El sol de la mañana de Nueva York se colaba perezosamente por las persianas, dibujando rayas doradas sobre las sábanas de seda. Desperté sintiéndome absurdamente feliz. A mi lado, Aron dormía profundamente, el cabello negro revuelto sobre la almohada y un brazo extendido sobre el espacio vacío donde había estado yo.
Me levanté con cuidado, intentando no despertarlo. Fui al baño, me lavé la cara y me puse una de las camisetas extragrandes de Aron, que me llegaba casi a la mitad del muslo. Era suave y olía a él, a ese perfume masculino y embriagador que siempre usaba.
Cuando entré nuevamente en la habitación, caminé hasta la cama y me senté con cuidado arriba de su cadera. Instintivamente, Aron llevó sus manos a mis caderas y abrió los ojos. Apenas me vio, sonrió con esa mirada pícara que me hacía temblar. Mordí mi labio conteniendo un suspiro.
—No me quejo para nada de despertar así —dijo Aron, acariciando mis muslos con el pulgar.
—Eso imaginé —respondí, con una sonrisa traviesa.
Un ruido en la sala, un grito ahogado seguido de un golpe, nos sacó abruptamente de nuestra burbuja de placer.
—¿Qué carajo...? —dijo Aron, sentándose aún conmigo en sus piernas, rodeando mi espalda con sus brazos.
—Parece que los chicos siguen aquí —dije, riendo en voz baja.
Aron sonrió mientras acercaba sus labios a los míos. Sus manos se deslizaron debajo de mi camiseta, y yo sonreí a mitad del beso.
Pero en ese momento, la puerta de la habitación de Aron se abrió de golpe, interrumpiendo nuestro beso y dejándonos aturdidos por la interrupción. Antes de que pudiéramos quejarnos, por la puerta entró Andreas corriendo a toda velocidad. Justo detrás de él venía un muy, pero muy, enojado Víctor.
Apenas vi entrar a Víctor, me bajé de las piernas de Aron, quedando sentada en la cama e intentando verme lo menos comprometida posible. Andreas se encerró de inmediato en el baño.
—Lo siento por la interrupción, Phoebe, pero necesito llevarme a ese imbécil ahora —dijo Víctor, completamente serio. Yo asentí, nerviosa.
Víctor se acercó al baño, golpeando la puerta con fuerza, pero no hubo respuesta de Andreas.
Aron se levantó rápidamente, casi tropezándose. Me sonrojé un poco, ya que estaba en boxers, y Víctor estaba en la habitación. Aron se puso rápidamente un mono y una camiseta que estaban a mano.
—Phoebe, en la cocina les dejé desayuno.
—¿Nos trajiste desayuno? —dijo Aron en broma, y Víctor lo fulminó con la mirada.
—Le traje desayuno a Phoebe, Mara, Olivia, y a Duncan —dijo, viéndolo serio—. A la banda de imbéciles no les traje ni agua —gruñó, y luego volvió a golpear la puerta del baño—. ¡Andreas, si no sales en este instante, publicaré la foto de la gira de hace tres años!
No pasaron ni dos segundos cuando Andreas salió disparado del baño, con las manos levantadas en señal de rendición.
—Los espero en la sala —dijo Víctor, visiblemente molesto, mientras arrastraba a Andreas por la oreja fuera de la habitación.
—Eso dio miedo —dije, volviendo a respirar.
—No has visto nada, preciosa —dijo Aron, sonriendo mientras entraba al baño.
—¿Yo también tengo que ir? —pregunté, nerviosa.
—¡Así es! —gritó Aron desde dentro—. ¡Eres una cómplice!
Busqué mi ropa y me cambié rápidamente. Aron salió del baño, se acercó y besó mis labios rápido.
—Vamos, no lo hagamos esperar más —dijo, tomando mi mano.
El día acababa de empezar, y ya estábamos metidos hasta el cuello en problemas con el mánager. Era un buen augurio para el resto de la semana.
Cuando salimos al salón, ya estaban todos sentados. Mara y Olivia cargaban unas camisas gigantes que imaginé que eran de Aron. Mara me miró preocupada.
—Tomen asiento con el resto —dijo Víctor, sobándose la sien.
Kai y Terri también estaban en el apartamento, parados con los brazos cruzados y rostros serios. Aron y yo nos sentamos en silencio, con la cabeza gacha, sintiéndonos como niños regañados.
—Disculpa, Víctor, ¿Oli y yo nos podemos ir? —preguntó Duncan, queriendo escapar—. Después de todo, nosotros no hicimos nada.
—¿No hicieron nada? —preguntó Víctor, con una seriedad que daba miedo—. ¿No son estos ustedes dos en las historias de Andreas?
Víctor mostró su teléfono donde aparecía una historia de los chicos cantando, incluido Duncan, quien decía que era el "miembro honorario de Neo Ghost", y en la siguiente historia salía Olivia, Mikos y Artes dándose un beso de tres, diciendo que Olivia era la "novia de los chicos".
—A mí me parece que están bastante involucrados.
No sabía si reír o llorar; esto era tan surrealista.
—Ok, me callo y me siento —dijo Duncan.
Terri y Kai rieron por lo bajo mientras Terri negaba con la cabeza.
—Ni siquiera sé por dónde empezar —dijo Víctor—. Y no estoy para tus bromas —advirtió a Artes, que estaba a punto de interrumpirlo.
—¿Cómo se les ocurre salir sin seguridad? —dijo furioso—. Y no es que solo fueron a comer a algún lugar tranquilo, ¡se van a un club lleno de reporteros a más no poder!
—Era importante —dijo Leonish, y Víctor lo miró enojado.
—¿En qué era importante? —le preguntó, cruzando sus brazos.
—Teníamos que ir por Mara, no la podíamos dejar allí sola —dijo Leonish, firme.
Víctor miró a Mara.
—Mara, ¿por qué saliste sin Julian? —dijo Víctor, un poco más calmado—. Se te asignó a Julian para mantenerte segura. Se supone que tú estarías en tu apartamento. ¿Por qué no dijiste nada?
—Yo... lo siento —dijo Mara en un susurro, bajando la cabeza.
—Oye, Víctor, no la regañes —se quejó Leonish, preocupado, mientras ponía el brazo en el hombro de Mara y trataba de buscar su mirada.
—Necesito que me expliquen esto —volvió a decir Víctor—. ¿Están saliendo oficialmente?
—No, aún no —dice Leonish.
—Hay fotos de ustedes en todo el internet que dicen lo contrario, Leonish —Víctor volvió a señalar su teléfono—. Sé serio por primera vez en tu vida. No puedes ir saltando de chica en chica. Dijiste que ella era diferente, que te gustaba, y no puedes ponerte serio con ella —se quejó Víctor—. Mara, él no te merece. Definitivamente puedes encontrar algo mejor que él. Es más, ¡sal con Duncan! —dijo Víctor, dejándose caer frustrado en el sofá del frente.