—Misuk... —Empezó mi madre.
—¿Por qué no nos dijiste antes? —Y completó mi padre, teniéndolo de brazos cruzados con un gran porte, enfundado en un traje negro. Y aun lado de él estaba madre con las manos en sus prominentes caderas vestida en un despampanante vestido rojo con cola de sirena. Se veía preciosa con ese vestido que tenía una raja por la mitad de su pierna y unos bucles echados por su hombro derecho.
Parpadeé para alejar los pensamientos de qué otros tipos de adornos podían haber combinado mejor con el atuendo de su madre. Presté atención al rostro de ambos y les dediqué una minúscula sonrisa apenada.
—Bueno... —di varios toquecitos con mis dedos.
—Misuk... —El tono de advertencia de su madre, provocó que despegara los dedos y volviera la vista a ella. —¿Cuándo te ibas a dignar a contarnos que tienes un novio?
Me levanté del amueblado y coloqué ambas manos detrás de mi espalda. —Es que buscaba el momento idóneo para notificarles. Sólo que no había uno.
—Shin Misuk. —La voz profunda y estricta de su padre hizo que cerrara los ojos a esperar la regañina. —Sabes muy bien que estas cosas debes decirlas cuánto antes. ¿Qué hubiera pasado si te presentábamos a un hombre y resulta que estás en una relación? Habría sido una situación vergonzosa Misuk. ¿Desde hace cuánto estás con él? ¿Por qué no nos dijiste nada cuando hablamos acerca de concertarte una cita con un hijo de nuestros compañeros?
Apreté con fuerza mis manos ocultas de ellos. Sentí el recorrido de una gota de sudor por mi cuero cabelludo en la zona de la nuca. Por lo general, tendía a sudar por allí cuando mentía. Inhalé hondo. No pasaba nada, debía soltar lo que ya tenía ensayado desde antes. —Nos conocimos al empezar de nuevo las clases universitarias.
Mi madre frunció el ceño desconcertada, probablemente porque se percató de un detalle. —Las clases empezaron hace tres meses. ¿Estás diciendo que sólo lo conoces de tres meses y ya son novios?
Tragué con dificultad. Bien, no hay nada de qué preocuparse, todos estaban siguiendo el guión de mi cabeza. —Es que fue un flechazo. A medida que nos estuvimos conociendo, la atracción aumentó y decidimos dar un siguiente paso.
Padre sopesó mis palabras y elevó una mano a su barbilla pensativo. —¿Es de la misma carrera?
Me tensé imperceptiblemente, apretando con más fuerza mis manos. Quizás estén más pálidas de lo normal. —No lo es.
Entonces mis padres cambiaron su expresión a una de visible disgusto. Sabía que eso pasaría, pero no podía inventarme un novio que fuera de la misma carrera. Sería inaceptable para mí.
—¿Y de qué carrera es? —preguntó primero mi madre.
—No se los voy a decir...
—¿Por qué? No me digas que no estudia o algo —habló mi padre, interrumpiendo las palabras que iba a decir, elevando el dedo índice en mi dirección.
—No me dejaron terminar —resoplé con molestia—. Iba a decir que no se los diré porque quiero que él mismo se los diga.
«Para empezar, ni yo misma sé qué carrera estudiará mi presunto novio»
—¿Quiere decir eso que lo vas a presentar? —inquirió mi madre, arreglando un mechón suelto de su frente.
—Por supuesto que debe hacerlo —contestó mi padre sin dar lugar a réplica. Una orden.
Suspiré por lo bajo. —Claro que lo presentaré, pero será cuando nosotros digamos. Y nos tomaremos el tiempo que sea necesario. Apenas hemos empezado y no quiero agobiarlo con el tema de la familia —zanjé también, sin dar opción a discusión.
—Te daré el intervalo de un mes para que lo traigas ante nosotros. Si no se presenta en ese tiempo, entonces no es para ti —propuso mi padre, obviamente saliéndose con la suya. Agarró la mano de mi madre y comenzaron a caminar a la puerta de la casa. Le colocó un abrigo blanco en los hombros. —Ahora nos iremos a la gala benefactora. Cualquier cosa nos llamas.
Y cerraron la puerta.
El aire se me escapó en cuanto desaparecieron de mi vista.
Mis piernas aflojaron y me senté en el suelo, apoyando los brazos en el largo mueble de color negro.
Ahora se sumaba otra cosa a la lista de mentiras de Shin Misuk para sus padres.
Suspiré con desgana, hasta que me di cuenta de la posición en la que estaba. Me levanté rápidamente y arreglé con cuidado la pijama de raso satén de pantalón corto y la camisa de botones con manga corta que cargaba de color negro. A la vez que peinaba con los dedos el largo cabello. Aunque estaba en casa, todavía el personal de limpieza caminaba por allí y podían verme.
Era mejor dramatizar mis penas en otra parte. Caminé con sutileza y las manos apoyadas en mi vientre hasta llegar a mi habitación.
De camino me encontré con Soora, una señora que llevaba años con nosotros, incliné mi espalda en una perfecta reverencia y le ofrecí una minúscula sonrisa.