Chiara Brown.
—¿Cómo es que no te gusta celebrar la Navidad?
Habíamos pisado Moscú hacía cuatro horas desde nuestra salida de Milán. De hecho, yo hubiera llegado mucho más antes que mi «novio falso», ya que había comprado mi pasaje con anticipación. Como siempre, Volkov llega, soltando de golpe que viajaré con él en su jet privado sin siquiera consultarme.
En el momento en que encontré a Braulio, su chofer de confianza, esperándome en la entrada del edificio donde vivo, no lo pensé dos veces e inmediatamente rechacé sus servicios. Después de un intercambio de palabras y de que su jefe no aceptara un no por respuesta, terminé por subirme al auto.
No obstante, todo empeoró en la pista de aviónaje esperando dos crueles horas, aguantando estar sentada dentro del jet, aburrida, hasta que se dignara llegar el señorito Volkov de unas reuniones de su empresa, según lo que me dijo Braulio. Dos malditas horas esperándolo.
«¿Quién se creía que es?»
—No te puedes solo contentar con una sola respuesta, ¿verdad?
Niego con la cabeza, encorvando una sonrisa para solo irritarlo.
—Confórmate, Brown. Suficiente tuve que soltar la lengua en todo el viaje respondiendo a tus preguntas y escuchándote —comenta sin mirarme. Sé pasa la mano reacomodando un mechón negro que revolotea por el viento que atrae por la ventana baja del auto en camino.
Su sola respuesta me revuelve la bilis. ¿Se puede conocer a otro hombre más odioso que este? Definitivamente no. De eso estaba más que segura.
—Escucha, Volkov —volteé sobre el asiento acomodando el cinturón sin que llegara a lastimarme, tomé un profundo respiro fijándome en la luz roja del semáforo, en espera del próximo cambio—. Yo sé que esto no estaba en tus planes. Menos aún te puse una pistola en la cabeza para que aceptaras ayudarme. Como tampoco me interesan las razones del porqué, aunque ya me las hayas dicho.
«Favor con favor se pagan» fueron sus palabras de aquella conversación.
—Pero aceptaste. —Él rueda los ojos, volviendo a tomar el volante del auto—. Y solo te estoy pidiendo que pongas una parte de ti, un poco de confianza, ¿tal vez?, para que esto… Para que esto sea un poco más creíble.
Las calles de Moscú se llenaban de nieve que caía como granizo cada vez más, dejando la ciudad completamente blanca, al igual que los autos que transitaban con cuidado por las calles. Sé que cada vez estamos más cerca de Ekaterimburgo, ciudad donde vive mi familia, y a dos casas vivía la familia de Jasiel. Prácticamente éramos vecinos.
Escucho un suspiro de su parte al detener el auto que alquiló en una compañía afuera del aeropuerto, a una distancia prudente de las casas de nuestras familias. Subo la ventanilla del auto y abrocho mi abrigo por el frío que se colaba entre nosotros.
—Quizás me comporte muy borde contigo, Brown —dijo tamborileando los dedos en el timón. Unos segundos después sus ojos grises se detuvieron en los míos—. Brown…
—Dime.
—Cuéntame más de tu sobrina —dice nuevamente, atento a mi respuesta—. Si vamos a fingir que somos novios, vamos a fingir muy bien hasta que no nos quepa duda ni a nosotros mismos.
Su declaración me tomó por sorpresa, dejando el interior del auto en silencio. Escucharle decir que fingiría muy delante de toda mi familia y estar atento a todo sobre mi vida que le conté durante nuestro vuelo, me llenó de esperanza y no supe exactamente el porqué.
—Klara es una adolescente muy hermosa, comprensiva y atenta. Es todo lo contrario a su padre —sonrío recordando haberla tenido en mis brazos cuando era apenas una bebé recién nacida—. Tiene sus defectos como toda adolescente, pero la amo. Mi hermano y mi cuñada dicen que nos parecemos. Dicen que es una versión mía, pero versión adolescente.
—Hablas de ella como si fuera tu mundo entero.
—Es mi mundo entero.
Klara, mi sobrina de quince años e hija de mi hermano mayor, era como la pequeña esperanza de la familia. Klara llegó en el momento exacto, dándonos sonrisas donde la tristeza se convertía en alegría. Cuando a mi Tita le diagnosticaron cáncer, todos nosotros, incluyéndome, nos envolvimos en un frasco de tristeza que cubríamos con las mejores sonrisas para levantar los ánimos delante de mi abuela, aunque sabía que ella se daba cuenta.
—Klara en la luz y la esperanza de la familia.
—Conocí a Klara cuando apenas podía gatear.
—¿Cómo?
—Sé de cada integrante y qué representan en tu vida, Brown.
════🎄════
Estaba nerviosa y alegre al mismo tiempo, delante de la puerta de mi casa.
Volkov me había dejado hace minutos junto con las dos maletas que sostengo del mango. No dijo nada más después de lo que dijo dentro del auto y solo me preguntó si quisiera que me ayudara con las maletas, a lo cual acepté, pero no esperaba que me acompañara hasta la entrada de mi casa, donde las rejas llenas de bastones, bolas y luces decoraban. Mi familia era amante de la Navidad y más con las decoraciones.
No sabía si se iba a quedar en la casa de Jasiel o alquilar un hotel, aunque lo dudo. Conociéndolo, apostaría que se había comprado un departamento o una casa.