Novia Fugitiva

Capítulo 19 Oficialmente la Chica de Aron Davis

Eran las ocho y media de la mañana de un lunes, y yo me sentía como si me hubieran atropellado. El despertador sonó a las 7:30 AM, apenas dos horas y media después de que Aron saliera de mi apartamento, dejándome con el cuerpo deliciosamente dolorido, una sonrisa tonta y el cerebro frito.

El viaje en metro a las oficinas de Vogue fue una nueva forma de tortura. Usualmente, soy invisible. Hoy, sentía cada mirada sobre mí. ¿Era paranoia, o la chica que leía el Daily Mail en su teléfono realmente me estaba comparando con la foto de "la novia fugitiva de Aron Davis"?

Cuando las puertas del ascensor se abrieron en mi piso, el aire era diferente. Vogue nunca es ruidoso, pero este silencio era... puntiagudo.

Vi a Mara cerca de la máquina de café. Tenía ojeras oscuras bajo los ojos y sostenía su taza como si fuera un salvavidas.
—Sobreviviste —le dije en voz baja.
—Apenas —murmuró ella—. Tengo una resaca moral que podría matar a un caballo. Duncan me ha enviado... no sé, ¿cincuenta rosas? Están en mi apartamento. Y la gente me mira tratando de descifrar si soy yo el 'ángel' que le robó el corazón al actor Duncan Scott... No sé qué hacer.
—¿Te envió más flores? —pregunté asombrada. Mara sonrió, algo pequeño, pero un destello se asomó en sus ojos mientras asentía.
—Sí, me ha estado escribiendo para saber cómo estoy y pedirme disculpas si se sobrepasó con la publicación... —Mara se sonrojó un poco, jugando con sus dedos—. También me llamó anoche y hablamos hasta tarde.
Subí las cejas mientras sonreía y ella se sonrojaba aún más.
—Solo hablamos... ya sabes, él es... no sé, fue muy dulce.
—Aron mencionó que Duncan está interesado en ti.
Mara negó con la cabeza.
—No sé, Phoebe, solo está siendo lindo para hacerme sentir bien después de la locura del fin de semana. —Luego me miró, y esa pequeña sonrisa triste reapareció—. Pero tú... tú eres tendencia mundial, Phoebe. Dentro de poco descubrirán que trabajas en Vogue y sabrán toda tu vida.
—Genial —mascullé, caminando hacia mi escritorio—. ¿Rebeca ya...?
—¿Envió el memorándum sobre "mantener el decoro profesional a pesar de las distracciones mediáticas"? Sí, a las 7 AM. Está furiosa, pero creo que también está... intrigada.
Justo cuando lo dijo, el comunicador de mi escritorio sonó. La voz de la asistente de Rebeca fue cortante: —Rebeca quiere verte. En su oficina. Ahora.
Mierda.
Mara me dio una palmada en la espalda.
—Suerte. No dejes que te coma viva.
Caminé hacia la oficina al final del pasillo. Cada clic de mis tacones sonaba como un martillo. Rebeca estaba de espaldas, mirando por la ventana que daba a Times Square.
—Cierra la puerta, Phoebe.
Tragué saliva y obedecí.
Se giró. Rebeca, con su impecable vestido negro, me analizó de pies a cabeza. No había calidez en su mirada, solo una evaluación intensa.
—Debo admitir que tu fin de semana fue... productivo —dijo, su voz tan suave como el filo de un cuchillo—. Estás en Page Six, en TMZ, y, lo que es peor, en el Daily Mail. "La Novia Fugitiva".
—Rebeca, yo...
—No me interesa tu vida personal, Phoebe. Incluso me he hecho de la vista gorda con lo que sea que pasó entre Max y tú —me cortó—. Lo único que me interesa es la marca. Y ahora mismo, tú eres parte de la marca Vogue que está siendo fotografiada con estrellas de rock tatuadas.
Hizo una pausa, caminando alrededor de su escritorio.
—El post de Instagram de Aron Davis fue... astuto. Con un toque de humor a lo que, de otra manera, sería un simple cliché de rockstar.
—Yo no...
—Mi punto es este, Phoebe: mientras estés bajo mi techo, tu trabajo es la prioridad. No quiero paparazzi en mi vestíbulo. No quiero que tu drama personal interfiera con las sesiones. Y ciertamente no quiero que te conviertas en la novia-accesorio de un músico. ¿Entendido?
—Sí, Rebeca. No interferirá.
—Bien. Ahora, ve al estudio con Max. Necesito que supervises el briefing de la campaña de Navidad. Asegúrate de que entienda la paleta de colores. No lo arruines.
—Sí, Rebeca.
Salí de allí sintiendo que me faltaba el aire. La advertencia había sido clara: sé famosa en tu tiempo libre, pero aquí eres mía.
Mi siguiente parada era el estudio fotográfico, el territorio de Max.
Mi corazón dio un vuelco. Nuestra relación ya estaba en el hielo. La discusión que tuvimos sobre la campaña de Navidad, justo antes de irme a los Hamptons, fue tensa. Pero ahora... ahora que el mundo entero sabe que soy la "chica" de Aron, ¿cómo se supone que voy a hablar con él de paletas de colores?
Abrí la pesada puerta del estudio. Estaba oscuro, excepto por las luces brillantes apuntando a un fondo blanco. Max estaba allí, gritándole a un asistente sobre un filtro de lente.
—...y si no puedes encontrar un polarizador básico, ¿qué demonios haces en mi estudio? ¡Largo!
El asistente salió corriendo, casi chocando conmigo. Max se giró. Nuestros ojos se encontraron.
Su rostro no solo estaba frío; estaba cerrado. Era la mirada de alguien que se siente traicionado o, peor, estúpido.
—Buenos días, Max —dije, tratando de sonar profesional, sosteniendo la carpeta contra mi pecho.
—Collins —respondió. Su voz era plana, muerta.
Me acerqué.
—Rebeca me envió. Es sobre la campaña de Navidad. Quiere asegurarse de que la paleta de...
—Déjalo en la mesa —me cortó, sin mirarme, dándome la espalda para ajustar un trípode.
Me quedé allí un segundo, sintiéndome estúpida. El silencio era pesado, lleno de todo lo que no habíamos dicho.
—Max, sé que las cosas han estado tensas entre nosotros, pero...
Se giró tan rápido que di un respingo. Sus ojos, que una vez me miraron con interés, ahora estaban llenos de un frío desprecio.
—¿Tensas, Collins? No. Están bastante claras. —Me miró de arriba abajo, su mirada deteniéndose en mi ropa como si fuera barata—. Felicitaciones por el fin de semana. Parece que tomaste tu decisión. Ya eres oficialmente la groupie más famosa del país.
El golpe fue bajo y certero.
—Eso no es...
—¿Sabes qué? No me importa. Tengo trabajo que hacer —Señaló la puerta—. Cierra al salir.
—Tenemos trabajo que hacer —dije, remarcando la palabra tenemos, mi voz era firme mientras fruncía el ceño. No estaba dispuesta a dejarlo pisotearme—. Yo también estoy a cargo de esta campaña, por si ya lo olvidaste. Tenemos que trabajar juntos.
—No te necesito —dijo, mientras me veía furioso.
Me acerqué sin ninguna pizca de miedo, quedando tan cerca que tuve que subir la mirada para verlo mejor.
—Me importa muy poco lo que necesites o no —dije seria—. Me quedaré aquí y haré mi parte del trabajo, y no me importa si te quejas por ello todo el día. No pienso irme.
Por un instante, vi un destello de una sonrisa en sus labios, pero fue algo rápido.
—Ya lo veremos —me respondió con su mirada desafiante.
Nos quedamos unos segundos desafiándonos con la mirada, ninguno quería retroceder en este reto absurdo.
—Eh, disculpen la interrupción. —Una voz nos hizo apartar la mirada del otro.
La asistente de Rebeca estaba parada, de brazos cruzados, mientras nos veía.
—¿Qué quieres? —dijo Max de manera tosca, mientras se alejaba de mí. La asistente rodó los ojos, ignorando la actitud de Max.
—Rebeca me envió para que les confirmara que el equipo de Leonish Vassiliev confirmó que estará participando como el modelo de la sesión de fotos para la campaña navideña.
Sentí cómo se me revolvía el estómago.
—¿Qué? —pregunté, con la esperanza de haber escuchado mal.
—Supongo que debemos agradecerte —dice Kate la asistente—. Ahora que sales con Aron Davis tienes las suficientes influencias para convencer a un famoso como Leonish para que aceptara ser parte de la campaña —dice de manera condescendiente.
—No tuve nada que ver con que Leonish aceptara participar.
—¿En serio? Por lo que vi, parecen muy buenos amigos —dice con una sonrisa cínica—. En fin, solo vine a informarles eso. —Dice, volteándose, pero antes de cerrar la puerta vuelve a mirarnos—. Ah, y espero que no destruyan el estudio. Rebeca me mandó a mantenerlos vigilados —termina de decir y sin más, sale del estudio.
Max suelta un bufido mientras se concentra en la mesa de trabajo, donde hay un desastre de telas de muestras e imágenes.
Entonces, mi teléfono vibró en mi bolso.
Lo saqué, esperando que fuera Aron. Sonreí al ver su nombre.




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