Novio Falso; Jeon Jungkook [#1]

SINCERIDAD

[Treinta]

 

Fue la semana más agitada y trascendental de mi vida. Llena de cambios significativos que continuaban vigentes hasta el día actual.

Antes de explayar cada punto sobre los acontecimientos que sucedieron. He de decir sobre lo que pasó una vez que Jungkook me dejó en mi hogar esa tarde.

Estaba perfectamente cubierta de pies a cabeza, ya tenía una excusa preparada para explicar los moretones de la cara. A mis espaldas sentí la atenta mirada de preocupación que me dirigía Jungkook porque andaba a paso calmado. Lo tranquilicé desde la puerta dándole una sonrisa de labios apretados y agité la mano en despedida. Por suerte, nadie vería su cara desde las cámaras.

Cuando me adentré, se volvió realidad lo que suponía acerca de la persona que me enfrentaría. Madre estaba de brazos cruzados, sentada en el elegante mueble esperando mi llegada.

—Misuk, ¿acaso fue demasiado para ti dormir en una casa ajena? —El brillo en los ojos de su madre demostraron que no estaba contenta de que haya faltado sin razón aparente ni justificativo.

Suspiré suavemente. Últimamente era lo que llevaba haciendo, solo suspirar porque poco a poco mi caja de cristal se volvía a quebrar.

Me quedé plantada frente a ella con las manos en el vientre y con las terminaciones de cada músculo tensos. Fue maquinada de forma automática esa posición que solía hacer cuando madre estaba con los brazos cruzados. A la espera de un regaño de su parte que valía por dos.

—No tengo excusa para mí falta de hoy madre. Simplemente jugamos demasiado el fin de semana y no me sentí con ganas de asistir —mi voz fue neutral y casi robótica.

¿Qué por qué no le conté lo que sucedió realmente?

Tenía miedo de su reacción. A pesar de que mi lado lógico distaba de que era mi madre y su primera reacción sería de preocupación hacia mí. Simplemente no sentí el momento correcto para hacerlo.

En mi pecho crecía aquél sentimiento olvidado de una joven de quince años. Un anhelante deseo que no creí capaz de volver a sentir en mis veintiún años. Una expectación de querer ver una expresión en sus imperturbable rostros. 

Jamás, en los veintiún años hasta ese momento, logré ver una expresión que no sea lleno de seriedad o una sonrisa que aunque se proponía ser maternal, cariñosa y conciliadora hacia mí persona, era enloquecedora hasta cierto punto, porque desde mi perspectiva procuraba demostrar que en su familia no pasaba nada.

Cuando la realidad era, que uno de tres que conformaba la dichosa familia, lo pasó mal en su adolescencia.

Ciertamente mi mente distorsionó ese momento con los diálogos, pero lo que sí podía recordar era el hecho de que ella no reparó en mis hematomas. No porque no se diera cuenta, sino porque impedí que lo hiciera. Mi mirada fue baja y mi cabello era buena defensa para cubrir mis mejillas.

Seguido de eso me retiré a mí habitación luego de escucharla y allí permanecí toda la noche hasta el día siguiente.

Aunque el doctor recomendó que descansara una semana por lo menos, no podía permitirme fallar otro día porque mis padres sospecharían si no les daba una razón de peso –dejando a un lado que haber sido secuestrada y casi apuñalada era una razón suficiente–.

Además que necesitaba salir para mantener mi mente activa. Si comenzaba a tener reposo, recordaría en mi cabeza una y otra vez las escenas tormentosas que pasé en el tiempo que estuve con ese hombre, e incluso las recrearía de peor forma al pensar en los distintos escenarios que habrían sucedido si nada hubiera salido bien.

El afán del ser humano de martirizarse con los que hubiera pasado si... Era algo que no podía evitarse.

Mientras caminaba por los pasillos, me detuve al mirarme por inercia en el reflejo de una ventana, del lado contrario estaba oscuro y debido al resplandor de la luz, podía verme perfectamente en el vidrio.

Mantuve mi cabello liso que me llegaba por debajo del busto, quise tenerlo así porque servía como protección. Aunque me esmeré en cubrir la anormalidad en mi piel con maquillaje.

Un pantalón jean de cintura alta y ceñido a mis piernas con una camisa vinotinto de algodón que abrazaba mi cintura y pecho, cuello alto, mangas largas que tapaban al completo cosas indeseadas.

«Sí, estás bonita Misuk, a pesar de todo».

Me percaté en el reflejo la figura de Ademaro a lo lejos, observando atentamente en mi dirección. Suspiré al asentarse el sentimiento de arrepentimiento en el centro de mi pecho.

Luego me fijé en otra figura conocida y me giré para encaminarme hasta ella.

La noche anterior le había estado dando vueltas a todo lo ocurrido en el fin de semana. Exprimiendo cada detalle de cada momento. Y uno en particular me llamó la atención cuando pensé en la extraña actitud de Haneul en la pijamada. Lo nerviosa que estaba cuando miraba el teléfono.

Sumando el hecho de que Haneul era todavía muy reservada con nosotras en ese tiempo.

No quería dudar de ella, pero... Teniendo en cuenta mi historial de relaciones que se han acercado a mí; la de personas falsas rebosaba ante todas.




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