Novios por accidente

Capítulo 9: una idea no muy buena

Camilo entreabrió su boca sin saber qué decir, volteó a ver a Lorena quien estaba en completo silencio con la mirada inclinada.

—¿Por qué Cristian se comportaría de esa manera? —preguntó Camilo confundido.

—¿No es evidente? —Marc respingó una ceja.

—Cristian debe tener una razón para justificar su comportamiento —alegó Camilo—, conozco a mi amigo, sé que no es alguien impulsivo.

—Por favor, no discutan —pidió Lorena con un cierto desgane en su voz.

—Lorena —soltó Marc temeroso al ver el rostro triste de su amiga—, no estés así por un idiota que no vale la pena, ¿sí?

—¿Así de grave fue? —inquirió Camilo entreabriendo sus labios.

Marc rodó la mirada a Camilo quien comenzó a verlo con curiosidad:

—¿Te delineas los ojos? —le preguntó acercando su mirada.

Marc (que le encantaba hablar de estas cosas) intentó esconder una sonrisa y bajó un poco los párpados.

—¿Te gusta?

—Bueno… te queda muy bien, te hace ver con profundidad la mirada —elogió Camilo.

—Gracias —soltó Marc, de repente, tornó su rostro serio y limpió su garganta—. Volviendo al tema —inspiró con profundidad—, no me vuelvas a distraer, que este es un tema serio.

—Lo siento —soltó Camilo.

—Como te decía, tu amigo de allí —rodó la mirada a donde estaba Cristian conversando con Miguel—, trató horrible a mi amiga, ¿si ves sus manos? Están maltratadas del golpe que se dio.

Los ojos de Camilo se abrieron de la impresión, comenzó a ver a Cristian mientras meditaba. Se levantó y se acercó a él. Lorena llevó una mano a su cabeza sintiendo que el momento se tornó peor con lo que estaba sucediendo.

—Marc… ¿por qué hiciste eso?

—¿Qué? —Marc volvió a mirar a su amiga—, ¿crees que vamos a dejar esto así? Claro que no…

Lorena tenía la mirada fija en Cristian y se impresionó cuando vio al joven voltear a verla, sintió que todo su cuerpo se erizó y sus adentros se revolvieron mientras sus miradas se chocaban.

—¿Por qué no le dices que te cuente la historia completa? —sugirió Cristian a Camilo cuando volvió su mirada al frente.

—Sé que a esa historia le falta tu versión, por eso vine a preguntar —explicó Camilo.

—Mira, Camilo, yo no quiero tener problemas con nadie y lo que sucedió con Lorena es algo a lo que no hay que darle importancia; prefiero no hablar del tema —hizo un momento de silencio—. Lo problemas que tenga con Lorena los arreglaré con ella a solas.

Camilo retrocedió un poco su rostro al sentir la seriedad con la cual Cristian habló, sabía que, cuando el joven tomaba esa posición era mejor no insistir.

—Como quieras —fue lo único que pudo decir.

Miguel se levantó de la silla y se plantó frente a Camilo intentando desplegar una sonrisa.

—¡Ah… no! —soltó Camilo.

—¡Por favor, solo esta vez y ya! —pidió Miguel.

—¿Qué me darás a cambio?

—Lo que quieras, pero préstame ese trabajo —respondió el joven.

—Está bien, pero ya sabes, lo que sea que te pida me lo tienes que dar —advirtió Camilo—. Lo pensaré muy bien esta vez.

—Gracias, gracias —Miguel mostró una amplia sonrisa y salió del salón de clases.

El joven se dirigió con rapidez hacia el pasillo de casilleros y al estar allí Laura lo divisó a lo lejos. La joven no supo cómo reaccionar y se escondió en una esquina, empezó a ver de a poco cómo el joven sacaba unos apuntes de un casillero.

—Ese es su casillero —masculló Laura.

Miguel cerró la puertecilla del casillero y después se fue, se notaba que tenía afán. Laura se acercó lentamente con algo de nerviosismo y se posó frente al casillero, mordió su labio inferior y después acomodó sus grandes lentes.

Divisó en la parte de abajo del casillero la estrecha ranura divisoria que tenía la puertecilla, por ahí fácilmente podía entrar la carta. La joven en un impulso de valentía, sacó de su bolso el sobre y lo sumergió dentro del casillero.

Su corazón comenzó a latir con fuerza y llevó las manos hasta su boca, lo había hecho, seguramente Miguel ahora leería su carta de confesión. Decidió alejarse de allí antes de que alguien la viera.

Al entrar al salón, vio a Miguel concentrado copiando algo de una libreta, escribía con mucha rapidez y en repetidas ocasiones miró la hora en su reloj de mano. Ella con mucha timidez se escurrió entre los pupitres y llegó hasta donde se encontraba Marc y Lorena con cara de pocos amigos.

—Siento que… he cometido una locura —soltó Laura.

—¿Qué hiciste? —inquirió Marc algo curioso.

—Puse una carta de confesión en el casillero del chico que me gusta —respondió la chica.

—¿En serio? —escuchó Laura detrás de ella.

La joven rápidamente volteó a ver con rostro espantado y notó que se trataba de Camilo. Rápidamente borró la cara de miedo y respiró profundo.




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