El fin de semana me la pasé dándole vueltas a las distintas situaciones que sucedieron el día viernes. Mayormente a las tres principales a mi consideración.
Mi primera amiga.
Si tuviera que pensar en profundidad de esto, tendría un lienzo en blanco.
A lo largo de mis veintiún años, considerar a otra dama como mi amiga ha sido tarea difícil. Por supuesto, como cualquier infante tuve una que otra en primaria, pero al final no terminaron en nada ya que siempre tendían a caer por la riqueza de mis padres. Y poco a poco pude identificar las intenciones con las que se acercaban a mí.
Así que comencé a actuar pedante y vanidosa para que se alejaran. La resolución de estar sola que mal acompañada era demasiado atractiva para entonces. Y ahora que estaba en la universidad, más todavía, porque la mayoría están en una etapa de sus vidas en que las conexiones lo pueden ser todo y necesarias para seguir adelante, excluyendo por completo la sinceridad.
Y aún así, con la actitud que desarrollé, muchas quisieron pasarla por alto y estrechar lazos conmigo. Sin embargo, me abandonaban a los meses. También era cierto que tenía parte de la culpa porque no bajaba la guardia cuando estaba con ellas y parecían notarlo. Pero era inevitable no estarlo, porque toda mi vida viví de esa manera.
Confiar era algo complejo, pero gracias a la exposición que tuve de esta clase de personas, también supe identificar quienes eran verdaderamente sinceros. Y cuando hablé con Jiah, el presentimiento de que ella no era mala, se asentó en mi pecho.
No estaría mal darle una oportunidad...
Y algo parecido sucedía con Jungkook.
Él también era mi primer amigo, y fue sencillo sentirse cómoda con él. Emitía una vibra pasiva y envolvente en la que de forma natural podías depositar confianza en su persona. Me hacía pensar como una hermana mayor con su hermano pequeño con el que logras contar para las travesuras.
Lo segundo sería Siyeon.
A pesar de tener una apariencia agradable y bonita a la vista. Con las dos interacciones logró que la etiquetara como una persona sospechosa. Es decir, se notaba con aquella conversación que no superaba a Taehyung. Lo único que no entendía era el porqué ella también mencionó a Jungkook.
«¿Qué es él para ella?»
Y lo tercero en cuestión, la actitud ambigua de Bae Chunghee. La corazonada de que sabía algo revoloteaba por mi mente. No se podía pasar por alto. Que Taehyung lo pusiera al tanto de esta ridícula circunstancia no me extrañaría. Pero su modo de actuar... eso sí era algo preocupante.
Y mencionando a Taehyung. Mientras meditaba todas estas cuestiones en un espacio del campus, sentada en unas gradas de la cancha con el único propósito de tener un lugar fresco, observaba también cómo jugaban algunos varones, entre ellos reconocí a Jungkook.
La presencia de Tae bloqueó mi visión que estaba puesta en el pelinegro. Levanté la vista y me encontré con el semblante entristecido del rubio, con una camisa simple gris y unos pantalones de vestir negros. Tenía las manos ocultas en los bolsillos.
Arqueé una ceja porque no esperaba encontrarlo otra vez esta semana. Se sentó al lado mío con cautela y guardó silencio, dejando mecer el viento entre nosotros.
Sinceramente no estaba para aguantar algo más de su parte, así que preferí hablar para acelerar la razón del porqué vino a mí. —¿Qué trae por estos lares a Kim? —No lo miré y solo me enfoqué en los movimientos que hacía Jungkook al hacer varios pases en la cancha, jugaban fútbol.
En un momento dado, levantó la vista en mi dirección con una sonrisa deslumbrante, de la cual noté que bajó al instante cuando se fijó quién era mi acompañante. Volvió su atención al juego.
La voz de Tae me distrajo levemente. Que se aclaró la garganta antes de hablar. —Una disculpa. Lo que me trajo a ti fue la disculpa adecuada que te debo. —En eso giré la cabeza a él. Le dirigí una mirada de sospecha.
—Creí que ya te habías disculpado aquella vez.
Negó con pesadez. —No me comporté como debe ser, fui un patán total contigo.
—Al menos lo reconoces.
Rió sin gracia. —Alguien me ayudó a razonar. —Y en un destello miró al frente de reojo. Sonrió de lado y me miró de nuevo. —De verdad lo siento. Yo... En ese momento me cegué al ver a Siyeon y simplemente antes de poder procesar lo que iba a hacer, mi cuerpo ya estaba actuando.
—Eso no puede ser excusa para tu comportamiento.
Asintió y suspiró con lentitud. —Lo sé. Lo único que me queda es pedir perdón.
—De todas formas, ¿eres consciente de que esa relación no es nada sana?
Apartó la vista y apretó con fuerza su mandíbula. —Muchos repiten eso... —farfulló.