¡ Novia o muerte !

Capítulo 3

Capítulo 3

Toda la ciudad ardía con brillantes luces anaranjadas. Por las calles caminaban grupos de jóvenes, vestidos cada cual como se le ocurría: espantapájaros, goblins, diablos, mendigos, fantasmas, momias y toda clase de monstruos e insólitas criaturas inventadas por la generosa imaginación juvenil.

—En años pasados empezábamos a pedir doncellas en el centro de la ciudad —reflexionaba el “mendigo” Poriac, marchando por la calle al lado del príncipe Enshi—. Este año empecemos por las afueras. Hay que darle variedad a la vida —propuso.

—Me da lo mismo —encogió los hombros el “goblin”, que no era otro que el príncipe Enshi esa noche—. ¿Qué diferencia hay?

—¡Enorme! ¡Mira! Aquí, en el centro, hay un montón de competidores. ¡Y las chicas están muy consentidas! Seguro que cada diez o veinte minutos alguien llama a su puerta pidiendo. Pero en las afueras hay menos gente. ¡Porque todos corren a las casas ricas! Seguro que...

—Vamos entonces a las afueras —aceptó el príncipe, al que en verdad le era completamente indiferente dónde pedir una novia.

Rápidamente alquilaron una carreta y fueron al barrio más apartado de la capital, llamado Los Matorrales. Seguramente en otros tiempos allí crecían matorrales de verdad, pero ahora se levantaban casas de gente común, no tan ricas ni adornadas como en el centro. Sin embargo, delante de cada casa brillaban las luces de Halloween, colgaban telarañas improvisadas en los árboles, había calabazas melladas que relucían con ojos ardientes hacia los transeúntes.

—¡Vaya! —se sorprendió el príncipe Enshi, cuando ya habían despedido la carreta y caminaban por una calle no muy limpia entre casas humildes—. ¡Decías que habría menos competencia!

—¡Demonios! ¡No pensé que también aquí habría tanto gentío! —maldijo el marqués Poriac, pues tampoco en Los Matorrales escaseaban los pedigüeños.

Allí también los jóvenes se divertían sinceramente, reían, cantaban, representaban escenas, recitaban versos, llamaban a las puertas y hacían todo lo posible por pedir doncellas a los padres.

Los dos hombres caminaron por la calle iluminada por faroles de calabaza y se adentraron en un callejón, porque a Poriac le pareció que allí habría menos gente.

Y efectivamente, el callejón estaba casi sin luz. Solo había una casa, y detrás se divisaba la oscuridad del bosque, hacia donde se extendía el camino que salía de la ciudad. Era, pues, el extremo más lejano de la capital. Más allá no había nada.

Frente a la casa, que curiosamente todos los pedigüeños evitaban, apenas titilaba una lucecita en la boca mellada de una calabacita. En las ventanas, a diferencia de todas las demás casas, no había luces encendidas.

—¡Ooooh, aquí todavía no ha venido nadie! —se alegró el marqués—. ¡Vamos a llamar! ¡Aquí hay doncella!

Señaló una delgada cinta colgada en el picaporte: así marcaban los dueños de las casas donde había muchachas casaderas, jóvenes viudas o simplemente mujeres solteras que podían entrar en matrimonio.

—¿Estás seguro? —preguntó Enshi—. Parece que los dueños ya duermen. Además hay muchas otras casas. ¿Para qué molestarlos?

—¡Pero qué dices! ¿Dormir? ¡Que se levanten! ¡Es Halloween! ¡Es fiesta!

El marqués corrió hasta la puerta y golpeó con fuerza la herrumbrosa aldaba contra el hierro del portal. Esperó un poco y, al no oír nada, golpeó otra vez, aún más fuerte.



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En el texto hay: halloween, novia, terror magico

Editado: 24.10.2025

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