[Veintiséis]
Aunque no me gusta por las circunstancias, no hay otro modo para que te enteres de la historia.
Es mi turno de narrar sucesos en los que nuestra querida Misuk no puede continuar por no estar.
¿Debería empezar justo después de que Misuk fue secuestrada? ¿O retrocedo un poco más desde mi punto de vista?
Bueno... ¿La primera vez que vi a Misuk?
Sonreí con añoranza ante el recuerdo.
Es un poco vergonzoso contarlo, pero incluso desde mi último año de preparatoria, antes de que ocurriera lo que sucedió con papá, los rumores de la hija del respetado Shin Daehyun todavía se esparcían por la institución y tenía cierto interés en ella.
Era normal que eso pasara porque Misuk fue graduada también del mismo instituto que yo.
Sin embargo, nunca llegué a coincidir con ella cuando paseábamos por el mismo edificio, ni tampoco estaba interesado en conocerla aunque tuviera la espina clavada de querer hacerlo. Eso era porque mis intereses en ese momento estaban enfocados en descubrir qué camino seguir una vez me graduara.
La mayoría de las estudiantes murmuraba en los pasillos sobre la vida de Misuk, así que podía enterarme los pasos que daba ella. Como que se dio el lujo de no asistir a la universidad y que entraría al siguiente año para poder despilfarrar el dinero de sus renombrados padres. No tomaba al pie de la letra lo que decían porque sabía que tendían a exagerar los verdaderos hechos.
En fin, un día. Mi papá estaba pensativo debido a un caso que llevaba su compañero. Se sentía frustrado porque no hallaban al culpable de la muerte trágica de aquella chica que fue violada y seguido de eso, maltratada hasta la muerte.
De repente, cuando me encontraba encerrado en mi habitación, meditando lo que haría de ahora en adelante al observar la hojita que debía llenar para ingresos de universidad, un golpe mortal nos dio a la familia.
La cara de la moneda se dio vuelta y todos apuntaban a mi padre como el responsable de lo sucedido con aquella universitaria.
Fue un caos.
Mi madre y yo por supuesto no creímos lo que notificaron las noticias. No era verídico, mucho menos si mi padre nos contaba que alguien le tendió una trampa.
En ese instante pensé que todo pasaría. Que no había realmente pruebas que pudieran condenar a mi padre por algo que no había hecho, pero fui ingenuo.
Una persona corrupta de la ley podía mover hilos inimaginables para inculpar a una persona inocente.
Eso lo aprendí a medida que presenciaba cada juicio en el que mi padre fallaba.
Para entonces me determiné a ayudarlo. A querer ayudar a mi madre que estaba haciendo lo que podía para buscar evidencias que demostraran la inocencia de mi padre o, por el otro lado, inculpar al verdadero culpable.
Cuando sentenciaron a mi padre a cuarenta años de prisión, fue la última vez que lo vi antes de que se lo llevaran y seguido después, muriera.
Antes de irse, me confesó de un sospechoso. A la conclusión que llegó por cada tribunal que pasaba y mostraban las pruebas que había hecho supuestamente él.
Pero me advirtió que tuviera cuidado y que no lo enfrentara sin tener algo sólido con que acorralar. Si esa persona llegara a descubrir que continuamos acechando tras él, terminaríamos enterrados a tres metros de profundidad.
Como una advertencia después de que mi madre hablara en televisión cuando la siguieron. Vino la muerte de papá.
Pero me he desviado del tema, ¿no? La pregunta era sobre la primera vez que vi a Misuk.
Bueno, después de ello, me gradué y decidí por sugerencia de mi madre que me tomara un año para mí hasta que se calmaran las aguas. Pocos sabían que era el hijo de Jeon Dochang y si supieran, según la lógica de estas personas, debía pagar por los actos cometidos de mi padre.
En ese año decidí ser un abogado criminalístico, ser un defensor de personas como mi padre. Me hizo pensar cuántas personas realmente inocentes llegaron a ser encarceladas por actos que no cometieron. Aunque comprendía que no todos podrían ser inocentes, no permitiría ser sometido por la corrupción y sería lo más justo e imparcial posible.
Cuando fui a presentar mi examen de ingreso a la universidad, a finales de noviembre.
Fue la primera vez que la vi.
Tan radiante y de movimientos elegantes que caracterizaba a Misuk.
Estaba de pie, con un grupo de chicas que observaban a todo aquel que llegara. Yo estaba recostado en el tronco de un árbol, con las manos en los bolsillos de la chaqueta, mirándola desde lejos.
Noté que muchos la volteaban a ver, y como no verla. Si resplandecía con estar de pie allí, el sol estaba oculto esa mañana, pero no dejaba de destacar. Su cabello caía como cascada negra y ondeaba suavemente con el viento. Contrastaba con su piel blanca cremosa y se realzaba por su vestimenta oscura de invierno, lo que llamaba también la atención era la bufanda roja alrededor de su cuello. A pesar de ser noviembre, empezaba el frío invernal.
A mis ojos era la chica más bonita que había visto y me era imposible no dejar de verla, como si las demás chicas a su lado se opacaran y solo estuviera Misuk. Ni siquiera la foto que logré ver de ella, hacía justicia con su propia presencia.