Novios por accidente

Capítulo 11: no, no lo aceptaré

Después de hablar por unas horas, Marc y Lorena se marcharon ya que iban a comprar algunas cosas que necesitarían para “su venganza”.

Laura decidió quedarse en su casa ya que quería estar sola, pensar sobre cosas y les sacó muchas excusas a sus amigos para no acompañarlos. Quedó reducida en su cama meditando hasta que el sueño la atrapó.

Mientras, Lorena llegó a su casa con algunas bolsas de compras y subió a su cuarto donde dejó todo sobre la cama.

—Bien —soltó Marc a su lado—. Es raro que tú hagas este tipo de cosas.

—Lo sé, pero será una buena inversión —alegó Lorena no tan convencida y su voz lo demostraba.

—Eran tus ahorros —dijo su amigo—. Se supone que con eso comprarías la cámara.

—Podré reponerlo con lo que me pague Camilo.

—Tienes razón —soltó Marc mientras acentuaba con su cabeza, volteó a mirarla—. Bueno, solo falta arreglarte el cabello, —dejó salir un grito de emoción—. ¡Quiero estar ahí cuando entres al colegio tipo perra inalcanzable! Vendré a recogerte a las seis.

 

Cristian estaba sentado en una silla para tomar sol mirando fijamente la piscina. “¿Novios? —inquirió Lorena—, realmente hablas como si entre los dos hubiera algo. Y sí, quiero que dejemos de fingir, ¡me fastidias, odio tu maldito temperamento y eres el peor hombre que he conocido!; ¿qué haces con tener lindo rostro y estar podrido por dentro? Me tratas como si fuera algo horrible que te ha tocado llevar por obligación, y me cansé de ser tratada así.

Era la primera vez que alguien le hablaba de aquella manera. La chica fea y rara del colegio fue capaz de decirle en su cara que no quería volver a verlo; ¿realmente Lorena no quería volver a verlo?

—¡Oye! —gritó Miguel y le dio un golpe en la cabeza— ¡reacciona!

Cristian alzó la mirada y vio a su compañero.

—¿Qué?

—¿Qué te sucede? —preguntó Miguel.

—¿Alguna vez te ha rechazado una chica? —inquirió Cristian.

—¿Por qué preguntas eso?

—Responde.

—¡Claro que no! —soltó Miguel—, ¿qué loca sería capaz de rechazar a alguien como yo? —desplegó una sonrisa— ¿te rechazaron?

Cristian soltó un jadeo al no soportar la frustración que estaba teniendo en aquel momento.

—¿Quién fue? —preguntó Miguel con rostro emocionado al no poder creer lo que estaba sucediendo.

—No me rechazó, pero no quiere volver a verme, claro, según ella. Pero sé que es cuestión de horas para que venga a pedirme perdón.

—¿Estás seguro que vendrá a pedirte perdón? —Miguel enarcó una ceja con mucho escepticismo.

—¿Crees que no lo haga?

—¿Cómo te lo dijo?

—Que no quería verme más en su vida, no lo sé… no le presté mucha atención, me pareció muy aburrido.

—¿Lorena?

Cristian hizo silencio.

—¡¿Fue Lorena?! —soltó Miguel impresionado.

—Estaba enojada por lo que sucedió con su bicicleta, es una gran tontería —explicó Cristian con rostro muy aburrido.

—Eso es aún peor, Cristian, la rara del salón te botó de su vida —Miguel soltó una gran carcajada—. ¡No lo puedo creer!

Cristian tornó su rostro muy aburrido mientras veía a su amigo soltar grandes carcajadas burlonas.

—Ya verás, dentro de poco la tendré detrás de mí pidiéndome perdón, la conozco —dijo Cristian.

—Uy, quiero ver eso —soltó Miguel bastante escéptico.

—¿Qué quieres apostar?

—Te doy lo que quieras si logras hacer que Lorena se deje tomar una foto desnuda —retó Miguel tornando su voz más seria.

—¿Desnuda?

—¿No se supone que ella te estará suplicando perdón? —cuestionó Miguel—, si es así, hará lo que sea por lograrlo, ¿no? Ninguna mujer te dice que no.

—Bien, acepto —dijo Cristian bastante serio y con su orgullo algo humillado por las palabras de su amigo.

 

Era de mañana, la familia de Lorena estaba sentada en el comedor desayunando tranquilamente.

—¡Lorena, se te enfría el desayuno! —gritó su madre.

La joven terminó de arreglar su cabello mientras se veía en el espejo de su cuarto y respiró profundo. Era la primera vez que se arreglaba para ir a clases, anteriormente se había dicho que nunca haría esto por un hombre, pero ahora se estaba contradiciendo; Cristian la impulsó a hacerlo después de haberla humillado.

—No, no me estoy burlando, realmente tienes un muy mal gusto para las mujeres.

—Claro, por eso me encuentro hablando contigo en este momento —gruñó Cristian con un rostro de pocos amigos.

Lorena dejó salir un gruñido mientras se veía en el espejo.

—Te vas a tragar tus palabras, lo juro —susurró.




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