Novios por 48 horas en Navidad

Capitulo 02 | Trapitos al aire.

Chiara Brown.

Fingir demencia.

Sí, eso haré. Solo fingiré demencia.

Habían pasado exactamente cuatro horas desde que Jasiel había llamado por teléfono a su hermano: Alexei Volkov. Cuatro horas en las que me removía disimuladamente en el mueble de los nervios. Cuatro horas sin saber qué hacer o cómo reaccionar cuando el innombrable ese apareciera en el departamento.

¿En qué me estaba metiendo? Para ser sincera, no quería ver al ruso, no después de nuestro último encuentro que fue para nada agradable, hasta creo que...

Al contrario: creo que me odia.

Razón: el primero se metió conmigo.

Mi cabeza se enredó en un mar de preguntas, sin respuestas y sin sentido. No me molestó que mi mejor amigo declinara amablemente mi propuesta de fingir ser mi novio falso, y lo comprendo, ya que pasaría la Navidad en la casa de los padres de Eliza, su novia. Pero cuando empezó a explicar algunas cosas sin sentido a su hermano por llamada, ya tenía una respuesta en mente y esa sería: no.

«¿En qué me metí?» Me pregunté mentalmente, como si de ello me daría una respuesta en este momento.

Estaba más que jodida.

Oh, sí que lo estaba.

—Quita esa cara —dice Jasiel sacándome de mis líos interlineales de la cabeza. Vuelvo mi atención a él que me observa desde el otro mueble al frente.

—No tengo ninguna cara —refunfuño.

—¿Así? Entonces, ¿por qué muerdes las mejillas y truenas los dedos de las manos? —Dejo de tronarme los dedos, no sabía que lo estaba haciendo, al igual que con mi mejilla derecha.

Me acomodo recta en el mueble, cruzando las piernas.

—¿Tu qué haces viéndome? —contrataco.

—Uno te quiere ayudar y así me pagas.

—Perdón…

—¿Qué pasa? —cuestiona. Jasiel tiene la manía de meterse muy a fondo en mis pensamientos y con sola la mera pregunta hace que mis hombros decaigan —¿Por qué estás así?

Sus ojos curiosos me siguen en cualquier movimiento que hago

—Esto es una mala idea.

—¿El que?

—Pedirle a Alexei que sea su novio falso por 48 horas, esa es la mala idea —la voz de Eliza, que me había olvidado que había llegado hace poco, interviene plantándole un beso a su novio. —. Conocemos al don rabietas y esta demás decir que no aceptará —me mira con una sonrisa amable —. No tengo nada contra ti, querida, pero sabemos cómo es él.

—Liza…—su novio le da un apretón en la rodilla.

—Eliza tiene razón. Él no va a aceptar.

—¿Cómo lo sabes si no le hemos preguntado directamente a él, Chiara?

«¿Por qué lo conocía y sabía que él era muy vengativo cuando se lo proponía?»

—No sé, solo lo sé.

—Ah, ya lo entiendo. —Eliza se levanta perezosamente de las piernas de mi amigo, y su mirada ámbar se centra especialmente en mí, apuntándome con un dedo acusador.

—¿Qué entiendes? —Jasiel mira a su novia y yo me remuevo inquieta en mi lugar. La mirada del rubio cae en mí, enarcando una ceja —¿Qué hiciste, Chiara?

—¿Por qué siempre piensas que hice algo? —protesto.

—Porque te conozco lo suficiente. Además, no es novedad que ustedes dos parecen perro y gato peleando cada vez que se ven.

Me ofendería, pero sería una gran mentirosa si no lo admito.

Es verdad que con el señorito no se puede llevar a cabo la fiesta en paz. Desde que Jasiel me lo presentó como su hermano aquí en Milán —no lo conocí mucho más antes porque no crecieron juntos en Rusia—Cuando me lo presentó, fue como verme a mí en sus ojos: astuta, competitiva, orgullosa... Era como verme frente a un espejo.

La mirada inquisidora de la castaña me observa detalladamente como si quisiera encontrar algo en mí, pero su sonrisa se ensancha aún más cuando me atrevo a mirarla.

—No es mi culpa de que tu hermanito no cediera ante mí...

—Porque claramente no lo haré —la profunda voz llena toda la sala, haciendo que mi cuerpo vibre, mandando un pequeño escalofrío por toda mi espalda hasta llegar a mi nuca. —Y no precisamente contigo.

Las manos me sudan, el rostro lo siento ardiente —ya me imagino el color rojo en ello—. Giro lentamente con los nervios de punta, encontrándome con la mirada intensa de Volkov. Paso arduamente saliva cuando lo veo acercarse a pasos escasos, deteniéndose detrás del mueble donde me encuentro yo. Pasa la mirada a cada uno de los integrantes que nos encontramos en la sala del departamento, y a los pocos segundos su mirada vuelve a caer en mí.

—Buenas tardes —saluda.

—¿Cómo entraste? —dije sincera alternando la mirada entre él y la puerta.

—Alexei, hermano —Jasiel ignora mi pregunta que queda al aire y dice —: Pensé que demorarías.

—Dijiste que era emergencia.

—Sí, claro, emergencia.

¿Por qué la castaña es tan bocazas?




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