Novia Fugitiva

Capítulo 23 Territorio Neutral

Mi momento surrealista con Max terminó abruptamente cuando entramos al estudio. Aunque los botones de la camisa del vestuario de la nueva asistente resultaron ser solo "simples botones" (claro, porque todo tiene que ser dramático en Vogue), el cambio de humor de Max me dejó desorientada.

Me concentré en arreglar el vestuario. Justo en ese momento, mi teléfono vibró.

Era Diana.

Ver su nombre en la pantalla me hizo dudar. Mi instinto me gritaba que ignorara cualquier drama que viniera de ella, pero recordé el consejo de Aron: necesitábamos que las partes hablaran y despejaran el camino para Mara y Leonish. Solté un suspiro, agarré mi teléfono e indiqué a Samara, la asistente, que saldría un momento del estudio.

Salí al pasillo buscando algo de privacidad.

—Hola, Diana —saludé.

—Hola, Phoebe. Pensé que no contestarías. ¿Cómo has estado? —Su voz sonaba tensa, pero peligrosamente controlada.

—Bien. Ocupada. ¿Y tú?

—Un poco confundida, supongo, pero bien —dijo ella.

Hubo un silencio breve, lleno de las cosas que ambas preferíamos no decir. Diana rompió la quietud con un tono conciliador.

—Phoebe, me preguntaba si podríamos reunirnos para hablar en persona. Me gustaría aclarar toda esta situación, de verdad.

Me quedé en silencio unos segundos, pensando en Mara.

—Me gustaría que las tres nos sentáramos a hablar —respondí, refiriéndome directamente a ella.

—Sí, pero... me gustaría hablar contigo a solas primero —dijo Diana.

Me quedé en silencio, frunciendo el ceño. Odiaba los secretos. —Diana —hice una pausa—, creo que las tres deberían hablar y arreglar este enredo juntas.

—Tal vez tengas razón —cedió—. ¿Podemos vernos después del trabajo?

—Sí, por supuesto. Podemos vernos en mi apartamento si quieres. Es más privado —ofrecí—. O podemos ir al tuyo. Si te parece más cómodo.

—Estaba pensando más bien en un territorio neutral. Pensé en una cafetería en la Quinta Avenida. Te envío la dirección —dijo, sonando demasiado entusiasta para una charla seria.

Dudé. Terri y el resto de la seguridad nos habían recomendado mantener un perfil bajo estos días, precisamente para evitar a la prensa.

—Diana, ahora mismo hay fotógrafos en el edificio. No sé si sea buena idea vernos en un lugar público...

—¡Por favor, Phoebe! Solo será un café rápido —insistió Diana, ignorando mis preocupaciones—. De verdad necesito hablar con ustedes, y esa cafetería es muy tranquila. Te prometo que no pasará nada.

Terminé por ceder. Su voz sonaba lo suficientemente convincente, y necesitaba terminar con el drama antes de mi fin de semana con Aron.

—Bien. Nos vemos después del trabajo.

Colgué la llamada. Justo en ese momento, Samara, la chica nueva, asomó la cabeza por la puerta del estudio con una expresión de pánico.

—Phoebe, necesito ayuda... el maniquí... —murmuró, asustada.

Le sonreí, indicando que todo estaría bien, y entré nuevamente al estudio.

Eran las cinco y estábamos en el auto con Terri. Mara seguía absorta en su móvil, probablemente lidiando con su propia versión de la locura del día. Le di a Terri la dirección de la cafetería en la Quinta Avenida que Diana había enviado.

Lo vi fruncir el ceño de inmediato.

—Esa es una zona bastante concurrida, señorita. Además, creo que algunos reporteros nos han estado siguiendo desde que salimos de Vogue. No deberíamos ir allí.

—Nos vamos a encontrar con Diana —le indiqué.

Terri apretó el volante. —Si necesitan hablar, puedo llevarlas a las tres a un lugar más tranquilo y privado. Conozco un restaurante con reservados en el centro que es muy seguro si necesitan discreción.

Pensé que tal vez Terri tenía razón. La insistencia de Diana en un lugar público era imprudente.

No dudé en llamar a Diana.

—Oye, Terri sugiere que vayamos a otro sitio, más discreto. Pasamos por ti.

—Pero, Phoebe, ya ordené, y el lugar está casi vacío. No pasa nada, no tienes de qué preocuparte —me dijo, sus excusas sonando un poco tontas.

Sabía que debía ser firme, pero la idea de pelear con ella por teléfono me agotaba.

—Está bien —terminé cediendo, con una sensación de incomodidad—. Pero no estaremos mucho tiempo.

Después de colgar, le indiqué a Terri que continuara a la cafetería y que tendríamos cuidado. Él asintió, sin estar muy convencido, y reanudó la marcha hacia el lugar del encuentro con Diana. Sentía que estábamos cometiendo un error, pero esperaba que el drama estuviera a punto de terminar.

Terri se estacionó a media cuadra de la cafetería. El lugar no estaba "casi vacío", como Diana había prometido. Era un hervidero de gente. La Quinta Avenida, en plena hora punta, era el peor lugar para estar. La ansiedad de Terri era palpable y la mía empezó a subir.

—Señoritas, atención —dijo Terri, volteando a vernos, su voz baja y firme—. No podemos quedarnos mucho tiempo. Necesitamos entrar, hablar y salir. Lorenzo se quedará afuera. Marcos y Julián entrarán primero y se dispersarán.




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