiente…