El reservado se sentía sofocante después de la confrontación. Los chicos, incluyendo a Duncan y Olivia, no dijeron nada; solo nos rodearon, listos para la huida.
Justo cuando Aron me tomaba de la mano para salir, Mara apareció junto a mí, su rostro aún encendido por el baile con Leonish, pero sus ojos apenas me vieron se llenaron de preocupación.
—Phoebe, ¿estás bien? —me preguntó en voz baja.
Le sonreí débilmente.
—Sí. Hablemos después.
—¿Dónde está Diana? —preguntó Mara, buscando detrás de mí.
—Decidió quedarse —respondí, lo cual era técnicamente cierto.
Mara frunció el ceño.
—Voy a despedirme. No quiero irme así.—La detuve suavemente, tomando su brazo.
—No es el momento, Mara.
Mara, aunque claramente renuente a dejar un conflicto sin resolver, decidió quedarse tranquila.
—Me debes una charla, Phoebe.—Me miró con seriedad.
—Lo sé.
Caminamos hasta el resto del grupo, que ya estaba en la puerta de servicio del club.
—¡Ya te dije que no pueden salir por aquí! —decía una chica con las manos en jarras mientras miraba con el ceño fruncido a Mikos.
La chica era bastante baja, de cuerpo delgado. Su cabello era largo, de un tono rosa pastel, algo despeinado, amarrado en una coleta alta con algunos mechones sueltos. Su piel clara estaba ligeramente bronceada, y sus mejillas tenían un ligero rubor mientras sus cejas estaban totalmente fruncidas viendo a Mikos. Esta chica tenía carácter, a pesar de su estatura no se dejaba intimidar.
—¡Y ya te dije que me importa un carajo lo que tu—dijo señalandola— digas pequeña enana! —se quejó Mikos, desafiándola con la mirada.
Me di cuenta de que no era cualquier chica; era la mesera de hace un rato, la que claramente seguía enfadada.
—No puedes venir aquí y hacer lo que quieras —le respondió la chica—. Ese es el problema de las personas como tú, piensan que las reglas no aplican para ellos.
—Mira, pitufa rosa, ni siquiera me conoces para estar juzgándome.
—Esto será eterno —escuche murmurar a Andreas.
—No sé, para mí es bastante divertido —le respondió Artes con una sonrisa en el rostro, disfrutando claramente de la confrontación.
—Mira, no tenemos tiempo para esto —dijo Mikos, ya perdiendo sus estribos.
—Disculpa, cariño —interrumpió Aron, acercándose a ellos con una sonrisa encantadora en su rostro—. No queremos causar problemas, pero no podemos salir por la puerta principal. Hay un montón de periodistas afuera y de verdad necesitamos salir sin tanto escándalo.
—¿Y piensas que esa sonrisa de niño bonito va a funcionar? —preguntó la chica, y Leo y yo no pudimos evitar reírnos.
Esta chica tenía demasiada actitud.
—Bueno, sinceramente, esperaba que sí —le respondió Aron, bastante divertido.
—Mira, pitufa rosa, si no te quitas del medio... —empezó Mikos, pero la chica lo interrumpió sin siquiera dudarlo.
—¿Si no me quito, qué? —preguntó, sosteniéndole la mirada.
—Uyy —siseó Leo mientras sonreía como el gato de Alicia en el país de las maravillas —. Chica, eres ruda... Me agradas
La chica volteó la mirada hacia Leonish, seria. Nos escaneó a todos con la vista hasta que sus ojos llegaron a Olivia y se sonrojó ligeramente.
Allí estaba: no le agradaban los chicos, pero parecía que Olivia no le era indiferente.
—Lo siento, linda, si estos tontos te están molestando —dije llamando su atención—. No queremos causar problemas, pero se supone que Olivia no debería estar aquí —dije, y Olivia me miró sin entender, pero le guiñé un ojo y ella solo asintió.
—Oh, sí, mi manager me matará si se entera de que me escapé a Nueva York —dijo Olivia, siguiéndome la corriente.
—Sé que te estamos pidiendo demasiado y no queremos meterte en problemas... otra vez. Pero, ¿sería posible que nos ayudaras solo esta vez? —pregunte fingiendo cara triste.
La chica miró a Olivia por unos segundos, mientras esta le hizo un pequeño puchero. Suspiró y asintió.
—Está bien, pueden salir por aquí —dijo resignada.
—¡Oh, muchas gracias, preciosa! —le dijo Olivia, abrazándola.
—¡Oh, por Dios! —susurró la chica, roja, y yo sonreí.
—¿Cómo lo supiste? —preguntó Aron en un susurro para que solo yo lo escuchara.
—Ya sabes... No hay nada que se me escape —dije, guiñándole un ojo, y él solo sonrió, negando divertido.
—Bien, síganme, los llevaré hasta la salida —dijo la chica, recobrando la compostura mientras nos abría la puerta.
—¿Y cómo te llamas, linda? —le preguntó Olivia cuando empezamos a caminar por el pasillo.
—Umm, Lea... —susurró.
—Me gusta, es lindo —dice Olivia.
La chica la mira por un instante con las mejillas sonrojadas.
—Yo... —dice tímida.
Aron me hizo señas y vi hacia la dirección que apuntaba: Mikos no dejaba de mirar a la pequeña chica delante de nosotros.
—No quiero pedir demasiado... pero ¿te importaría darme tu autógrafo? —le preguntó a Oli, y ella asintió con una sonrisa.
—Claro, puedes pedirme lo que quieras, después de todo, nos has salvado esta noche. Te debo una.
—Oh, no, tranquila —le respondió Lea, sonriendo—. No fue nada.
—¡Entonces puedes sonreír! —dijo Mikos, y Lea volteó, fulminándolo con la mirada.
—No me agradas —le responde cortante—. No sonrío con personas que no me agradan.
Lea se volteó y siguió caminando. Fue inevitable la risa en conjunto que soltamos todos al ver la manera tan fría y cortante en que esta chica trataba a Mikos.
—Genial —dice Mikos, rodando los ojos.
—Mikos, te acaban de rechazar —dice Andreas, divertido.
—Nadie me ha rechazado, idiota, ni siquiera estoy interesado —se defendió, frunciendo el ceño.
—Oh, sí, claro que no estás para nada interesado en una chica linda —respondió Artes.
Cuando llegamos a la puerta de salida, Lea se detuvo.
—Bien, esta es la puerta trasera, no deberían de haber reporteros por este lado. Si cruzan a la derecha, verán un callejón. Parece que está cerrado, pero la reja está abierta. Les dará acceso más rápido al estacionamiento —dijo Lea.