Novios por 48 horas en Navidad

Capitulo 10 | Disfrazar sentimientos.

Alexei Volkov.

Cuando Chiara y yo nos conocimos apenas éramos unos niños.

Aún recuerdo aquel momento en que ella llevaba un vestido rosa con pequeños detalles estampados de fresas que combinaban perfectamente con el tono de su piel de porcelana que hacían contraste con el matiz sonrojado de sus mejillas. Donde aquel único y primer vestido se convirtió en el culpable de mi fascinación y favoritísimo por ese color.

Sería un mentiroso si digiera que la rubia era aquella única causante de que su color favorito se convertiría en el mío.

Nuestras primeras interacciones apenas eran unas cuantas miradas cruzadas a escondidas o cuando fingía que no la veía. Sus ojos apenas chocaban con los míos y sabía que aquellos cerúleos serían mi perdición sin haberme dado cuenta. Nuestros ojos y aquellas miradas serían las primeras palabras en silencio que, con el tiempo, sabíamos que seriamos tan cercanos sin ni siquiera articular una sola palabra.

Chiara Brown era la mujer ante cuya sola mirada uno caería a sus pies, sin que una palabra saliera de sus labios y a la cual no conocías el significado de la palabra no. Y eso, en vez de disgustarme, me ansiaba y gozaba retarla.

Y es por ello que acepté fingir ser su novio delante de toda su familia, encontrándome rodeado en la mesa con varios pares de ojos sobre mí, esperando una respuesta clara y concisa. Conocía a los Brown; sabía que eran amigos cercanos de mis padres y que eran directos cuando se trataba de sus hijos, algo que Svetlana manejaba bien al preguntarme, sin un atisbo de pavor, cuáles eran mis intenciones con su nieta. Reí para mis adentros, sintiendo un déjà vú de años pasados cuando, en vez de Svetlana, quien hacía esa pregunta era el padre de mi novia.

Chiara deja las manos sobre su regazo, intercalando, disimuladamente, la mirada con su hermano como si de una confidencia se tratará.

—Abuela creo que… —Nicolai interviene, apartando la mirada y centrándose en Svetlana, quien con una descifrable mirada lo hace callar. Esa misma e idéntica mirada que comparte con su nieta.

Es indiscutible que los Brown comparten rasgos físicos característicos, especialmente en las miradas y el indescifrable carácter que los une.

Tita

—Creo que mis intenciones quedaron claras al momento de poner un pie dentro de su casa, ¿no creen? —respondo en general, captando al instante cómo la rubia a mi lado cierra los ojos con fuerza. No soy un adivino, pero hasta aquí siento cómo me está maldiciendo mentalmente. Escondo la sonrisa que se quiere deslizar de mis labios—. Entiendo que sé preocupen y también entiendo la responsabilidad que conlleva ganarme de nuevo sus confianzas, pero mis intenciones con Chiara no son repetir los mismos errores de antes.

—¿Cuánto tiempo llevan juntos?

Miró con atención a Ágata, la madre de la rubia, quien al igual que la rubia descarada comparten los mismos rasgos físicos. El cabello rubio de Ágata cae sobre sus hombros y, a diferencia de su hija, lleva cerquillo, lo que hace que su rostro parezca un poco más redondo. Chiara, en cambio, lleva el cabello largo y ondulado. Sin embargo, a diferencia de su hija, tiene los ojos verde jade.

—Dos años, mamá —puntualiza Chiara, haciendo hincapié en lo que dice. A diferencia de ella, a mí me gusta guiar la conversación y darle un punto final, a cómo lo hace la rubia, que quiere llevar la conversación hacia otro rumbo.

La mirada inquisitiva de Svetlana me hace saber lo mucho que le cuesta creer lo que dice su nieta. Aunque no lo hace notar, sé por certeza que ella no cree en este juego de mentiras que su nieta y yo nos adentramos. Era absurdo.

—¿Por qué ahora? No tengo problemas contigo, Alexei —dice Jackson, el padre de Chiara, con un tono más serio—. Tú y yo sabemos que la confianza no es el problema —asiento, sabiendo a dónde quiere llegar—. Te vimos crecer. Vimos cómo poco a poco la amistad que tenías con mi hija florecía. No sabíamos mucho de ti, excepto durante unos años en los que regresaste... pero aún no entiendo cómo de la noche a la mañana Chiara y tú terminaron en una relación de dos años cuando todos nosotros sabíamos que no se podían ver ni en pintura.

Había verdades a medias.

Tardos unos segundos en responder.

—A veces, parecer que nos odiamos puede ser el inicio de un amor secreto —solté sin pensar, notando que mis palabras habían salido más ligeras de lo que esperaba.

Me obligó a mantener el rostro en alto sin corregirme, sintiendo cómo los ojos de mi compañera de mentira me taladraban. Me pregunto si todos a mi alrededor, en medio del silencio, querrán hacer preguntas, pero todos esos pensamientos se disipan cuando la voz de Klara interrumpe, capturando por primera vez la atención de la descascarada en mí... El brillo de sus ojos me hace perderme en ella, ese brillo que ella intenta ocultar con seriedad.

La cena transcurre con normalidad mientras Chiara responde preguntas triviales sobre nosotros. No tiene problema en contestar, ya que el tiempo que nos conocimos desde nuestra infancia; sabíamos del uno y del otro. Y es fácil para ella decir cosas que yo no sabía de mí mismo. Ella me conocía tanto como yo a ella.

Horas después me encuentro observando las paredes de la habitación y cada objeto que le decoran en ella. Sin disimulo paseo los ojos por cada rincón; sabiendo que Chiara se encuentra de brazos cruzados bajo el umbral de la puerta que minutos antes había cerrado.




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