Novios por 48 horas en Navidad

Capítulo 01 | Alexei Volkov.

Chiara Brown

—Entonces... ¿Me estás diciendo que yo finja ser tu novio durante la cena en Navidad delante de tu familia? —pregunta mi mejor amigo, llevando la taza de chocolate caliente a la boca.

Asiento, captando el pequeño desliz juguetón en su voz cuando dice "finja", sabiendo que en sus ojos esconde la malicia. Lo sé porque veo el brillo malicioso en su mirada.

«Bastardo»

—No me hagas repetirlo, Jasiel —digo, tomando la jarra de chocolate y vaciándola en mi taza ante su atenta mirada—. No lo voy a volver a repetir.

—Chiara, no sé si te das cuenta, pero te recuerdo que tengo novia —dice, dando otro sorbo a su chocolate—. Por si te lo vuelves a preguntar; Se llama Eliza.

No se me olvida.

—Lo tengo muy presente, cerebrito —soplo viendo cómo el vapor del chocolate caliente sale de mi taza—. No se me olvida, por si te lo piensas.

Conozco a Eliza, la novia de mi mejor amigo, desde hace más de tres años. De hecho, nos llevamos muy bien. Eliza es como una amiga, aunque no somos tan cercanas como para tener una alta confianza. Sin embargo, nos llevamos tan perfectamente bien que incluso salimos de fiesta casi todos los fines de semana. Obviando que soy la ex de su novio, mi mejor amigo.

Jasiel y yo, antes de ser novios, hemos sido mejores amigos. Nos conocemos desde muy pequeños, —prácticamente crecimos juntos—. Confiábamos el uno en el otro. Cuando cumplimos 19 años, decidimos venir juntos a Italia para empezar desde cero, salir adelante por nuestros propios medios y valernos por nosotros mismos. Alquilando así un departamento pequeño en Milán para nosotros dos, compartiendo ambos los gastos.

Cuando cumplimos los 20 años, ambos sabíamos que estábamos exponiendo bastante. Era nuestra amistad de tantos años la que estábamos arriesgando. Pero los sentimientos que ambos estábamos teniendo el uno por el otro florecían poco a poco hasta que un día, pasados ​​de copas, nos dio la valentía de dar un paso hacia delante. Durante un año, nuestra relación se vio en una ida y vuelta donde ambos poníamos de nuestra parte, pero nada funcionó y nos dimos cuenta de que nuestra amistad nunca debió avanzar más allá. Pero no nos arrepentimos absolutamente de nada. Fue un bonito recuerdo entre los dos.

Así que decimos seguir con nuestra amistad. Hasta el día de hoy.

Suelto un suspiro exasperado.

—No sé qué hacer —dejo la taza a un lado y miro la ventana, observando la lluvia golpeando el cristal—. Te juro que no sé qué hacer, Jasiel.

Estoy jodida. Muy jodida.

—Haber —se levanta acomodándose, pasando un brazo por el cabezal del mueble—... si te entendí, Chiarita. Quieres que finja ser tu novio delante de toda tu familia—repite lo que ya dije minutos antes —porque prometiste que le presentarías a tu novio, que claramente no existe, para solo ¿complacer a tu abuela?

Desvié la mirada.

—Sé que es algo ilógico, pero sabes del porqué lo hago.

—Chiara, tu abuela te adora. Ten por seguro que, si llevas o no un novio, le hará plenamente feliz solo por verte a ti.

—No me entiendes. —Llevo mis manos a mis piernas apretándolo contra mi pecho —. Quiero concederle ese deseo a mi abuela. Lo sabes, Jasiel.

—Y quieres que yo sea tu novio cuando toda tu familia sabe que terminamos hace cuatro años. No veo lógica en eso, Chiarita.

—Mi Lita tiene cáncer. Y soy netamente consciente de su estado de salud. La última vez que la vi, se encontró internada en un hospital. Ella me quiere ver feliz y enamorada. Y yo haría de todo solo para complacerla.

Cuando viajé la última vez a Rusia, país donde viven mis padres, hermanos y mi abuelita, no precisamente me encontré con mi familia reunida en casa. Todo lo contrario. Un 25 de diciembre, donde se supone que se celebra alegremente, lo pasamos en un hospital sin saber qué hacer y el miedo latiendo en nuestro sistema. Mi Lita como yo la llamo se encontraba internada de emergencia. El cáncer estaba afectando los pulmones de mi abuela.

El corazón se me oprime cuando los recuerdos de aquella mañana me nublan la cabeza.

—Hey —miro a mi mejor amigo con una fina sonrisa en los labios—. Tu Lita va a estar bien.

—Quiero creer que ella estará bien, pero en las videollamadas que le hago cada noche la veo muy mal.

—Es mejor complacerle con la verdad que complacer con las mentiras.

Me deshago de las lágrimas que resbalan de mis mejillas.

—Se lo prometí.

No podía incumplir mi promesa. Las promesas eran incondicional para mí.

Muerdo mi labio inferior mientras un sollozo sale de mi boca, que fue acallado por los brazos del rubio, mi mejor amigo. Su mano masajea mi espalda con delicadeza.

—Te voy a ayudar, Chiara —dice finalmente luego de varios minutos de silencio— Te voy ayudar.

Tomo distancia un poco para luego decir:

—¿Me ayudaras?

—Déjame hacer una sola llamada.

—¿Qué harás? —pregunto viéndole buscar entre los contactos de su móvil para luego llevarlo a su oreja y sonreír.




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