—Señor, el objetivo está en movimiento. —Bajó la cámara que apuntaba a un auto negro mientras comunicaba por teléfono.
—¿Tienes las fotos? —preguntó con calma la voz del otro lado.
—Las tengo. Tiene compañía señor —comunicó y guardó la cámara.
—Descubre quién es y me informas —fue lo único que dijo y cortó la llamada.
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—¿Es tu auto? —Miré alrededor y observé la parte trasera del auto.
Zarandeó su cabello alborotado y sonrió de lado. —Es más de Hanson que mío si soy sincero. Mi caso es utilizar más la bicicleta.
Formé con mi boca un pequeño círculo. —¿Vas a la universidad en bicicleta?
—La mayoría de las veces.
Arqueé una ceja y señalé con la mano mi alrededor. —¿Y hoy por qué esto?
Empezó a manejar con una sola mano en el volante mientras que la otra la elevó y colocó un dedo debajo de su nariz. Tenía los labios apretados como si no estuviera orgulloso de lo que había hecho. Aún los tenía rojizos por el labial que no se le había quitado del todo. Sentí un calor en mis mejillas al recordar lo que pasó en el Hotel. —Dio la casualidad de que Hanson debía entregarme algo, pero fue solo verte para pedir sus llaves y seguirte.
Me dedicó una breve mirada de culpabilidad y la retomó de nuevo a la carretera. Parpadeé varias veces para concentrarme de nuevo en lo que decía y alcé la mano mostrando mi palma en su dirección. —Espera, ¿le dejaste al pobre tu bicicleta para volver? ¿Y qué hay de las clases?
—Bueno, solo me quedaba una clase. Y consideré esto una emergencia. —Vi que debajo de su mano ampliaba su sonrisa.
Negué con la cabeza y se me escapó una sonrisa también. —¿Qué hubiera pasado si no hablabas conmigo?
—Los que hubiera pasado si... No van conmigo Misuk. O lo hago o no lo hago.
Lo dijo con seriedad. Y podía creer que era así. Miré que su cabello caía en suaves ondas, ocultando parte de sus ojos. Ese día no llevaba su característico moño. Me recosté de lado en lo que me permitía el cinturón de seguridad y coloqué mi cabeza encima de mis dos manos juntas. De esa forma podía observar mejor su carita.
—¿Entonces estabas decidido? ¿Nada de arrepentimientos?
Giró hacia mí un momento y me sonrió formando sus ojos centelleantes en rendijas. —De una u otra forma hallaría la manera de hablar contigo, y en cuanto a arrepentimientos, es imposible no tenerlos, pero mi truco es no pensar en ello.
—Igual me siento mal por Hanson.
—Al menos le dejé un medio de transporte. —Estiré una mano y con mis dedos llevé su mechón de cabello detrás de la oreja. Así tenía mejor visión de su rostro.
—Deberías sentarte correctamente.
Abulté los labios en un puchero y me acomodé en el asiento. Crucé mis brazos mientras miraba al frente. —¿Seguiremos evadiendo el tema? No lo hemos tocado desde que nos separamos.
—No quiero hablar de ello hasta no tenerte de frente.
—¿Que? ¿Te costaría hablar de esta forma?
—Me gustaría estar pendiente de las expresiones que haces. Si estoy manejando no se podrá.
Apreté los labios para reprimir la sonrisa que se quería ampliar. Y miré a la ventanilla para que no me notara. Permanecí en silencio porque estaba segura que si volvía a abrir la boca, sería para tocar el tema que él no quería hablar en el auto.
Sabía que era mejor platicarlo con franqueza cara a cara, pero los latidos erráticos que bombeaban en mi pecho dictaban de que cada minuto que pasaba era una tortura porque sentenciaba que el momento de estar solos se acercaba.
—¿Lo que interrumpí en el Hotel era importante? Con ese tal Chris... —habló con un tono indiferente Jungkook como si no fuera gran cosa.
Giré la cabeza hacia él y observé que ya tenía una mano en la palanca de cambios y otra en el volante. Su expresión era impasible después de hacer la pregunta.
«¿Debería hacerle una broma?»
—Era una cita concertada matrimonial —dije simplemente. Atenta a cualquier cambio.
Lo único notable fue que sus nudillos se volvieron blancos al apretar el volante y que su cartílago tiroides o mejor conocido como manzana de Adán, se moviera de arriba hacia abajo por tragar.
—¿Eso quiere decir que tus padres no aceptaron tu explicación? —preguntó suavemente.
Fruncí el ceño con molestia al recordar la situación. —Ni siquiera me dejaron explicar correctamente hasta hoy. En el único tramo de la universidad al hotel, Padre se dignó a preguntarme por fin la razón de porqué hice eso. Pero ya tenía programado que me encontrara con él.