Novia Fugitiva

Capítulo 17 Un Angel Travieso

La música atronaba, pero para Mara era un motor. Bailaba con una sonrisa descontrolada, moviéndose de forma frenética, como si buscara drenar cada gota de alcohol de su sistema a través del movimiento. Artes era ahora su exhausta pareja de baile, pues Andreas había desertado hacía rato.
—¿Todo bien con ella? —preguntó Duncan, sentándose a mi lado mientras señalaba a Mara con su vaso. Su voz era un trueno suave sobre la estridencia de la música.
Solté un suspiro, pesado.
—Entiendo. Enamorarse de Leonish no es fácil. Siempre terminas con el corazón roto.
—No está enamorada de Leonish —repliqué rápidamente, casi a la defensiva. Duncan alzó las cejas.
—Lo siento. La forma en la que se miraban... pensé que... Olvídalo. Ya no sé lo que digo.
—Nunca sabes lo que dices —respondió Olivia, sentándose sin ceremonias en las piernas de Duncan.
—El 'efecto Leonish' pega fuerte —confirmó Olivia, su voz sorprendentemente dulce—. Te lo dice alguien que quedó deslumbrada por él hace un par de años.
—¿Y en cuánto tiempo lo superas? —pregunté, observando de nuevo a Mara, que ahora jalaba a Artes, ignorando sus súplicas por un descanso.
—Depende —dijo Olivia, pensativa—. Si fue directo al grano en un solo acostón, o si te trató lindo antes de ir a lo que busca...
—¿Y si nunca se acostó con ella, y solo buscaba hacerla sonrojar y bromear?
Duncan y Olivia me miraron con una incredulidad casi cómica, como si acabara de invocar un demonio.
—Espera, espera —dijo Duncan, desorientado, apartando a Olivia—. ¿Me estás diciendo que él no se acostó con ella?
—Así es.
—No puede ser —dijo Olivia, con la boca abierta.
—Te lo dije, Duncan. Leonish está perdido —confirmó Andreas, llegando junto a Aron y sentándose.
Aron me tendió la mano, y por un instante, esperé que me invitara a bailar. Pero en un movimiento rápido, se sentó y me jaló, sentándome directamente en su regazo. Lo miré, sorprendida, y él solo me dedicó una sonrisa llena de promesa.
—Increíblemente, ya lo arruinó —dijo Duncan.
—Y lo peor es que por orgulloso no se da cuenta —añadió Aron, su aliento rozando mi oreja.
—...¡Pero no quiero descansar! —protestó Mara, acercándose a nosotros con un puchero.
—Solo un ratito, Mara. Te prometo que después bailaremos —dijo Artes, agotado, el sudor brillándole en la frente.
—Me ofrezco como tributo —anunció Duncan, deslizando a Olivia de su regazo para sonreírle a Mara, quien se iluminó con una sonrisa emocionada.
—¡Definitivamente, sí! ¡No puedo creer que no solo he bailado con todos los chicos de mi banda favorita, sino que también bailaré con mi actor favorito! —gritó Mara, eufórica.
—Podemos hacer más que bailar, si quieres —le dijo Duncan en tono seductor.
—De ti quiero hasta hijos —devolvió ella, feliz, asumiendo su papel de fan desinhibida.
Los chicos rieron a carcajadas. Mi nerviosismo se disparó.
—Entonces, señorita Mara, yo puedo darte todos los hijos que quieras.
Mara se sonrojó de golpe, y Duncan le sonrió con una intensidad coqueta.
—No abuses, Duncan —lo regañó Aron, protector.
—Sí, no pretendas quitarnos a nuestra cita —se quejó Andreas.
—Desde que sus citas no dan la talla, ella queda libre para estar con alguien que sí tenga aguante.
Y con eso, tomó la mano de Mara y se la llevó a la pista de baile.
—¿Tengo que estar preocupada? —le pregunté a los chicos.
—Es un idiota, pero es decente. Nunca le hará nada que ella no quiera —me contestó Aron, dejando un beso suave en mi hombro desnudo.
—Sí, pero ella está un poco...
—¿Borracha? —dijo Andreas, cortándome sin piedad, y yo asentí.
—No te preocupes. Duncan no es esa clase de hombres que se aprovecha —me aseguró Olivia, dedicándome una sonrisa que me tranquilizó.
Volteé a verlos: Mara estaba deslumbrada, sonriendo mientras giraba en sus brazos.
—Relájate, preciosa —susurró Aron en mi oído, mientras su mano se posaba en mis caderas, dibujando círculos invisibles que encendían mi piel—. Ella está bien.
Asentí, relajándome completamente contra el calor de su cuerpo.
—Está bien —dije, haciendo un medio puchero. Aron me sonrió y me dio un beso rápido en los labios, para luego morder mi labio inferior, haciéndome soltar un pequeño brinquito que lo hizo reír.
—Ustedes son adorables —dijo Olivia, con un tono de envidia dulce.
—Empalagosos es lo que son —dijo Artes, y Aron volteó los ojos.
—Chicos, necesito que vengan un momento —Victor, el mánager de la banda, se acercó a nosotros.
—¿En serio, Vic? —dijo Andreas sin ganas.
—Es rápido, solo un par de fotos.
—¿No crees que ya nos tomamos suficientes? —se quejó Aron.
—Solo dos más y ya no los fastidio en toda la noche.
—Bien —cedió Aron.
Me paré de su regazo, y él, Andreas y Artes se levantaron a regañadientes.
—Ya te lo regreso, Phoebe —me dijo Victor, dedicándome una sonrisa—. ¿Dónde están Mikos y Leo? —preguntó a los chicos.
Andreas hizo una seña bastante obscena, haciendo que Victor lo fulminara con la mirada.
—Solo espero que Leonish no esté con otra modelo interesada que lo dejará por el suelo en todas las revistas de chismes mañana —se quejó Victor, dándose la vuelta.
Mordí mi labio, incómoda.
—Más respeto, Victor —dijo Aron, frunciendo el ceño.
Se fueron discutiendo, pero la incomodidad se había instalado en la boca del estómago. Diana era mi amiga; no quería que la relacionaran como una fulana cualquiera.

—¿Y Phoebe? —dijo Olivia, llamando mi atención—. ¿Ya conociste al 'chicle de Aron'?
La miré sin entender.
—Me refiero a Anastasi.
Fruncí el ceño, y Olivia soltó una risa irónica.
—Supongo que ya la conociste. Es imposible llegar a Aron sin pasar por sus garras. Estoy bastante sorprendida; las chicas suelen intimidarse después de conocerla.
—La conocí en el bar la noche que me reencontré con Aron, y fue muy encantadora —dije sarcástica.
Olivia volvió a reír, un sonido seco.
—Ella siempre sabe dar una muy buena impresión.
Asentí.
—La verdad no sabe que Aron y yo empezamos a salir.
—Bueno, después de este fin de semana lo sabrá —dijo Olivia, seria, la dulzura desaparecida—. Así que prepárate, porque irá con todo.
Asentí. La punzada de miedo se convirtió en determinación. Me gusta Aron y acepté su mundo. Si salgo de esto, será por mi decisión, no porque una niña mimada intente apartarme.
—Que venga —respondí, levantando mi vaso con una sonrisa de depredadora—. La estaré esperando.
—¡Esa es la actitud, pelirroja!
Olivia chocó su vaso con el mío con una sonrisa. Seguimos charlando, y me di cuenta de que ella era genuinamente agradable. Incluso nos tomamos una foto que posteó de inmediato con la leyenda: "Hoy conocí a una pelirroja sensual".
—¿Dónde están Mara y Duncan? —preguntó Andreas, llegando con el resto de los chicos.
Olivia y yo volteamos a la pista, y mi corazón se hundió: no había rastro de ellos.
—Mierda —dijo Artes, dándose la vuelta para buscar.
—¿En serio dejaron a Duncan solo con Mara? —preguntó Mikos con una ceja alzada.
—Sabes que él no le haría nada a Mara —lo regañó Aron.
Me levanté de mi asiento, la adrenalina reemplazando el miedo.
—Iré a buscarla —susurré, la culpa martillándome. No tenía que haberla dejado sola.
—Voy contigo —dijo Aron, tomando mi mano.
—Yo también voy —dijo Andreas.
—Separémonos, así los encontraremos más rápido —sugirió Mikos.
—Eh, chicos —dijo Olivia, y todos volteamos a verla. Estaba pegada a la ventana de cristal que daba a la terraza—. No creo que sea necesario buscar.
Me acerqué a la ventana. Justo en la piscina, vi a Mara. Estaba sonriendo. Duncan, ya metido en el agua, parecía estar incitándola a entrar.
—No creerás que ella se... —empezó Mikos a mi lado, la voz temblando.
Quería creer que Mara no sería capaz de desnudarse frente a extraños, pero el alcohol la había transformado en una persona sin filtros. El miedo a un arrepentimiento matutino fue más fuerte que la vergüenza.
Corrí. Empujé a los chicos y salí disparada, tropezando con celebridades a mi paso. No me importó. Cuando llegué a la terraza con el corazón palpitándome en la garganta, era demasiado tarde. Mara estaba ya dentro de la piscina, solo en ropa interior, riendo a carcajadas con Duncan.
—¿Quién carajo te enseñó a correr en tacones? —La voz ronca de Aron me sobresaltó a mi espalda.
—Trabajo en Vogue —dije, jadeando, como si eso lo explicara todo.
Me paré en el borde de la piscina.
—¡Mara, en serio! —me quejé, y ella volteó a verme, radiante.
—Phoebe, deberías entrar, el agua está increíble. ¿Verdad, Duncan? —dijo, y él asintió, salpicando.
—Sí, Phoebe, deberías entrar —dijo riendo—. Será interesante verte quitarte el vestido.
—Oh, sí, es verdad, no llevas nada abajo —dijo Mara, atontada, dándose un golpecito en la cabeza, lo que hizo reír a Duncan.
—¿Dónde estuviste toda mi vida, ángel? —le dijo Duncan, y su tono de cariño me sorprendió.
—¡Qué carajo, Duncan, en serio! —dijo Andreas, llegando junto a Aron.
—Lo siento por robarme a tu cita, pero es muy divertida —respondió con una sonrisa.
—Tú también eres muy divertido.
—¿Puedo robarte toda la noche?
—Sí —respondió Mara, sin dudarlo.
—¡No! —dijimos Andreas, Aron y yo al unísono.
—¡Pero qué mierda, Duncan! ¿Qué hiciste? —dijo Artes, acercándose. Su frustración era palpable—. Mara, te traeré algo para que te tapes.
—No lo necesito —dijo Mara, acercándose a Duncan—. Si me da frío, él me abraza.
—Por supuesto que sí, ángel —le respondió Duncan, con una sonrisa protectora.
—Mara, no creo que...
—Yo también quiero divertirme, Phoebe —me cortó, haciéndome un puchero—. ¡Me estoy divirtiendo!
—Sí, pero...
Mara me miró con esos ojos melancólicos que siempre hacían que mi corazón cediera.
—Está bien —dije, rindiéndome.
—¿En serio la dejarás allí adentro así? —preguntó Andreas, indignado.
—No es como si nunca hubieras visto una mujer en ropa interior. Es más, piensa que es un traje de baño —argumenté, aunque no me sentía cómoda con mi propia justificación.
—¡Ya no sean aburridos y métanse! —gritó Duncan.
—¿Quieres entrar? —le preguntó Mikos a Candas, que acababa de llegar.
—Claro, ¿por qué no? —dijo ella con una sonrisa, y Duncan aplaudió.
—¡Vamos, vamos, entren!
Candas, Mikos, Olivia y Artes se desvistieron rápidamente, quedando en ropa interior, y se lanzaron al agua.
Andreas se quedó en la orilla junto a Aron y yo.
—¿No entrarás? —le pregunté a Andreas, y él negó.
—Podemos sentarnos en la orilla —ofreció Aron.
Asentí. Me quité los tacones, subí mi vestido y Aron me ayudó a sentarme, metiendo mis pies en el agua fría. Él se sentó a mi lado, con su mano firme sobre mi muslo.
—¿Ya te arrepientes de estar conmigo? —preguntó, viéndome. Vi un destello genuino de preocupación en sus ojos azules.
Lo miré, le sonreí y llevé mi mano a su mejilla, acariciándola.
—Todavía no has hecho nada que me haga huir.
Aron sonrió, tomó mi mano y dejó un beso en ella antes de entrelazar nuestros dedos.
—No quiero que se termine este fin de semana. A pesar del drama en la casa, he disfrutado cada minuto contigo. No quiero volver a la normalidad.
—Será difícil volver a la normalidad después de esta locura —dije riendo—. ¿Tienes algo que hacer mañana? —le pregunté. Él negó.
—No, pero el lunes tengo que viajar a Los Ángeles.
—Tal vez, si quieres... —mordí mi labio. La pregunta se sentía enorme.
—Sí, quiero...? —preguntó Aron, la anticipación brillando en su mirada divertida.
—Ya que mañana no tienes nada que hacer... Tal vez... —Aron se apoyó en su codo, mirándome con esos ojos azules que me desarmaban.
—Estoy esperando, Phoebe —dijo riendo suavemente.
—¿Sabes qué? Mejor olvídalo —dije, soltando un suspiro frustrado. Él soltó una carcajada.
—Lo siento, preciosa, no te enojes. Por favor, continúa —dijo, dejando de reír y besando mis manos.
Lo miré por unos segundos, armándome de valor.
—¿Quieres pasar el domingo en mi apartamento? —dije tan rápido que casi se perdió entre el ruido.
La sonrisa de Aron se amplió.
—Pero si se te complica por el viaje, no importa. Es algo tonto —añadí, decepcionada de mi propia cobardía.
—¿En serio piensas que rechazaría pasar otro día al lado de mi chica? —preguntó, elevando una ceja.
—No lo sé. No quiero ser una molestia —dije, sintiendo el calor en mis mejillas.
—No eres una molestia, preciosa. Y claro que quiero pasar el resto del fin de semana contigo.
Le sonreí. Aron se acercó, besando mis labios en un beso lento. Una de sus manos viajó a mi nuca, controlando el movimiento. La otra acariciaba mi mejilla. Mis manos se aferraron a su torso mientras le correspondía la urgencia suave de sus labios.
Algunas gotas de agua nos salpicaron cuando Artes empezó a mojarnos, gritándonos que nos consiguiéramos un cuarto.
Aron sonrió, nuestras frentes todavía unidas. Pero el resplandor de un flash nos hizo girar. Andreas estaba allí, su teléfono en mano y una sonrisa maliciosa.
—¿Cuánto creen que me pagarían por esta foto? —dijo, divertido.
—No te atreverías —dije, viéndolo. Él subió una ceja retadora.
—Oh, querida Phoebe, no sabes de lo que soy capaz.
Se acercó a la orilla, tomando más fotos. Luego, terminamos posando para una foto grupal. Andreas puso el temporizador al otro lado de la piscina, y nos acomodamos: Aron, Andreas y yo sentados en el borde, con Mara, Duncan, Olivia, Artes, Mikos y Candas en el agua.




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