[Treinta y cuatro]
Nuestra primera discusión diría que no fue por ninguna tontería, tuvo su peso y no me enojé por ello porque entendía la razón de su molestia.
Estaba en su habitación, sentada en el borde de su cama después de que él me llamara y exigiera que fuera a su casa.
¿La razón? Taehyung le avisó como advirtió si no le comunicaba a Jungkook de lo que había hecho. Solo que a causa mía, dejó correr dos días más para darme la oportunidad de hacerlo por mi cuenta, pero fue llegar el día viernes y soltarle mi imprudencia.
Observé a Jungkook, que tenía una mano sobre su cadera y sus dedos sosteniendo el puente de su nariz de forma cabizbaja.
—¿Por qué Misuk? —musitó sin todavía mirarme ni cambiar de posición. Pero no me dio oportunidad de responder, porque volvió a hablar—. Estoy molesto contigo no porque hayas ido, sino por no haberme avisado. ¿Así que, por qué?
Aunque no me veía, no desvié la mirada. La mantuve hasta que se dignara a clavar sus ojos oscuros en mí. Pero jugueteé con mis dedos en un claro nerviosismo. —Te negaste la primera vez. Y si te decía, te molestarías.
Alejó su mano de la cara y la posicionó de la misma forma que la otra. Levantó por fin su cabeza y en su rostro mostraba que se mantenía impasible, pero la mandíbula endurecida me daba a entender que no estaba contento con mi decisión. —Misuk, es obvio que no te puedo prohibir nada, de alguna forma me estaba imaginando que harías eso que tenías en la mente. Es por eso que te di a saber mi desacuerdo con tu idea para que tuvieras en cuenta mi opinión, y si todavía decidías actuar, me comentaras de ello. —Suspiró y se relamió los labios. —No creí que hacerte saber mi negación haría que actuaras tras mis espaldas. ¡Con más razón debías decirme si no estaba de acuerdo! —vociferó con molestia y comenzó a caminar de un lado a otro con nervios a flor de piel.
Suspiré sintiéndome mal. Él tenía razón, debía haberle comentado lo que haría para que estuviera al tanto de lo que estaba haciendo. La culpabilidad me golpeó al pensar de que algo hubiera ocurrido en su ignorancia. Seguro que Jungkook habría estado nervioso y ansioso por ello.
—Te lo iba a decir —terminé musitando.
Se detuvo y me miró con dureza. Lo cual provocó que me encogiera de hombros. —¿Cuándo? ¿Después de que hubieras hecho lo que sea que estés tramando con Siyeon? —acusó con reprimenda.
Fruncí el ceño y ahora era yo quién se comenzó a sentir molesta. Me terminé levantando y me paré frente a él. —Cuidado con tu tono dongsaeng. Al final no actué sin decirle a nadie, se lo dije a Taehyung porque si yo no te decía nada, él lo haría.
Levantó su mano mostrándome cuatro dedos. —Tuviste cuatro días para decirme. Desde el mismo lunes, pero me estoy enterando hoy viernes por hyung. ¿No te das cuenta que estar alrededor de ella te haría más vulnerable?
Volví a suspirar y me crucé de brazos. —Soy consciente de eso, pero todavía estoy detallando el plan con Nam. Y justo hoy te lo iba a decir, pero Taehyung no quiso esperar más. —Di otro paso en su dirección y coloqué mis manos a los lados de sus brazos. Lo observé con determinación y él tenía levemente el ceño fruncido. —Mira Jungkook, lamento no haberte dicho lo que haría, sé que estuve mal en no hacerlo, tienes tú derecho porque es algo que al final nos implica a los dos, más a ti que a mí. Quizás si lo hubiera pensado más, me habría dado cuenta de que entenderías y me dejarías hacerlo, reticente, pero lo harías. —Ladeé la cabeza e hice un pequeño puchero. —¿Me perdonas?
Resopló con fuerza y bajó la cabeza derrotado. Terminó acercándose a mí y con sus manos acunó mi cara para darme un delicado beso cargado de ternura y adoración. Subí mis manos de sus brazos en un recorrido por sus hombros hasta llegar a su cuello. Lo halé más hacia a mí cuando enredé mis manos en su nuca, queriendo profundizar el beso, y al ladear la cabeza, cambié el ritmo que él marcó.
De verdad necesitaba un beso suyo de ese modo. Habían pasado cinco días desde que nos habíamos visto en persona. Lo extrañaba, porque no era lo mismo un mensaje, llamada o videollamada.
El beso se tornó ruidoso y húmedo cuando la lengua entró en acción, sus manos abandonaron mi rostro y bajaron en un deslizamiento lento del que fui consciente, se colocaron con posesión en mi trasero y me atrajo más. Suspiré en su boca cuando lo sentí. Siempre me gustaba el sabor y la textura de sus labios; un toque de menta y la misma seda.
Me atreví a morder su labio y supe que lo hice bien cuando jadeó en mi boca. Sus manos pasaron de mi trasero a querer meterse por debajo de la camisa que llevaba, entre cada separación, el chasquido hacía presencia y nos volvíamos a besar con premura. Pero su mano se detuvo al borde de mi sostén, abandonó mis labios y no tardó en rodearme con sus brazos para ocultarse en mi cuello. Lo oí inhalar con profundidad buscando calmarse y sentí el golpeteo acelerado de su corazón que seguramente competía con el mío.
—En ningún momento estuve enojado contigo cariño, perdona mi enojo, es solo que me puse de los nervios ante la idea de que rondaras por el mismo espacio que podría estar el maldito ese —murmuró en mi cuello. Depositó un suave beso allí que me hizo cosquillas y se alejó.
—Entiendo, no te preocupes. —Su pulgar se deslizó por mi pómulo.